Rituales funerarios en las distintas culturas, religiones y costumbres

 
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Rituales funerarios en las distintas culturas, religiones y costumbres

Costumbres ante la muerte en las diferentes Religiones y países de Latinoamérica. Por lo anteriormente planteado, es que se realizó un breve bosquejo sobre como se presenta la muerte, sus actitudes y costumbres ante la misma en algunas culturas, religiones, sociedades y países latinoamericanos.

Objetivos:

1.- Describir como es valorada la muerte de acuerdo a la religión, sociedad y país latinoamericano en que se presente.
2.- Describir las actitudes y costumbres ante la muerte en las diferentes sociedades, religiones y países latinoamericanos.

Desarrollo

En el Mundo Antiguo (10, 11) lo sobrenatural era omnipresente y todopoderoso, y cada acontecimiento alarmante en el campo de la naturaleza representaba un presagio especial enviado para servir de advertencia o de estímulo. Así tenemos que en Egipto (12, 13) es donde se encuentran, por primera vez, referencias al tratamiento psicosomático de las enfermedades, el hombre era tratado como un todo. Quizás, al comprender que con la muerte y la putrefacción del cuerpo rompía la unidad de éste, y el alma pretendió enfrentar esta disolución con el embalsamamiento; de esta forma mantenían el vínculo entre los muertos y los vivos.

Respecto a China (14, 15), las propias costumbres funerarias indicaban las grandes diferencias entre sus culturas; donde se han encontrado cadáveres de personas sacrificadas y enterradas con el difunto, siendo esto una práctica común. El mundo de estas culturas estaba poblado de deidades que controlaban la existencia de los humanos, cuya ira debía ser aplacada con ofrendas de cereales, sacrificios de animales y de seres humanos y libaciones de bebidas embriagantes. De ahí parte la costumbre de colocar alimentos en las tumbas de los chinos muertos.

En el Medioevo (1), en las antiguas civilizaciones mesopotámicas la enfermedad era considerada como castigo del pecado, en la civilización grecorromana como causa de inferioridad, en el cristianismo la enfermedad era símbolo de una vía para la purificación, gracia divina; constituyendo la muerte para algunos la liberación del sufrimiento y el comienzo del goce eterno.

En cuanto a las Culturas Aborígenes tenemos que los aztecas (16) prestaban especial atención a los ritos funerarios como forma de asegurar la supervivencia de sus muertos y que éstos ejercieran su acción protectora sobre los vivos; formaban parte de estos ritos la conservación de objetos del muerto que adquirían la función de amuletos de protección o de buena suerte.

Los incas (17) constituían una aristocracia victoriosa que dominaba las sociedades vencidas, para ellos la muerte era debido a la mala voluntad de alguien, fundamentalmente de las deidades enfurecidas por algún pecado, descuido en el culto o por algún contacto especial con los espíritus malévolos que existían en los vientos y las fuentes; de ahí que al tener las enfermedades causas sobrenaturales, debían ser curados por la magia o la religión. Entre los hallazgos arqueológicos se encuentra el mayor número de cráneos trepanados del mundo, no se ha podido encontrar indicios si se realizaban para descomprimir el cerebro o para ahuyentar los demonios. (18)

En las Culturas Africanas existe desde tiempos inmemorables la adoración a los muertos (manismo), donde los difuntos continúan viviendo en la mente de todo el pueblo africano, como ánimas, espíritus o seres sobrenaturales que conservan externamente su apariencia terrenal o asumen temporalmente el aspecto de animales.

De esta forma, los muertos continúan siendo miembros del clan no abandonan la comunidad, par lo cual necesitan sacrificios para prolongar su existencia en el otro mundo y renacer en sus descendientes, pues de lo contrario deben dejar de ser. La adoración de los antepasados significa mantener los nexos entre estos dos grupos del clan: los vivos y los muertos; romper estos lazos es amenazar con la destrucción a los vivos y a la comunidad en general. (22)

Las religiones juegan un papel importante a la hora de influir de formas positiva, negativa o neutra en todas las personas al pensar en su propia muerte o sobrellevar las muertes ajenas.
Las religiones proponen creencias acerca del más allá de la muerte.

Las religiones "usan" el poder de la muerte para desplazar a los hombres de la manera cotidiana de ver, entender y sentir las realidades.

Las religiones hablan de la muerte desde la profundidad de la experiencia sagrada de la existencia.

Los cristianos

Tienen la firme creencia en la fe de la encarnación de Dios en Jesucristo. El verdadero cristiano vive con la esperanza de la inmortalidad, porque cree en la resurrección de Jesucristo. Jesucristo aceptó la muerte cambiando de esta forma su significado, la elevó a la función de redentora y la trascendió por la resurrección. El hombre entra en al eternidad por la muerte, convirtiéndose, esta en el enlace entre el modo de ser temporal y el modo de ser eterno. Dios nos espera a todos para abrazarnos atentamente; porque hemos sido creados a su imagen y semejanza, y hemos sido redimidos por Jesucristo. Para los cristianos el alma surge con la concepción y a partir de ese momento es eterna. La muerte solo implica al cuerpo, el alma permanece siempre.

