20/02/2023 América
Manhattan en 1660, cuando era parte de Nueva Amsterdam. El norte queda a la derecha.
Es bien sabido que la capital de los Estados Unidos no es Nueva York, sino Washington, pero si hay una ciudad que tiene méritos para serlo esa es la primera, de hecho, fue la capital del país del Tío Sam durante un tiempo.
Los orígenes de una gran ciudad
Empecemos por el principio. El primer explorador en llegar a la isla de Manhattan fue el navegante y explorador italiano Giovanni da Verrazzano en 1524 que, al servicio del rey Francisco I de Francia, exploró la costa atlántica de Norteamérica en busca de un paso por el noreste hacia la India. Después vino el británico Hudson en 1609, al servicio de los Países Bajos y fueron los holandeses los primeros europeos en instalarse en la zona construyendo en 1614, el primer asentamiento. Doce años después, y según cuenta la leyenda, el gobernador de la compañía holandesa de las Indias occidentales hizo uno de los mayores «pelotazos» de la Historia al comprar la isla de Manhattan a los indios por 25 dólares de entonces (unos 60 florines), el equivalente a mil dólares de nuestros tiempos, y fundó la colonia conocida como Nueva Ámsterdam. El Tratado de Westminster en 1674 hizo que la isla pasara de manos holandesas a inglesas y fue entonces que la rebautizaron con el nombre de Nueva York en honor al Duque de York.
Durante la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos (1775 y 1781) la ciudad tuvo un importante papel y fue escenario de varias batallas ocurridas entre julio de 1776 y marzo de 1777, enfrentando a los Estados Unidos al mando del general George Washington y el Reino de Gran Bretaña a las órdenes del general William Howe.
En 1774, poco antes de iniciarse la Guerra de Independencia, los representantes de doce de las Trece Colonias se reunieron en Filadelfia y eligieron a Peyton Randolph como responsable del gobierno provisional que surgiría dos años después con la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776. Podríamos considerar a Filadelfia la primera capital de lo que poco después serían los Estados Unidos de América y en los años sucesivos esta capitalidad fue sucediéndose en las poblaciones en las que residía alguno de los políticos que encabezaron esos gobiernos provisionales, hasta que en 1788 ganó las elecciones George Washington.
Jefferson versus Washington
Nueva York fue capital en varias etapas (la más larga entre 1785 y 1790). Los representantes del Congreso y la cámara legislativa se reunían en el Federal Hall, un edificio frente la actual sede de la Bolsa de Wall Street, construido en 1700 como primer ayuntamiento y que fue utilizado como Capitolio durante un año. George Washington celebró su investidura como primer presidente en este emblemático lugar en 1789 y pronunció allí el famoso discurso de despedida a sus tropas al final de la guerra.
Permitidme ahora que hable de Samuel Fraunces a quien en 1756 se le concedió una de las 218 licencias de taberna de la ciudad, y entre 1758 y 1762 adquirió y regentó Free Mason’s Arms, al oeste de Broadway, taberna donde se reunían los Hijos de la Libertad antes de la Guerra de la Independencia, una organización de patriotas americanos que surgieron en las colonias británicas de América del Norte para proteger los derechos de los colonos.
En 1762, Samuel Fraunces adquirió el edificio actualmente conocido como 54 Pearl Street (en la esquina de Dock y Broad Street), una casa de ladrillos construida en 1719 en el mismo lugar donde a finales del siglo XVII se ubicaba un vertedero, convirtiéndola en la Fraunces Tavern.
Aunque no pondría la mano en el fuego (bueno, puede que sí), muchos de nuestros diputados cuando acuden a «trabajar» al Congreso de Diputados en Madrid, pasan también algunas horas en algún bar cercano, en algún restaurante para alguna «comida de trabajo» o vete tú a saber a dónde van. Pues igual hicieron los primeros políticos y congresistas que acudían a Nueva York a finales del siglo XVIII, aunque ellos se reunían en la Fraunces Tavern, donde pasaron más tiempo que en el Federal Hall trabajando por el país y debatiendo sobre cómo debía ser la nueva nación, eso sí, siendo una taberna, imagino que también comieron y bebieron por el país. En 1785 Fraunces alquila al gobierno la Taberna por dos años como espacio para las Oficinas de Relaciones Exteriores y la Oficina de Guerra.
Durante todos estos años el edificio sufrió incendios y calamidades, pero su importancia histórica hizo que se reconstruya en diversas ocasiones, como podéis ver en la imagen de abajo, convirtiéndose en la actualidad en museo, además de seguir su actividad como taberna.
Nueva York en aquellos tiempos contaba con unos 28 000 habitantes, sus calles, embarradas tras las lluvias, sin pavimentar y con animales de todo tipo transitando entre las personas, sus aceras oscuras cuando caía el sol, sin luz. Vaya, nada comparable a otras grandes ciudades europeas como París y Londres. Sin embargo, algunos representantes políticos, entre ellos George Washington y su amigo y fundador del Banco de Nueva York, Alexander Hamilton, pensaban que la ciudad tenía que ser la capital definitiva del país, pero se encontraron con la férrea oposición de Thomas Jefferson que odiaba a la ciudad. Tras acaloradas discusiones se decidió llegar a un acuerdo: Jefferson accedió a que el gobierno federal asumiera las deudas de guerra de la república, pero la capital se trasladaría a otro lugar que no fuera Nueva York.
Washington D. C., capital de los Estados Unidos de América
El 16 de julio de 1790 se declaró oficialmente a Georgetown -que era como se conocía hasta entonces a la ciudad de Washington- capital de los Estados Unidos. Pero la ciudad aún tenía que levantar la Casa Blanca y el Capitolio desde el «Distrito de Columbia» (de allí las iniciales D. C.) para estar operativa y es en este período de tiempo que se trasladó la capital provisionalmente a Filadelfia.
No fue hasta noviembre de 1800 que Washington D. C. comenzara a ejercer como capital oficial bajo el mandato de John Adams, inaugurándose ese mismo mes la Casa Blanca y el Capitolio. Lastimosamente para Adams, Thomas Jefferson le venció en las elecciones que se celebraron unos meses después y fue este quien terminara siendo para muchos el principal valedor de que la ciudad de Washington fuera el centro político de la nación.
Como curiosidad terminar diciendo que una vez elegido George Washington primer presidente de los Estados Unidos en 1789, contrató a Fraunces como su mayordomo principal en Nueva York, supervisando y seleccionando su comida.
Fuente: franciscojaviertostado.com