Adaptación para enfrentar obstáculos y problemas

 
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Adaptaciones ascendentes, descendentes y degradantes

El significado de la palabra temple ofrece una diversidad muy rica de significaciones aplicables a la psicología humana. Connota moderación de la fuerza emocional y conlleva la idea de sosiego y equilibrio de los estados de ánimo. La capacidad que permite al sujeto enfrentar con serenidad las situaciones difíciles o peligrosas constituye su temple y su fortaleza, cualidades que no podrían gestarse si aquél, por falta de confianza en sí mismo y por pesimismo, se vería impedido de una mirada expansiva y confiada de la propia vida.
De allí que el temple tiene que ver con la visión de sí mismo y con las capacidades para valerse por sí mismo. El pesimismo y la pérdida de la propia estima conducen al debilitamiento para afrontar situaciones inesperadas, conflictivas o problemáticas. Por eso explicamos en nuestra nota anterior por qué, ante el advenimiento de cualquier problema, crisis o conflicto que perturbe o modifique la organización habitual de la vida, algunos ponen al descubierto su fortaleza para resolverlos y otros, por el contrario, se sumergen en la pasividad y en una visión pesimista.
La razón por la que una persona, en lugar de claudicar o caer en el resentimiento, se sobrepone y mantiene su temple y entereza ante los obstáculos y problemas, se debe a su capacidad para generar un aprendizaje de los mismos. El aprendizaje obtenido y la confianza en las propias capacidades son los componentes que constituyen el verdadero temple adaptativo que ha de permitir llevar a cabo procesos de adaptación ascendente frente a las exigencias de cambio. De esta manera, los problemas, los conflictos y las crisis, al ser sometidos a un campo de aprendizaje, preparan al sujeto para una adaptación a esos nuevos estados de manera ascendente y evolutiva y generan una esperanza que alienta la adecuación activa a los escenarios futuros.
La experiencia muestra cómo muchos individuos y sociedades han aprendido a responder con entereza y confianza a situaciones graves y desafortunadas gracias a la capacidad de adaptación con un sentido ascendente y constructivo que, incluso, les permitió potenciar y hasta superar las condiciones hostiles iniciales.
Pero cuando no hay capacidad de aprendizaje, ni confianza en sí mismo, ni responsabilidad, las adaptaciones del individuo ante cualquier obstáculo serán descendentes, al eclipsar la visión de las soluciones pertinentes y posibles. Las adaptaciones superficiales para salir del paso cuanto antes frente a un problema u obligación, conducen lentamente al sujeto a una pérdida de su energía para crecer. Este es el caldo de cultivo que consolida el modelo auto-destructivo del pesimismo social, al contaminar las mentes y someterlas a la improductividad y al desaliento.
Por otra parte, encontramos una variante de la adaptación descendente, que reviste gravedad e impacta de manera casi irreversible en la vida individual, cultural y política de una sociedad. Es la adaptación degradante, por la que tanto el individuo como la sociedad se ven obligados a producir pseudo-adaptaciones a costa de la dignidad personal y de las condiciones de equidad, bienestar y calidad de vida exigidas por el bien común.
Cuando la adaptación a las crisis y a los problemas y conflictos por parte del individuo y la sociedad se lleva a cabo de manera descendente o degradante, ello pone en evidencia la carencia de capacidades y de conocimientos que permitan responder con creatividad y entereza a las hostilidades del entorno. La experiencia universal también nos muestra cómo ciertos individuos y sociedades no han podido sobrellevar sus crisis y conflictos con entereza debido a la falta de reservas mentales y emocionales para acceder o recuperar la dignidad de la vida humana.
De la educación dependerá que tal recuperación se lleve a cabo de manera efectiva o se mantenga como una promesa ilusoria que anestesia el sufrimiento y rellena ficticiamente el vacío de una vida temerosa y sin esperanza. Pues cuando el sujeto y la sociedad pierden la confianza en sí mismos, se conforman a través del tiempo con adaptaciones provisorias, degradantes y hasta denigrantes.
A modo de conclusión pedagógica, podríamos decir que, ante la existencia de adaptaciones descendentes que podrían no revestir gravedad para nuestra vida personal o social, tal situación debería ser considerada como una advertencia y una oportunidad para convertirla en un punto de bifurcación creativa mediante procesos constructivos de cambio y desarrollo de nuevas capacidades. De lo contrario, dichas adaptaciones descendentes corren el riesgo de convertirse en degradantes y, en el peor de los casos, en irreversiblemente denigrantes.


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