Tras la muerte tiene lugar un juicio en el que se valoran los méritos y deméritos del difunto; así el alma se salva o se condena viviendo eternamente en la gloria de Dios o apartados de él. Para los Padres de la Iglesia habrá un juicio final y previamente a este se producirá la resurrección de los muertos; nadie excepto Dios puede conocer el día y la hora del mismo. Según la iglesia cristiana, el cristianismo debe prepararse durante su vida para una muerte que siempre incierta, pero inevitable. Los cristianos entierran o incineran a sus muertos, si bien durante siglos lo común ha sido la inhumación, aunque en los últimos años va aumentando el número de cremaciones.

Para los budistas

La muerte no es más que un tránsito. Los actos positivos realizados a lo largo de nuestras vidas nos permitirán gozar de un karma favorable, los actos negativos inducirán un karma negativo. Renaceremos bajo una forma determinada por esta ley de causa y efecto; por eso la muerte no es un final, más bien parece un cambio de ropajes. El budismo no cree en un dios omnipotente y omnisciente, creador del cielo y la tierra; no existe en el ser humano un elemento superior trascendente como el espíritu y el alma; todo es inestable, transitorio e impersonal, no se habla de reencarnación propiamente sino de renacimiento. El apego que sentimos por nuestra existencia genera sufrimiento, lo que nos encadena a la rueda de nacimiento y muerte, generando futuros renacimientos.
Para la tradición hindú

Nadie nace ni muere en ningún momento, el alma imagina su nacimiento y su muerte. El hinduista cree en la trasmigración de las almas, ya que existe un principio de orden superior y permanente que denominan atman y que se podría traducir por espíritu. El atman se reencarna para ir purificándose y poder reencontrar su origen mediante una experiencia de vida denominada liberación definitiva (como resultado de una conducta implacable y sabiduría). La muerte para los hinduistas es solo un migrar del cuerpo y su liberación definitiva pondría fin a la reencarnación. Cuando una persona muere se incinera su cadáver, preferiblemente junto a un río sagrado.

El islamismo

Se basa en la oración ritual, el ayuno, la profesión de fe, la limosna y la peregrinación a la Meca. El único Dios es Alá y su profeta Mahoma. Tras la muerte del cuerpo físico el Alma es conducida al paraíso o al infierno. El paraíso se concibe como una especie de jardín donde se puede gozar de todos los disfrutes, incluso los materiales. El infierno es una región para el dolor y el sufrimiento. Los musulmanes también creen en el juicio universal y en la resurrección de los cuerpos. En el Islam, aunque cree en la resurrección, se utiliza la conciencia de la muerte como instrumento de sabiduría y conocimiento. Hay que morir antes de morir. Cuando un musulmán muere su cadáver es inhumado, el cuerpo se lava, perfuma y se envuelve en sudarios depositándose en la tumba sin ataúd.

Para los hebreos

El hombre no es un espíritu encarnado sino un cuerpo animado. Yahvé formó al hombre del polvo de con sus manos y alentó en su nariz un soplo de vida; lo hizo a su propia imagen y semejanza. El aliento divino es la vida del hombre. El destino del hombre es una cuestión puramente terrenal. Hemos salido del polvo y hemos de volver a él; esa es la base de la sabiduría y la consecuencia del pecado original. No se habla de la resurrección hasta fecha muy reciente, después del exilio y por influencia persa.

En la religión de Israel

Lo que constituye el objetivo central es la sumisión, la entrega y confianza en Yahvé, el señor de la vida y la muerte; no la fe en la vida ultratumba.

Los egipcios

Siempre creyeron en la otra vida, las tumbas más primitivas contenían muestras de comida y equipamiento. En general la imaginaban semejante al de este mundo, pero en mejor, con cacerías y cosechas abundantes, ricos banquetes y bellas muchachas. Primero se pensó que el rey pasaba su vida de ultratumba junto a RE (Dios del sol, rey de los dioses, padre de la humanidad y protector de los faraones), recorriendo diariamente el cielo con él. Después quedó vinculado al dios Osiris (Dios de la fertilidad y de la vegetación y Dios de la muerte), y cada rey al morir se identificaba con él. Este privilegio se extendió a todas las clases, de modo que todo hombre al morir se identificaba con Osiris.

Una buena conducta aseguraba un tránsito seguro al más allá; el corazón del difunto era puesto en una balanza, teniendo como contrapeso una pluma que representa la verdad. El resultado era consignado por Thot (Dios de la ciencia y la sabiduría, el inventor de la escritura) en presencia de Osiris, y los que no daban el peso eran destruidos para siempre. Ellos pensaban que el cuerpo del difunto permanecía en este mundo y que era el espíritu del muerto el que se iba al más allá y que necesitaba del cuerpo como de una base, y por eso ensayaron distintos y complicados métodos para preservar el cuerpo con la momificación; aunque en casos extremos una estatua o retrato del difunto podían servir como sustituto.

