Los pobres también son felices y es que todos quizás deberíamos ser un poquito “pobres”, humildes de corazón y sentido. “Hay cosas que no pueden comprarse con dinero” , ¡que verdad más perfecta y univoca! Hay cosas que me encantan de mi ciudad, como pasear por el puente romano, mientras tomo un cucurucho de helado y escucho a la chica que toca el violín tan magistralmente. Si, tal vez, todos deberíamos tener unos pocos momentos de pobreza al día , y tal vez , esos hombres y mujeres que no visten de Prada , no conducen un Mercedes sean los seres más maravillosos de la tierra. Ellos con su chaqueta de la tienda de al lado, ellos que van en transporte público o aquellos que dan algunas monedas sueltas al chico de los semáforos. Si , hay cosas que no necesitan del llamado crédito de la visa , ni de tacones alto ni vestidos de lentejuelas , a veces la felicidad consista en algo de pobreza , en ser lo más humilde posible y quizás , en esos momentos de carencia de lujo en los que nos sentimos menos enjoyados , será cuando sintamos la felicidad más inhóspita del mundo.
Se puede llorar en un Ferrari , se puede no amar teniendo a un hombre en una cama de lujo y se puede sobrevivir , malviviendo , comiendo en restaurantes de alta cocina pero sin saborear la comida. Se puede gozar sin llegar al éxtasis pero quizá todos deberíamos ser más pobres , más sencillos , ir a lo claro , a la zona cómoda , quizá es allí , en nuestras raíces profundas donde encontremos la ambrosia de nuestra propia dicha.