El grito emancipación en Colombia

 
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Nelson Germán Sánchez Pérez – Gersan-

¿Qué por qué sigue protestando? Que chito. Que se vayan para la casa. Que es más grave que bloquen una vía a que los asesinen miembros de las fuerzas del Estado por protestar. Que se recuperen a sangre y fuego las calles bloqueadas por el bien superior de la tranquilidad vecinal y la movilidad. Que por ellos se quebraron en 27 días la industria y el comercio nacional. Por favor ¡BASTA YA! (palabras de moda) de tratar de imponer un relato ficticio y ajeno a la realidad de este país contra los protestantes pacíficos, especialmente los jóvenes. Y hago énfasis en los pacíficos porque con vándalos y asesinos, cero tolerancias.

Ponderémonos. Aquí no se trata de tener la razón frente a la protesta y el paro, si no usar los lentes de la verdad sobre los hechos que los motivaron, mucho más allá de la estética en las mismas. Hacer un esfuerzo para comprender que lo expresado en las calles es la confluencia de una disimilitud de necesidades que estallaron y que habían entrado en pausa desde el año 2019 y no fueron solucionadas. De una enorme cantidad de sin sabores y necesidades esparcidas por todo el país, que llevaron a sus “sufrientes” a ir juntándose para reclamar a grito herido su presencia. El yo soy, yo existo, soy parte de, este también es mi lugar. Una suma de pequeñas voluntades inconformes, no atenidos, no vagos y que tampoco piden nada regalado.

Son esos millones de jóvenes, y no tan jóvenes, que se emanciparon al comprender que no es digno, no alcanza, es infame vivir con 900 mil pesos al mes si otros ganan 35 millones y les dan todo, mientras ellos para poder arañar algo de bienestar familiar deben sacrificar vida y tiempo de no menos de tres de sus miembros. Se emanciparon de una sociedad enormemente inequitativa, de la falta de oportunidades laborales y mal remuneradas, de prebendas exageradas a congresistas y altos funcionarios del Estado, de exenciones y descuentos para los más ricos, los bancos y las grandes compañías, especialmente multinacionales.

Del hecho que ante sus narices se sigan robando billones de pesos hoy como ayer, como hace una década y que la impunidad sea ya la marca país. Mientras desde la impostación oficial se sigue con el discurso desgastado de investigaciones exhaustivas, cero tolerancia a la corrupción y castigos ejemplares. De que no pase nada, ni se diga, que según el DANE en un año se perdieron dos décadas de avances contra la pobreza y hoy a más de 28 millones de compatriotas están en tal condición y ya casi 8 millones están en la miseria absoluta. Igualmente, de que hay casi cuatro millones de jóvenes que no trabajan ni estudian, y a quienes sí lo hacen, la estructura laboral no logra absorberlos, ese es el motivo de la emancipación. Mientras quien tenía que dar las soluciones se entretenía en conducir un reallity show por televisión, pero no concibió ni ejecutó una política de Estado contra el Covid -lo denunció hasta la saciedad la Federación Médica Colombiana- y ya todos padecemos los desastrosos resultados:  paquidermia para comprar vacunas, altos costos por dosis y la extrema lentitud en la aplicación.

Y sí, hay un enorme sentimiento de rabia, frustración y desconfianza hacia lo público, hacia el Estado, hacia el Gobierno, el establecimiento o la institucionalidad, que aunque sabemos son epistemológicamente distintos, en este país parecieran una amalgama inexpugnable, un todo de lo mismo. Por culpa, claro está, mayoritariamente del actuar histórico de la dirigencia política, gubernativa y estatal que ha sido enormemente inferior a su compromiso y responsabilidad ética y moral de conducir la nación. En eso tampoco nos llamemos a engaños y es tan evidente como que el Sol saldrá mañana. Claro, también a causa de ciudadanos temerosos, mentecatos, acomodaticios y arrodillados ante el poder que lo permitimos.

Razón de más para que la ponderación que hoy se enarbola no deba tomarse como volvamos a lo mismo, nada pasó y armemos un “Gobierno de Unidad Nacional”, porque esa es la vieja trampa para gobernar con los mismos, para lo mismo. No. Duque debe hacerse responsable de su propio desastre junto a su partido y los que lo apoyaron: Cambio Radical, Conservadores, Liberales, cristianos y parte de la U. La ponderación tampoco debe tomarse como un diálogo donde nadie escucha, si no por el contrario, el de la inteligencia, la sabiduría y el entendimiento del otro; no atacándolo sino escuchándolo en silencio. Pasar del ensimismamiento sin estigmatizar ni culpar gratuitamente a nadie y hacia el construyamos.  Por supuesto, no solo desde el éxito personal o el imponer nuestras ideas, si no desde la diversidad que lleva la unidad, en busca del bien común y el progreso colectivo. Hay que dejar el miedo, el gran culpable de haber llegado a todo esto, el cultivado por acostumbrarnos a agredirnos, atacarnos, matarnos y por olvidar la dignidad que tiene y merece el otro; ese miedo que nos permitimos y dejamos acrecentar por la desconfianza hacia el diferente.

Pero igual, esa emancipación debe canalizarse para lograr un cambio de fondo, estructural en los órganos de poder y del acceso a ellos. En la llamada institucionalidad, a eso a lo que hoy se apela como si fuera un mantra sagrado y que algunos repiten ciegamente como monjes budistas: respeto a la institucionalidad, respeto a la institucionalidad, respeto a la institucionalidad, buscando generar una masiva conducta de genuflexión, tal como cuando aparecía el Dios Sol ante su pueblo. Pero la mala noticia es que hoy -esa institucionalidad- simplemente parece un fractal, una figura irregular, quebrada y repetida en varias escalas en el sector público, que ha llegado a ser tan insípida por su inacción desde lo abstracto, simbólico y casi metafísico que olvidó, como bien lo señaló -creo que fue el escritor William Ospina-, que esas instituciones creadas por el hombre están conformadas por hombres para servir al hombre y no para servirse de ellos.

Propuestas y salidas desde esa emancipación y la ponderación se escuchan: Que una constituyente reducida o una constituyente mixta, que cabildos ciudadanos con poder decisorio y no solo deliberatorio, que las universidades sirvan de receptáculos de propuestas en la provincia colombiana para que hagan un compendio de solicitudes por temas que se puedan tramitar en el marco de los procedimientos legales de la Constitución.

Bueno, capítulo aparte merece la pasmosa cobardía acomodaticia de los llamados líderes o dirigentes políticos frente a los reclamos de la ciudadanía, los excesos, arbitrariedades de la fuerza pública y el baño de sangre nacional. Apegados a un libreto de frases huecas, sin peso ni vigor, actuando más como relacionistas públicos de un Gobierno en picada que como dirigentes de la política. Y los de la tierrita sí que han brillado por su silencio y falta de entereza con todo lo que sucede en este descontento ciudadano general. ¡Ah! y va siendo hora de que los viejos dinosaurios del Comité Nacional de Paro con las centrales obreras abordo, entiendan que están quedando en la reducida representación meramente formal, pero no como voceros de la masiva protesta ciudadana.

En fin, ¿qué están pidiendo en la calle? Que se les devuelvan los sueños y la esperanza, eso solicitan sobre todo los jóvenes ¿qué tiene eso de malo?  ¡BASTA YA! Aquí en Colombia no hay ni una lucha de clases ni una guerra generacional

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