Colombia: utopía Siglo XXI

 
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Política y geográficamente Colombia es un país inviable, una quimera que ha generado todas las desgracias humanas y sociales. Y como tal debe dar lugar a una nueva realidad que permita la cristalización de los anhelos democráticos de paz, equidad, justicia y progreso. Desde sus inicios como patria únicamente produjo tragedias en hombres y pueblos, a los primeros convirtiéndolos en una especie de masa carente de pensamiento y a los segundos enmarcándolos en unos principios que jamás compartieron ni anhelaron.

Colombia: utopía Siglo XXI

En 1903 Panamá -alentado por los Norteamericanos- se separa definitivamente de Colombia evitando la tragedia de convertirse en un territorio más de un país sumido en la pobreza, la guerra y la ignorancia. De haber continuado incorporado a Colombia seguramente sería un departamento pobre y miserable, con estadísticas iguales o peores que Nariño, Amazonas, Guajira o Guainía. Quedaría tan lejos de la capital que el presupuesto nunca le llegaría. Doloroso reconocerlo pero es así.

En “nuestro” país son pocas las zonas que se puede decir han progresado, entre estas Bogotá o Medellín. El resto compartimos un estigma de abandono, atraso y pobreza. No existe equidad y cada vez se abren más las brechas entre las regiones; Colombia es una colcha de retazos unida por los hilos de la miseria. Los cuatro puntos cardinales son un claro indicio de que lo afirmado es cierto y no admite discusión alguna. Y lo más probable es que así continuaremos por muchas décadas más y dentro de cincuenta o cien años nos encontraremos el mismo panorama agravado por graves e irreversibles problemas ambientales, demográficos y ecológicos.

Colombia es un país inviable; no nos une ni siquiera la historia, mucho menos la economía o tan siquiera una visión de conjunto. Nos odiamos y nos detestamos al punto de anhelar permanentemente no habitar este país. Con frecuencia escuchamos evocar el sueño de nuevos países que nos permitan una verdadera identidad. Imagino el gran país del Putumayo o del Gran Pacifico o la unidad geográfica y territorial del Gran Oriente Colombiano. Solo para mencionar algunos. Y es que en Colombia nos hemos habituado a creer que únicamente los cachacos o los antioqueños son gente pujante y echada para adelante; la verdad es que ahí se concentra la clase política que ha sabido dividir al país para perpetuar sus mezquindades presupuestales. No son más inteligentes ni mejor preparados son, simplemente, utilitaristas y regionalistas olvidándose que el país somos todos y como tal el presupuesto debe contribuir por igual en todas las regiones.

Debemos derribar el mito de la superioridad racial o geográfica y buscar un nuevo país. Imagino a la Nueva República de Nariño y sus inmensas posibilidades geográficas y territoriales, rica en recursos y con una posición geoestratégica que hasta el momento no se ha manejado convenientemente. Nuestros gobernantes no han tenido ni la grandeza ni la visión de jalonar procesos que hagan de esta región -Amazónica, Andina y Pacifico- un emporio de progreso y desarrollo. Todo queda en el centro el país o en sus alrededores, alimentando el mito de razas superiores y con el designio de mandar y usufructuarse del presupuesto nacional.

Electoralmente y debido a factores poblacionales las regiones centrales terminan imponiendo sus candidatos, gobernando exclusivamente para ellos. Jamás alcanzaremos una verdadera democracia en estas condiciones electorales y políticas. En consecuencia se hace necesario parir un nuevo orden político y territorial. No podemos continuar bajo la égida de unos dirigentes ciegos e incompetentes que con su visión estancada de la historia únicamente logran pobreza, miseria y abandono. Panamá nos dio ejemplo y nos demostró con ello que la extensión territorial no es factor determinante a la hora de exigir justicia y civilidad para su gente. Para estos tiempos históricos se requiere grandeza de alma y dignidad de los pueblos. Fracasamos como patria, cachacos y antioqueños nos hastiaron de su alter ego al condenarnos a las migajas de una nueva mirada territorial. No hay patria, hay patrias que se resisten a no ser.

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