En América por ser un continente heterogéneo con diversidad de creencias, sociedades y raíces, se observa como los deudos de diferentes formas recuerdan y dicen adiós a sus seres queridos que tuvieron que partir al mundo desconocido de la muerte. Así tenemos que en:

Venezuela:

Los deudos preparan la despedida de sus seres queridos, en dependencia de las posibilidades económicas, pero de forma general se vela al fallecido en una funeraria o en la casa durante toda la noche, se ofrece café y recuerdan momentos de la vida del fallecido, antes de salir hacia el cementerio se hace una oración pidiendo por su alma; después se reúnen en la casa de los familiares para orar por el alma del fallecido por una hora diaria durante nueve días (novenario) y a los cuarenta días se realiza una misa o un servicio de acuerdo a la creencia religiosa. En los primeros días después del entierro se le llevan flores a la tumba a diario o semanal y con el transcurso del tiempo esta situación va disminuyendo a tal grado que únicamente para el día del cumpleaños o el día de los Santos Difuntos (1ero de noviembre) se les lleva flores.

Guatemala:

Guatemala es un país multicultural y multiling?e, que cuenta con diferentes mitos y costumbres que varían de un departamento a otro. La familia guatemalteca se caracteriza por mantener una unión en cualquier circunstancia, cuando una de estas fallece trabajan en conjunto para realizar los preparativos de la velación del difunto. La despedida de los fallecidos si es en el centro se vela al fallecido en una funeraria o en la casa, se ofrece tamales, chocolate, café, sopas y sándwich y se recuerdan anécdotas del mismo, al día siguiente se ofrece una misa de cuerpo presente en la iglesia y luego se dirigen al cementerio creando una caravana de autos; la velación puede durar de 24 a 48 horas con previa preparación del cadáver, en algunas ocasiones hasta más de 72 horas por la lejanía de algunos familiares.

En las demás provincias lo velan en la casa, a veces todo el pueblo pasa la noche junto al fallecido, fumando, tomando ron, jugando cartas, igualmente se ofrece comida; al amanecer se le hace una misa en la iglesia del pueblo y se dirigen al cementerio, caminando detrás del féretro algunas veces en compañía de mariachis o con música. Se reza por una hora diaria durante nueve días, a los cuarenta días se realiza una misa al año y a los siete años. El día de los Santos Difuntos (1ero de noviembre) se va al cementerio se limpia y adornan las criptas se les lleva su comida favorita y se deja en la tumba, luego se les eleva un papalote o cometa y se le mandan "telegramas" mandándoles saludos y peticiones de sus seres queridos. En la religión católica se realiza una misa de cuerpo presente antes de trasladarlo al cementerio.

Perú:

El peruano desde la antigüedad ha tenido mucho respeto por los fallecidos, la idea de la vida después de la muerte estuvo muy relacionado con la religión, pues tenían la idea de que si alguien moría era una ofrenda para su Dios por lo tanto realizaban ceremonias ante esta situación; la variación estaba dado según la cultura a la cual pertenecían y al dios que adoraban, en la mayoría de los casos por no decir todos adoraban al sol (INTI), a la tierra (Pacha).

Por ejemplo unos tenían la costumbre de que al morir el hombre de la casa lo enterraban en grandes sepulturas acompañados de sus mujeres y riquezas, con la creencia que no estén solos y que no les falte nada en la otra vida. Otros se destacaron por embalsamar a sus muertos para conservarlos mejor, los envolvían con tejidos hechos especialmente por ellos, una cultura muy reconocida en este arte fueron los Paracas, que además realizaban trepanaciones craneanas sustituyendo parte del cráneo con láminas. Todos eran enterrados con sus pertenencias, cerámicas, tejidos, joyas, alimentos, etc. En la actualidad si son de escasos recursos, hacen el velorio y lo entierran en las tierras de su propiedad después de haber realizado la misa con el párroco del lugar.

Cuando la posición económica es mayor en dependencia de la importancia del fallecido en vida, las peticiones familiares y el status social, se prolonga el velorio por tres días ofreciendo comidas y recordando como fue el fallecido en vida, durante el trayecto al cementerio se visita todo el pueblo los lugares que recorrió y donde pasó los momentos más importantes. A los ocho días se hace una fiesta donde por el día se reparte comida típica y bebidas, se charla, se pasan videos donde aparece el fallecido o se ven fotos del mismo. Por la noche se ora en la iglesia y se pide por el alma de este; esto se hace todos los años. En el caso de que el fallecido sea un niño lo visten de blanco al igual que el cajón representando la inocencia y pureza de esa criatura. El 2 de noviembre se celebra el día de los difuntos, donde le llevan comidas preferidas en vida y flores, es muy común que se preparen panes en forma de bebé que en quechua se llaman wawa tanta, que se le ponen en las tumbas.

Paraguay:

En este país se hace solamente un velorio en la capilla de la iglesia, la casa de la familia o en la funeraria toda la noche, en la cual se ora y se raparte café, al día siguiente se va hacia el cementerio donde se despide al fallecido con unas palabras del familiar más cercano, al regreso después del entierro se hace una recepción donde se brinda comida a todos los que acompañaron el féretro hasta el camposanto (cementerio). Se reza el novenario a la misma hora; cada año se le llevan flores en el aniversario de su muerte, en su cumpleaños, el día de los padres y las madres y en algún otro día especial de importancia para la familia.

