La crisis generada por la pandemia del COVID-19 ha afectado en mayor medida a los adultos mayores, particularmente a aquellos que viven en residencias. Se estima que en España casi 30.000 ancianos que se encontraban en residencias, murieron por causa de la enfermedad.
Entre las causas que han influido en esta alta incidencia del virus, destaca la falta de atención adecuada a los residentes, debido al poco personal y recursos disponibles. Por otra parte, en los inicios de la pandemia no siguieron los protocolos necesarios para separar a la población enferma de la sana.
Esto unido a la mayor sensibilidad de los adultos mayores a la enfermedad, trajo como consecuencia un 22,5% de letalidad en esta población. A partir de esta situación, la forma de manejar las residencias de ancianos ha venido sufriendo cambios a fin de evitar un nuevo impacto en las próximas olas de la pandemia.
CAMBIOS EN LAS RESIDENCIAS DE ANCIANOS POR LA PANDEMIA
Cuando se inició el concepto de residencias de ancianos en España, fueron concebidos como centros para adultos mayores independientes. En un principio el promedio de edad de los residentes era de 76 años de edad y capaces de valerse por sí mismos.
No obstante, ese patrón ha venido evolucionando y en la actualidad el promedio de edad se ubica en los 86 años. Muchas de estas personas tienen tres a cuatro patologías distintas que deben ser atendidas, consumen una gran cantidad de fármacos diariamente y muchos tienen problemas de incontinencia y/o movilidad reducida.
Aun cuando el perfil de los residentes ha venido cambiando, las residencias no han sabido adaptarse a esta nueva realidad. En muchos casos no se cuenta con el personal calificado para atender las necesidades de sus usuarios, además de ser insuficiente y no se tienen los recursos materiales necesarios.
Debido a estos factores, la pandemia del COVID-19 ha tenido un mayor impacto en los ancianos que viven en estas instituciones. Por tanto, ha sido necesario afrontar una serie de cambios en el manejo de las residencias, a fin de poder adaptarse a esta nueva realidad, tales como:
ESTABLECIMIENTO DE PROTOCOLOS DE CONTINGENCIA
En el marco del decreto de la nueva normalidad, el gobierno español obliga a las residencias de ancianos a desarrollar planes de contingencia. Esto contempla contar con protocolos de detección temprana a fin de poder actuar ante posibles casos de contagiados en esta población.
Igualmente, se debe proceder a activar de forma inmediata procedimientos que eviten los contagios de otros residentes y el personal. Además, deben tener mecanismos de coordinación con centros sanitarios para dar respuesta rápida a los contagiados.
MEJORAMIENTO DE LOS PROTOCOLOS DE HIGIENE Y PROTECCIÓN
Otro de los aspectos que se ha venido abordando con base a las recomendaciones de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), son las medidas de higiene. También se ha hecho un estricto control y restricción de las visitas de los familiares a las residencias.
Uno de los problemas más graves al inicio de la pandemia, fue que el personal de las residencias no contaba con los equipos de protección necesarios para evitar el contagio del virus. Esto se ha venido corrigiendo así como la aplicación de pruebas PCR para detectar la enfermedad en los residentes, personal así como visitantes.
SECTORIZACIÓN DE LOS PACIENTES
En el principio de la pandemia, las residencias de ancianos no contaban con protocolos para sectorizar a sus residentes. Posteriormente, se han venido implementando protocolos aislamiento de los posibles infectados, a fin de cortar la cadena de contagio.
En caso de contarse en la residencia con los espacios adecuados para esto, los pacientes se derivan de forma temprana a centros de salud capacitados. Esta forma de actuación, junto al inicio de los planes de vacunación, ha permitido reducir la incidencia del virus en esta población susceptible.
HUMANIZACIÓN DE LA ATENCIÓN
Con la pandemia del COVID-19 también ha quedado en evidencia que las residencias de ancianos han dejado de enfocarse en sus usuarios. Así, los horarios tanto de comidas como de actividades para los residentes, se centran más en las necesidades del personal que de los ancianos.
La SEGG indica que estos centros se deben humanizar, para brindar al residente un entorno más parecido a su propio hogar. Las residencias no son centros medicalizados, sino espacios en los cuales los ancianos deben recibir una atención personalizada, para cubrir sus necesidades.
Por otra parte, se recomienda que el historial médico y social de los residentes este compartido entre la residencia y los centros de salud. Esto va a permitir brindar una atención médica más integral y tener una respuesta más rápida y eficaz en casos de emergencia, como el de la pandemia del COVID-19.
Fuente: diariodeavisos.elespanol.com
