Las parteras del Pacífico, un tesoro y patrimonio cultural, en medio de la miseria

 
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Aunque su labor fue exaltada como patrimonio nacional, las condiciones de trabajo son precarias. Los jóvenes que andan armados por el Lleras Camargo, un barrio de Buenaventura con caminos de piedra y casas de madera, respetan a Melenciana Cundumí.

 Las parteras del Pacífico, un tesoro y patrimonio cultural, en medio de la miseria

Por: Carolina Bohórquez, corresponsal de El Tiempo, 12 de marzo 2017 , 05:17 p.m.

Ellos, miembros de bandas como ‘la Empresa’ y ‘el Clan del golfo’, que defienden territorios a sangre y fuego, reconocen a esta septuagenaria como una especie de sabía que ha traído al mundo a los hijos de buena parte de los habitantes del Lleras y de otros sectores del puerto vallecaucano.

Doña Melenciana es una de las 1.600 parteras del Pacífico (específicamente de los litorales de Valle, Chocó, Cauca y Nariño) cuyo oficio fue incluido en septiembre en la ‘Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la nación’.

Ser partera significa salir de su casa, sin importar la hora, cuando le avisan que una mujer está a punto de dar a luz en alguno de los apartados corregimientos o veredas de la zona, muchos de los cuales no cuentan con puestos de salud. Cuando eso ocurre, Melenciana empaca rápidamente los elementos esenciales para su labor, como la campana de Pinard, un estetoscopio de madera que, pegado al vientre de la futura madre, permite escuchar los latidos del pequeño que pronto nacerá.

Los recorridos para atender un parto pueden durar horas, a veces por mar y por río, como cuando se va a las veredas de Puerto Merizalde, por el río Naya. Y los costos son altos: por un viaje de Buenaventura a López de Micay, Cauca, se pagan alrededor de 100.000 pesos por trayecto (seis horas en lancha), con el agravante de que muchas veces quienes llaman a las comadronas no tienen con qué pagar su transporte ni sus servicios.

Por no hablar de la falta de comprensión de buena parte de los médicos de la región, que no ven con buenos ojos que estas mujeres preparen a la gestante con sus conocimientos ancestrales y acompañen a su familia, incluso desde meses antes del alumbramiento.

Todo esto, en una región ‘caliente’, que en el 2014 llegó a producir 41 homicidios por cada 100.000 habitantes en Buenaventura –de acuerdo con Medicina Legal–, frente a los 26,5 que registró el país ese año.

Aun cuando la tasa se redujo a 21 por cada 100.000 en el 2015 (último dato disponible) y las bandas criminales andan con un perfil bajo, después de la atención nacional que suscitaron las denominadas ‘casas de pique’ (lugares dedicados al asesinato y la desaparición de cadáveres), lo cierto es que siguen amenazando a la población.

Parteras como Plácida Lerma, con más de 30 años de experiencia, y Rosmilda Quiñones, de 66 años y una de las fundadoras de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa), señalan que esta situación no solo pone en riesgo sus vidas, sino que dificulta la prestación de sus servicios.

Pero a pesar de todos los sacrificios y riesgos que implica, la partería aún está muy lejos de ser un medio para ganarse la vida. Doña Melenciana y sus colegas asumen su oficio como un aporte a la comunidad, que en la mayoría de los casos no tiene una remuneración económica. Por eso, la mayoría no tiene seguridad social y debe buscar actividades que sí generen ingresos, desde sembrar chontaduros y papas chinas hasta desempeñar oficios domésticos. Al final, sus ingresos mensuales no equivalen ni a un salario mínimo.

Por la precariedad en la que viven, Plácida Lerma y varias de sus colegas están pidiendo más apoyo del Estado. “Nos sentimos desprotegidas por las autoridades civiles de Buenaventura, y tampoco sentimos respaldo de la Gobernadora del Valle”, dijo Lerma, quien estuvo tocando puertas de la administración departamental para la ayuda.

Para completar el difícil panorama, a las amenazas materiales que enfrenta esta actividad se vienen sumando las espirituales. En Chocó, Valle, Cauca y Nariño, parteras que se han integrado a iglesias evangélicas son cuestionadas por sus congregaciones debido a sus prácticas ancestrales.

'No es brujería'

Una de ellas, de Mosquera, Nariño, cuenta que muchas veces deben explicarles a los pastores que lo que hacen no tiene nada que ver con la brujería, y que “se ha llegado al caso de botar o quemar las hierbas medicinales y las estampas (de san Ramón Nonato, patrono católico de las embarazadas) porque confunden eso con algo demoniaco”.