Dominicana:

Si el fallecido vivió en el área rural, es preparado por alguien de la comunidad, lo maquillan y visten completamente de blanco y con la ropa interior al revés, es llevado a la casa donde ocurre el velorio. Si la familia tiene un status social alto como los arrendatarios y terratenientes, se contratan "lloronas" las cuales lloran toda la noche al fallecido por dinero, ya que se cree que mientras más se llore, más bueno era el fallecido; durante toda la noche se bebe ron y se juega póquer, al día siguiente se saca el féretro con los pies del fallecido por delante, ya que si no es así su alma se quedará en la casa. Se reza el novenario y cada año se le hace una hora santa que consiste en orar por él frente a un altar con una foto del fallecido. Si es un niño el que muere al velorio solo llegan niños y familiares, a los niños se les reparte juguetes para que disfruten lo que el fallecido no disfrutará. Si es una mujer embarazada se entierra con el feto entre sus piernas y si es una mujer que se iba a casar se entierra con el vestido de novia.

Panamá:

El panameño siente un profundo respeto por la muerte de un ser humano y lo manifiesta a través de conductas que son partes de sus costumbres y tradiciones. La percepción filosófica del panameño sobre la muerte está influida por la religión con una profunda esperanza de que la muerte es una etapa de la vida que culmina con la resurrección. Al morir una persona, explotan en llanto en todos tonos, pasado largo rato, en la gritería desnudan al cadáver, lo bañan bien y lo visten con las mejores ropas, incluso la corbata, el sombrero (le ponen el sombrero porque de lo contrario todos los pájaros que encuentre en su camino al cielo le picarían duro la cabeza), medias y zapatos pocas veces usadas por él (dicen que el difunto debe ir vestido de gala para presentarse ante Dios) antiguamente las mujeres eran enterradas. con todas sus joyas, hoy en día ha quedado suprimida esta costumbre.

Elaboran un altar con sábana blanca y lo adornan con pencas de ensueño y flores, se ponen velas encendidas, imágenes de santos, entre ellos un crucifijo y la virgen, un vaso con agua y la foto del muerto. Las mujeres y familiares del difunto se visten de negro por un largo tiempo en señal de luto. A la par que se realiza lo indicado, el encargado al efecto, "Masar Tuledi", prepara cuatro flechas con sus respectivos arcos, una canoa, ocho cañitas, dos cordeles trenzados "kuil-los",, que lo colocan sobre el cadáver y un manojo de flores de caña o pirulí. Las flechitas con los arcos son las armas que utilizará el difunto contra los animales dañinos que se le acerquen, la canoa le servirá como medio de locomoción en la subida del gran río "Kitiuála", los cordeles trenzados le servirán de látigo para pegarle al demonio que envidioso vendrá a molestarlo en su camino al cielo; el manojo de flores le indicará el camino al cielo.

Durante el rito funerario los deudos reciben manifestaciones de consuelos de amigos y conocidos, le llevan coronas y ramos de flores, se realiza una misa con cuerpo presente amenizada con música y coro, algunas personas hablan sobre las cualidades del difunto, se brindan café, cigarrillos, galletas, dulces; se hacen chistes, cuentos, anécdotas y antes de cerrar la tumba le echan flores y un poquito de tierra sobre el ataúd. Se reza el novenario y al finalizar se desmonta el altar, quitando poco a poco las imágenes y otros artículos colocados en él.

Algunos grupos indígenas entierran a sus muertos bajo el piso de la casa lo envuelven en una hamaca; así establecen una relación directa, especial y temporal entre los antepasados y los vivos, manifiestan que cuando un indio muere de forma violenta, su alma no abandona este mundo si no que queda vagando por los aires hasta el día en que debía de morir de muerte natural. Si el difunto es un estudiante, sus compañeros le hacen una calle de honor y le lanzan flores; si es músico se reúnen los músicos amigos y van interpretando piezas musicales durante el sepelio.

Ecuador:

Si un niño muere lo visten con ropas blancas y lo colocan en un ataúd blanco. Al adulto le ponen sus mejores ropas y lo entierran con sus objetos más preciados. Por lo general el funeral dura 2 días ofreciéndole a los presentes comidas y al tercer día se entierra, las personas se visten de negro y los familiares permanecen en duelo por un año. En algunos casos cuando llegan al cementerio le llevan serenatas como último homenaje y despedida hacia ellos. Al mes y al año se celebra una misa en donde se dan recuerdos con el nombre de la persona fallecida.

Cada año el 2 de noviembre celebran el Día de los Fieles Difuntos o finados, de origen cristiano, donde antiguamente era tradición compartir en el cementerio la colada mora y las guaguas de pan. Algunos pueblos indígenas especialmente del oriente ecuatoriano, un sacerdote "Shaman" realiza un ritual postmorten con hierbas y flores, después se coloca el fallecido en una balsa que está en el agua y mientras el pueblo hace una fiesta en honor al difunto, se quema su cuerpo, después de esto se recogen los restos de la balsa y se entierran para evitar que contamine el ambiente.

Bolivia:

Cuando una persona muere lo bañan y visten con la ropas preferidas por él, lo peinan y perfuman. El velorio dura dos días en la casa o en el salón de alguna funeraria, se brinda café, refrescos, bocaditos y comida a los presentes; concluídos estos dos días se organiza una caravana para el cementerio, en la iglesia del mismo se le ofrece una misa, es llevado al nicho y se abre el ataúd para despedirlo por última vez, se le colocan objetos preciados por el difunto o simplemente una flor. Se reza el novenario en casa del difunto y se brinda comida; los familiares se visten de negro durante todo es tiempo como expresión de luto por la perdida del ser querido; después cada año en la misma fecha de la muerte se celebra una misa a su memoria.

