10 marzo 2024
- Es esta una historia que en esta fecha me gusta siempre recordar, la cual me la contó como propia una compañera que se llamaba Jaineba en un descanso de la sesión de fisioterapia del ayer cercano, una historia que yo ya he publicado alguna otra vez, pero que me va a gustar volver a traerla aquí en este mi blog de retocados enfoques de palabrerías olvidadas:
"- Dos enfermos compartían hospital en habitaciones contiguas y mientras uno reposaba inmóvil en su lecho tras un aparatoso accidente de tráfico del que salió vivo de milagro, el otro andaba por la misma y le contaba al otro grandes historias alegres llenas de vida en su visita diaria, pintando en su imaginación todo lo que se veía por la ventana de la habitación al que el inmóvil (el accidentado), en modo alguno, podía llegar.
- Así fue día tras día, uno tras otro, durante seis largos meses, pero un buen día su amigo, el que le contaba todo lo que pasaba detrás de la ventana, dejó de venir sin que nadie pudiera decirle por qué. Se habrá ido, pensó.
- Pasaron tres meses más y el enfermo inmóvil dejó de serlo e inmediatamente que pudo levantarse se acercó a la ventana y con gran sorpresa para él, se dio cuenta de que la ventana daba a un patio interior. ¿pero cómo es posible? - exclamó, extrañado. Le preguntó al auxiliar de clínica si esa ventana siempre había tenido esta vista y él le contestó aún más extrañado que ... “naturalmente”. Pero eso no puede ser, mi amigo el vecino de habitación me regalaba unos extraordinarios relatos de lo que veía por esta ventana. Se acercó a la habitación contigua y preguntó a quién estaba allí, que no era otro más que otro auxiliar de clínica: “Hace unos tres meses ocupaba esta habitación un enfermo con el que mantuve una magnífica relación y dejó de visitarme sin más” – Ah, se refiere Ud. a José, el bueno de José, pues murió hace tres meses, murió de una terrible e incurable enfermedad que acabó con él, sin dolor, de un suspiro, pero se fue con un solo lamento, nunca había sabido de qué color eran los ojos de la vida, pues él era ciego de nacimiento.
- El accidentado recorrió medio mundo de la farragosa administración sanitaría hasta que encontró la dirección de los padres de José y fue a verlos. Desde entonces, el amigo hospitalario de José se convirtió en un familiar más de esa bendita familia al cual se le trata como si fuera su propio hijo."
- Quedé atónito después de escuchar este relato de Jaineba, una preciosa joven senegalesa, que acabó llorando al recordar a su José (al parecer hablaba de la historia de su propio hijo), y sin poder evitarlo nos abrazamos todos con ella intentando darle consuelo.
- Mientras tanto mis ojos se hicieron con el brillo de las grandes emociones y en mi mente una reflexión: Que ignorantes e ingratos, podemos ser cuando no somos capaces de saber apreciar lo que tenemos.
@etarragó
Fuente: etarragof.blogspot.com