En Quinamayó, una partera que durante medio siglo ayudó en casi todos los nacimientos que se produjeron en este corregimiento de Jamundí, Valle, decidió retirarse cuando se convirtió al protestantismo. Y se mantuvo apartada de la partería hasta su muerte, a los 88 años, en el 2013. De casos similares se escucha por todo el litoral. Lo más preocupante no es que se retiren, sino que no les transmiten sus saberes a las hijas o a las nietas, por lo cual la tradición se pone en riesgo, lamenta otra partera.

“Debido a que muchas de nosotras hemos sido acusadas de hechiceras, este es un tema del que difícilmente se conversa. Tenemos mucha reserva sobre nuestras técnicas curativas”, escribieron parteras de Asoparupa al Ministerio de Cultura dentro de su propuesta para convertir su oficio en patrimonio nacional.

“Lo importante es dejar claro que una cosa es la religión y otra, la partería. Ellas no son cuestionadas por el parto mismo, sino por otras cosas, como las hierbas. Por eso deben explicar a sus iglesias que su labor de parteras la hacen siguiendo el precepto de Dios de traer vida”, comenta Rosmilda, partera reconocida en Buenaventura. En consecuencia, explica, su gremio está en contra del aborto.

Consultada sobre el tema, la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, una de las más grandes del puerto, aseguró que ninguno de sus integrantes es coaccionado en forma alguna.

De acuerdo con los registros del Ministerio del Interior, en el Pacífico colombiano hay más de medio millar de iglesias no católicas.

A pesar de tantos inconvenientes, Rosmilda subraya que la actividad que Asoparupa representa sigue con la consigna de no desaparecer. Por eso, agradece que el Ministerio de Cultura haya venido trabajando en el Plan de Salvaguardia de esta manifestación afro del Pacífico, de manera que se traduzca en estrategias que mejoren su calidad de vida.

Y recuerda que estas mujeres han sido reconocidas en el ámbito internacional e invitadas a encuentros en Estados Unidos, Brasil, México, Argentina y Europa.

Su hija Liceth Quiñones, al frente de la asociación, dice que la declaratoria como patrimonio cultural es el resultado “de un proceso social y comunitario que el Gobierno reconoce, teniendo en cuenta que somos parte de una manifestación con identidad cultural y territorial, y con un gran enfoque de género”.

Pero lograr esa valoración no ha sido una tarea fácil: ha tardado un cuarto de siglo, según las cuentas de Rosmilda. Ella, que tiene 28 años de dedicarse a esta labor, dice que las parteras han buscado el reconocimiento de la sociedad desde hace 25 años, cuando su agremiación obtuvo la personería jurídica.

Llegó la hora de actuar

El director de Patrimonio en el Ministerio de Cultura, Alberto Escobar Wilson-White, reitera que la partería tradicional del Pacífico es una representación cultural vigente del conocimiento ancestral, y explica que su incorporación a la ‘Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la nación’ implica elaborar un Plan Especial de Salvaguardia que identifique las actividades que aseguren su preservación.

“Una de las primeras acciones es trabajar con el Ministerio de Salud, para que la partería sea reconocida también por sus funcionarios”, señala Juliana Forero, coordinadora del Grupo de Patrimonio Inmaterial del Ministerio de Cultura.

En mayo, informa la funcionaria, se realizará un congreso al que asistirán estas mujeres, así como voceros de varios ministerios, alcaldías y gobernaciones (incluida la del Valle). También se elaborará un censo de los niños que las parteras han ayudado a nacer.

“Consideramos que las diferentes líneas de acción contribuyen a mejorar el modo de vida de las parteras, al tiempo que se respetan su autodeterminación como grupo y sus lógicas comunitarias”, conceptuó en septiembre el comité técnico de la Dirección de Patrimonio del Ministerio de Cultura.

Ese respeto por su saber es el que Melenciana Cundumí percibe en sus vecinos, a muchos de los cuales ella misma ayudó a nacer, incluidos varios de esos jóvenes armados que patrullan enfrente de su casa.

Ante los ojos vigilantes de estos pobres diablos de la violencia, Melenciana seguirá saliendo de su casa, truene, llueve o relampaguee y hasta que el cuerpo se lo permita, con la única misión de que sus manos ayuden a que la vida vuelva a florecer en algún hogar de esterilla de una región lejana, a la que solo se llega navegando.

Saber que se remonta a la Colonia

Como dice la comadrona caucana Rosmilda Quiñones, la partería se practica “desde la creación del mundo”. Sin embargo, la que se reconoció como patrimonio cultural de la nación es específicamente la forma tradicional de las comunidades negras del Pacífico colombiano, que tiene sus raíces en los esclavos africanos que llegaron a América durante la Colonia.