Honduras:

Los nativos concebían la muerte como un proceso trascendental de un cambio, donde la persona seguía su modo de vida en el más allá y por eso eran enterrados junto a sus objetos de trabajo, para que le sirviera en su nueva vida o sea que la muerte se veía como una forma de purificación y muchas veces se ofrecían personas a los dioses mayas como una forma de agradecimiento por las bendiciones relacionadas con la agricultura, las victorias de las guerras y con los cambios estacionales.

Muchos legados ancestrales se ven todavía en la región Occidental del país, donde aún existen descendientes directos de los mayas, cultura mesoamericana donde muchos de estos descendientes llevan productos ganaderos, avícolas y oros animales silvestres como agradecimiento a dioses por el nacimiento de algún hijo, por propiedades y saneamiento de enfermedades. En esta región Occidental del país ven a la muerte como el cambio a la nueva vida, donde el fallecido nace en la naturaleza, en el corazón de los animales de la selva, según el Nawal Maya; sin embargo en la región Norte (Garifuna, Misquitos y Lencas) reciben a la muerte como un proceso de encarnación, donde el difunto puede nacer en otra persona, dado este hecho por el mestizaje de esta región del país (negro, indígena y española), donde en sus bailes y ritos llaman a la revelación del difunto a materializarse dentro de otra persona.

Existen personas que refieren una comunicación mística con los fallecidos, manifestando que estos toman su cuerpo para comunicarse con familiares y amigos. En cuanto a la población católica, religión mayoritaria del país, durante el velorio brindan café y pan, se lleva el ataúd en hombros hasta el cementerio. Se celebra el 1 y 2 de noviembre el Día de los Fieles Difuntos con arreglos florales, reparaciones, se ofrecen misas (liturgia católica instaurada desde siglos atrás por el Concilio Arzobispal). Existen otras religiones y sectas (Maras) que realizan ritos dentro del cementerio en horas nocturnas con la muerte de cualquier persona como una forma de sacrificio hacia el diablo.

Conclusiones:

1. La muerte es valorada en la mayoría de las religiones como una continuación de la vida en otro mundo y la forma de comunicarse los vivos con los muertos.
2. Los pueblos latinoamericanos rinden tributo a sus familiares fallecidos mediante ritos funerarios de acuerdo a su cultura y costumbres.
3. El rezo del novenario es característicos de estos países latinoamericanos, independientemente de su status social y religión del país.
4. Es típico la celebración del Día de los Santos o Fieles Difuntos, el 1ro. o 2do. Día de noviembre.

Bibliografía

1. Amaro C. CM. Consideraciones histórico-culturales y éticas acerca de la muerte del ser humano. 2003.
2. Veath BM. The definition of death: ethical, philosophical , and policy confusion. En: Koneino J. ed. Brairo death : interrelated medical and social issues. Ann Ny Acad Sie 1977; 315:307-17.
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4. Walter AE ed. Cerebral death. Baltimore: Urban and Shawarzenberg, 1981.
5. Walter AE. An appraisal of the criterio of cerebral death. A summary statement. A collaborative study. Jama 1977; 237:982-6.
6. Ingvar DH, Widero J. Brain death: summary of a symposium. Lakartidningen 1982; 69:3804-14.
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9. Machado Curbelo C. Criterios cubanos para el diagnóstico de la muerte encefálica. La Habana: Ciencias Médicas, 1982.
10. Kramer SN. La historia comienza. En: Summer. Barcelona: Círculos de Lectores, 1974.
11. Walter K. Histoire de la Medicine. Marabout Université. Verviers : Editorial Gerald, 1962.
12. Ghalioungui P. Magic and medical science in ancient Egypt London: Hodder and Stoughton, 1963.
13. Garrison Fielding H. Historia de la Medicina. Madrid: Interamerica, 1966.
14. Botton Beja F. China, su historia y cultura hasta 1800. México. El colegio de México, 1984.
15. Kaptchuchk T J. Medicina China. Una trama sin tejedor. Barcelona: Los Libros de la Liebre de Marzo, 1998.
16. Sejoumée L. Las civilizaciones Precolombinas. México: Fondo de Cultura Económica, 1968.
17. Crouzet M. Historia General de las Civilizaciones. Siglo XVI y XVII. La Habana, 1968. (Edición Revolucionaria).
18. Alden MJ. Las Antiguas Culturas del Perú. México: Fondo de Cultura Económica, 1961.
19. Entralgo González A. Selección. África. Religión. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1979.


Autor:
Dra. Caridad Padrón Galárraga
Especialista 1er. Grado
Medicina Legal
Máster en Criminología
Dr. Eduardo Gómez Álvarez
Especialista 2do Grado
Medicina Interna
Profesor Auxiliar,
Facultad de ciencias médicas de la Habana "10 de octubre"


http://www.monografias.com/trabajos75/costumbres-muerte-religiones-paises-latinoamerica/costumbres-muerte-religiones-paises-latinoamerica2.shtml#ixzz4wvGYKPHf


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Insólitos ritos funerarios al rededor del mundo

El Día de Muertos es una celebración que honra a los difuntos el 1 y 2 de noviembre, y en nuestro país es tan importante, que en 2003, la Unesco declaró esta fecha como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, según señala la Secretaría de Cultura de México.

