Metas, sueños, ensoñaciones eclípticas que viven en nuestra mente como pequeños inquilinos infectados de promesas que alimentan nuestro ego. Ese ego que hace que nos prometamos cosas impensables pero creadas en nuestro mundo ilusorio como una realidad que sólo nos dará la eterna felicidad con ese objetivo conseguido.
Hoy quiero hablaros de un sueño que muchos niños y niñas tienen, habita en sus pies descalzos, en sus camisetas manchadas de hierba, en sus labios rojos pintados de mala manera con el pintalabios de mamá. Estas “jóvenes promesas”, pueden verse hoy en calles, plazas, comedores sociales… los tienes tan cerca pero claro, el individuo es tan egoísta que sólo mira en sus propias metas, como la de conseguir la perfección, ser el más “popular” de su grupo o simplemente no dar la felicidad a quien le regala una sonrisa. No pude evitar pensar: todos fuimos niños una vez y sin embargo ¿Por qué seguimos tolerando esta injusticia? Esta benevolencia pagada con miradas borrosas y oídos sordos cuando vemos a los niños y niñas que andan perdidos en las calles , recogiendo chatarra o simplemente cometiendo hurtos para pagar “ las posibilidades de sus padres”.
Ya no hace falta ir a Sudáfrica, a las frías tierras de Rusia, ni si quiera a la Colombia salvaje en la que aún andan niños provistos de una analfabetismo inherente, sal a la calle, puedes verlos, andan contigo incluso se sientan en tu mismo banco del parque.
Si aún nos queda un poco de…, no diré civismo, no diré educación, diré humanidad para ver que todos, ricos o pobres, niños o mayores, todos tenemos sueños, desde el chico que limpia coches y que tal vez sólo lo hace para poder visitar a su novia, la mujer que trabaja cuidando niños, a mujeres asistentas hasta los jóvenes universitarios que tras la máscara de la “reforma educativa” aún se sienten cómodos provistos de seguridad.
Todos tenemos sueños, esperanzas, y todos absolutamente todos merecemos ser felices.
Así que yo pido por todas las personas que hoy se encuentran no en riesgo de pobreza, no en riesgo de exclusión social, sino en riesgo de ver que sus ilusiones pueden quedar en el olvido.