Los orígenes de esta celebración son anteriores a la llegada de los españoles, pues existen registros en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Sabemos que en la época prehispánica se conservaban los cráneos de los muertos como trofeos y se mostraban en rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento. Los entierros se acompañaban de ofrendas que contenían objetos que el fallecido había utilizado en vida y aquellos que podría necesitar en su tránsito al inframundo.

Es así como vemos que a lo largo de la historia, los seres humanos hemos tomado diferentes formas de despedir a nuestros seres queridos y que cada ritual, es característico de cada cultura, donde la espiritualidad y la religión toman un papel protagónico.

Sin embargo, actualmente se realizan ceremonias fúnebres que pueden parecernos perturbadoras y hasta macabras. Por eso, De10.mx trae para ti 10 de los rituales más raros que se practican en el mundo para decir adiós a los muertos. ¡No lo creerás!

1. Corea del Sur

En el año 2000 se aprobó una ley que obligaba a cualquier persona que enterrara a un ser querido, a exhumar los restos 60 años después, debido al poco espacio en los cementerios. Pero las familias han dejado de optar por el entierro o la cremación para convertir a sus muertos en gemas, las cuales se pueden ver en los hogares y son conocidas como “perlas de la muerte”.

2. Madagascar

En este país hay un grupo étnico que cada siete años celebra el “Famadihana”, un rito que consiste en sacar a los muertos de sus tumbas, envolverlos en sudarios nuevos y ¡bailar con ellos! Cuando acaban las danzas, los familiares “conviven” con los cadáveres y después de un rato son llevados nuevamente a sus tumbas, donde pasarán otros siete años de descanso.

3. Australia

Algunas tribus aborígenes acostumbran colocar los cadáveres sobre una plancha de madera, los cubren con hojas y ramas, y los dejan ahí hasta que se descompongan. Si están en este proceso y se les atraviesa una celebración importante, los fluidos que escurren del cuerpo podrido son untados en la piel de los jóvenes para que el muerto les transmita buenas cualidades. Además, los huesos del cadáver son pintados de rojo y depositados en una cueva. Algunos otros los colocan en sus casas como adorno.

4. Nueva Orleans, Estados Unidos

Aquí se lleva a cabo una procesión funeraria ambientada con jazz. Se trata de un hecho en el que se combina la alegría de la música con el dolor de los deudos, quienes son dirigidos al cementerio por una banda de música. Al principio, las melodías que se escuchan son tristes, pero una vez enterrado el cuerpo, las notas cambian a unas más alegres.

5. Filipinas

Los pueblos que habitaban la cordillera central al norte de la isla Luzón, creían que las almas de los muertos se asfixiaban debajo de la tierra, por lo que decidieron colgar los ataúdes en lo alto de los acantilados, o los iban apilando a la entrada de las cuevas. Este ritual también se practicó en algunas zonas de China e Indonesia.

6. Tíbet

Muchos budistas creen en la transmigración de los espíritus después de la muerte, es decir que el alma se mueve y el cuerpo se convierte en un recipiente vacío. Por ello, cuando alguien fallece, un sacerdote corta en trozos el cuerpo del difunto y los coloca en las montañas exponiéndolos a los buitres, a fin de que pueda estar en contacto con los ciclos de la naturaleza.

7. Holanda / Bélgica

Aunque un funeral suele ser un momento solemne y triste, en estos países de Europa han buscado hacer de estos casos algo más alegre, para lo cual ¡contratan payasos! Ellos aparecen haciendo trucos y bromas durante los momentos más duros del funeral.

8. Amazonas

La tribu Yanomamö realiza un peculiar ritual. Primero, anuncian la muerte de un pariente con gritos y sollozos, para luego incinerarlo inmediatamente, pues creen que la vida es arrebatada por un espíritu maligno enviado por un chamán. Las cenizas se guardan durante un año y luego son consumidas por los familiares del difunto, pues creen que ahí reside su energía vital.

9. Papúa Nueva Guinea

En la etnia Ndani tienen una temible tradición. Cuando un jefe de familia muere, un sacerdote visita a la esposa e hijos del fallecido para cortar alguno de sus dedos. ¡Sí, leíste bien! La amputación es larga y dolorosa, ya que atan una cuerda de cáñamo al dedo y la jalan hasta que la piel y el hueso se rompen. Con los dedos y un poco de cabello humano, se hace un collar y se le coloca al muerto antes de enterrarlo.

10. Ataúdes de fantasía

Los ataúdes no siempre son simples cajas de madera. En Ghana, estas cajas mortuorias talladas a mano y pintadas de vivos colores son una tradición nacional. Son obras de arte individuales que pueden tomar casi cualquier forma, desde animales, vehículos o hasta botellas de refresco.

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Con información de eHow, Gayosso.com, Cultura Colectiva y Difundir.org

Publicado en:

http://de10.com.mx/top-10/2016/11/01/10-insolitos-ritos-funerarios-alrededor-del-mundo


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Los sepelios de antaño en Quito

Javier Gomezjurado * 29 de octubre de 2017 00:43

Fue a mediados del siglo XIX, poco antes de la creación del Cementerio de San Diego, cuando apareció la costumbre de colocar un cadáver en un ataúd o féretro; la misma que con el tiempo cobraría fuerza entre los habitantes de la ciudad, puesto que durante la Colonia el cuerpo únicamente era amortajado y envuelto antes de ser sepultado ya sea en tierra o en un nicho.

En un principio eran unas cuantas tablas clavadas. Posteriormente, tales ataúdes fueron mejorando su aspecto y acabado, llegando incluso a ser forrados en su parte interior con telas que, dependiendo de la calidad y costo, podían ser lienzos asedados o randas. Los colores asimismo fueron diversos: blancos, grises y negros en función de la edad; aunque también se confeccionaron cafés, verdes y morados, algunos aterciopelados.


Si el fallecido había pertenecido a una familia socioeconómicamente acomodada, o fue un militar o religioso de renombre, o un sujeto importante en la política, por lo general tenía un entierro de primera. Si fue un funcionario público, un militar de mediana graduación, un comerciante con algo de dinero, o si había pertenecido a lo que se conocía como ‘clase media’, tenía un entierro de segunda.

Y si el occiso era del ‘estado llano’ o la entonces denominada ‘clase baja’, tenía un entierro de tercera; procurando que, en cualquier caso, el difunto fuera vestido con sus mejores ropas, si las tenía. 
 Se debían realizar los responsos para el difunto para recomendar su espíritu a Dios: consistían en un Padrenuestro y una oración o plegaria, que costaban un real cada uno, allá por la década de 1860.

Si los responsos no eran cantados sino hablados, ya sea en la iglesia o en el cementerio, se podían conseguir cuatro de ellos por medio real; aunque por lo general los deudos debían pagar en total veinte pesos por cuatro responsos, una misa cantada y una vigilia, recibiendo el acompañamiento de manera gratuita. Aparte de estos honorarios existían otros que se debían pagar a la Iglesia en estas ocasiones, y eran los llamados fábrica de iglesia, que servían para pagar al organista y los cantores, para barrer la iglesia, comprar cera, vino y otros objetos para la ceremonia religiosa.

Estos costaban un peso y medio para los entierros de primera clase, un peso para los de segunda, y cuatro reales para los de tercera clase.
 Si el difunto era un niño, era vestido con ropas blancas y colocado en un ataúd de igual color. Si era menor de 10 años, el cura cobraba seis pesos por entierro de primera clase, tres pesos si era de segunda, y un peso si era de tercera. Estos honorarios eran independientes del lugar de entierro.


Durante el último tercio del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, y en virtud de que Quito era muy pequeño, la información de un deceso se realizaba directamente, enviando un mensajero a los familiares y amigos más allegados, quienes luego se encargarían de regar la noticia por casi toda la ciudad. Poco a poco se fue adoptando la costumbre de enviar una nota escrita o de publicarlo en los primeros periódicos de la ciudad.

En ambos casos, el deprimente tañido de las campanas parroquiales confirmaba la triste noticia. 
Acto seguido se contrataban los servicios de alguno de los carpinteros especializados en construir los primeros ataúdes en Quito y, años más tarde, los servicios de la Agencia Fúnebre Puente -pionera en su género- y de la Sociedad Funeraria Nacional. La primera fue fundada por Wenceslao Puente Arboleda hacia 1880, e inicialmente estuvo ubicada en las calles Chile y Cuenca, cerca de la plazoleta de La Merced. Brindaba servicios de primera, segunda y tercera, y poseía hermosos coches mortuorios que eran tirados por corceles adornados que eran exhibidos en la plazoleta.

El negocio fue heredado por su hijo Rafael Puente Rodríguez y posteriormente manejado por su medio hermano Wenceslao Puente Astudillo, y la funeraria trasladada a un local de la calle Espejo, junto al Teatro Bolívar.
 Esas agencias, así como otras que aparecieron después, transformaban con celeridad la casa donde se haría el velorio. Según el costumbrista Armando Pesantes, “una grande y espesa cortina negra era colgada del dintel de la puerta de calle para anunciar el lúgubre suceso y como todas las residencias eran similares, el clásico zaguán lucía forrado de bayeta del mismo color.

La capilla ardiente se erigía en el salón principal, previamente despojado de adornos mundanos y redecorado con los consabidos colgajos y alfombras de tétrica coloración, los mismos que, transportados, traídos y llevados de aquí para allá hervían de irreverentes y traviesas pulgas que hacían su agosto en cualquier mes del año”. Las paredes quedaban destrozadas, pues “grandes clavos eran introducidos en los muros para fijar colgaduras y coronas de olor característico ‘a velorio’ en el pronto sofocante ambiente. Al centro de la sala, rodeado de cirios encendidos y humeantes que tiznaban el cielo raso, el ataúd forrado de peluche encerraba los tristes despojos que recibían el homenaje de deudos y visitantes, todos ataviados de sólido color azabache”. 


La costumbre de vestir de negro en el mundo occidental es muy antigua, pues desde tiempos de los romanos se vestía la toga pulla hecha de lana de color oscuro durante el luto. Tal color evidencia un sentimiento de pena y duelo ante el fallecimiento de un ser querido, así como respeto al difunto; aunque desde una perspectiva antropológica sugiera temor a la muerte y, por extensión, al espíritu del difunto, el cual podrían ingresar al cuerpo de los vivos y poseerlos.

En tal sentido, había que disfrazarse de espíritu -vistiendo de negro- para evitar ser reconocido por los espíritus reales, incluido el del recién fallecido.
Por su parte, la viuda debía cubrirse la cara con un velo, para ocultarse de aquel espíritu merodeador del difunto marido; debiendo llevar un riguroso luto a veces durante toda su vida -según el Almanaque Bristol- o por muchos años -si antes no contraía nuevas nupcias-, lo cual era vigilado estrictamente por las beatas de la sociedad quiteña de entonces. 
Los padres e hijos del muerto debían llevar el luto por diez años; los hermanos, por cinco; y los tíos o primos, por dos años. Tomando en cuenta que las familias de aquel entonces eran extensas y necesariamente sufrían constantes bajas, éstas “vivían prácticamente uniformadas de negro, pues ni bien pensaban en salir de un luto caían en otro”.

Si ello no ocurría, luego de un tiempo y cicatrizadas las heridas del alma, los enlutados pasaban a un ‘medio luto’ de transición; que incluía colores grises y plomos entre los hombres, así como lilas, violáceos e incluso blancos entre las mujeres. Les estaba vedado a los familiares del extinto ir a fiestas, tocar música, bailar, ir al cine (cuando éste apareció en la década de 1920) y otras actividades mundanas, pues significaban profanar la memoria del difunto.
Una vez colocado el cuerpo del difunto en su respectivo ataúd en el salón principal -cuando lo había- o en cualquier otro lado de la casa, era velado durante dos o tres días con sus noches; donde se rezaban constantemente el ‘rosario’ -con sus Misterios-, plegarias e interminables letanías.


A partir del siglo XX se popularizó servir algunos ‘canelazos’, galletas, café y cigarrillos a los presentes; y se volvió costumbre contar chismes y ‘cachos’ o chistes para despejar el sueño de la noche. Empero, el velatorio siempre tuvo un gran significado para los deudos, puesto que representa el tiempo donde se solemniza el paso de la vida a la muerte, y el duelo entre la divinidad suprema y el infierno. En dicho velatorio, cada accesorio funerario cumple un significado en el ritual católico. La cruz simboliza el espíritu y la resurrección; la sábana santa (representada ahora en el forro blanco interno del ataúd) significa la pureza; los cirios encarnan la luz y la divinidad; las flores, la vida eterna; y el agua (que era arrojada por el sacerdote sobre el ataúd), la purificación. 


Si bien los velorios solían ser muy formales y sobrios, durante el mismo era de ‘buen ver’ que la viuda y los familiares más íntimos protagonizaran escenas y lamentos patéticos y conmovedores, tales como desmayarse, llorar y gritar; acontecimientos muchos de ellos reales o a veces fingidos. En ocasiones, el traslado, iba acompañado de exclamaciones del talante de: “no sean malos, no se lo lleven”, “llévame contigo”, “cómo voy a vivir sin ti”, o “tan bueno que era”.


Terminados los días del velorio, el cuerpo era trasladado al cementerio. Una carroza tirada por caballos lo esperaba en la puerta de la casa del duelo. Si el entierro era de primera, serían ocho los corceles “enfundados en gualdrapas prietas, portadores además de sendos penachos de igual color en las cabezas. Los guiaban otros tantos palafreneros disfrazados de lacayos del siglo XVIII, con tricornio y todo”. Si era un entierro de segunda, eran seis e incluso cuatro los rocines; y si se trataba de un entierro de tercera, solo serían dos desgarbados jamelgos los que tirasen un furgón de madera. 


En ciertos casos, cuando se trataba de entierros de primer, el cortejo hacia el camposanto -presidido por la viuda y los familiares más íntimos- era seguido por autoridades y personajes distinguidos, acompañados además por uno (y a veces dos o tres) sacerdotes, un sacristán con incensario y un monaguillo. Dependiendo de la categoría, un grupo de cantores entonaba himnos religiosos, o alguna banda tocaba marchas fúnebres.

Al llegar a la última morada, y luego de algunas oraciones y en ocasiones una misa, el párroco aspergeaba el féretro con agua bendita y pronunciaba la Última Encomendación del alma del difunto. Finalmente, el cadáver era sepultado en tierra o en nicho, acompañado de nuevos lloros, desmayos y adioses. Solo en la tierra, de acuerdo con el rito católico, su alma gozará del cielo, penará en el purgatorio, o sufrirá eternamente en las brasas del averno.


Gran parte de estas costumbres prácticamente han desaparecido a nivel urbano; y solo pueden ser observadas -muy de cuando en cuando- en algunos pueblos aledaños a la capital. Hoy, estas prácticas ceremoniales forman parte de los recuerdos de antaño en torno a la temible muerte, que algún día a todos nos visitará.

Publicado en:

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Fuente: El panameño siente un profundo respeto por la muerte de un ser humano y lo manifiesta a través de conductas que son partes de sus costumbres y tradicio
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