El saber de estas mujeres, que incluye desde un amplio conocimiento de las plantas medicinales hasta técnicas para llevar al bebé a la postura adecuada de cara al parto, se trasmiten oralmente, entre otras cosas porque las parteras más antiguas eran analfabetas.

Durante el alumbramiento, la partera soba la barriga de la mamá y le habla, para disminuir el dolor. Cuando nace el bebé, lo dejan aferrado al pecho de su madre durante varios minutos, sin cortar el cordón umbilical, de manera que sienta su calor y que el vínculo entre ambos se haga más fuerte. Cuando el cordón ya está seco, el padre ayuda a cortarlo.

Después le suministran a la mamá la infaltable ‘tomaseca’, una bebida elaborada a base de hierbas que ayuda a eliminar los residuos y a disminuir los dolores (incluidos los menstruales). “Es un proceso de humanización y una manifestación de riqueza cultural que promueve valores en las familias”, resume Quiñones.

Carolina Bohórquez, corresponsal de Diario El Tiempo, Cali, Colombia, 5 de marzo de 2017, página 4

Publicado en:

http://m.eltiempo.com/colombia/cali/parteria-un-tesoro-en-medio-de-la-pobreza-66534


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Partería tradicional del Pacífico es declarada patrimonio nacional

Colprensa, @ElUniversalCtg, Cali, 8 de octubre de 2016 09:20 p.m.

Alberto Escovar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura, explicó a El País que este fue un proceso liderado por la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, Asoparupa, quienes se dieron a la tarea de hacer un mapeo, durante cuatro años, de este oficio por los municipios del Valle, Chocó, Cauca y Nariño.

En estas zonas del país, las parteras son las encargadas de ayudar a las mujeres a traer a sus hijos al mundo, pero adicionalmente, quienes ejercen el oficio son personas conocedoras del manejo de las plantas medicinales.

En ese rastreo ubicaron a unas 1.600 personas dedicadas a este oficio tradicional que es ejercido en las comunidades por hombres y mujeres. A través de una serie de encuentros “nos conocimos, nos abrazamos y pudimos conocer la magnitud de nuestra manifestación”, señala Liceth Quiñones Sánchez de Asoparupa.

Ahí reconocieron su incidencia social y comunitaria “pero necesitábamos una incidencia política para tener herramientas de fortalecimiento, hablar en la agenda pública y ser tenidos en cuenta en los planes de desarrollo locales y departamentales”, agrega Quiñones.

Y es que como cuenta Quiñones, ese rastreo les permitió conocer las condiciones de vida de las parteras, que no reciben un pago por su labor, pero que fortalecen saberes ancestrales. “Muchas parteras tienen conocimiento sobre las plantas, las transforman y las llevan a bebidas tradicionales que hoy merecen hacer parte de una cadena de valor que permita el sostenimiento económico”.

La partería tradicional también es vista como una forma de identidad y de liderazgo familiar y comunitario, para fortalecer dinámicas de crianza de los niños.

Con el reconocimiento, “este es un oficio que empieza a visibilizarse, que ha estado olvidado por la sociedad. Tenemos evidencias de lugares como Canadá o Estados Unidos en donde es posible tener un hijo con una partera. La declaratoria es también un llamado desde el Ministerio de Cultura para empezar a trabajar con el Ministerio de Educación y Salud para que, con el tiempo, una persona en Colombia tenga la opción de ser atendida por una partera”, explicó Escovar.

El funcionario explicó que la sustentación de la declaratoria fue muy emotiva gracias a la presencia de parteras de diferentes lugares del Pacífico que contaron los pormenores de su oficio “y compartieron detalles como la tradición de enterrar el cordón umbilical en el mismo lugar del nacimiento, sin olvidar el conocimiento ancestral que ellas tienen sobre el manejo de plantas”.

Ayer también se envió a la Unesco el dossier del Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete para la posible inscripción en la lista de Patrimonio de la Humanidad.

Liceth Quiñones cuenta que enterrar el cordón se hace “para generar identidad, para arraigar a cada niño que nace y para que entienda que su familia constituida no solamente se limita a su padre y a su madre, sino que es un familia ampliada a los vecinos, al territorio, a los elementales, los animales y que lo acompaña siempre para que él se sienta orgulloso de su identidad”.

La meta es articular y fortalecer las redes de parteras y establecer un censo de hombres y mujeres que se dedican a este oficio en el Pacífico.

El oficio de dar a luz: las parteras prestan un servicio gratuito.

Una bebida

En el Plan Especial de Salvaguarda identificaron que la venta de una bebida conocida como Tomaseca, cuya producción pueden generar recursos. “Es una bebida para el cuidado del vientre o ‘sagrado’ de la mujer, después del parto. Y mantener la fertilidad. Es hecha con 25 plantas medicinales”.

En su presentación dejaron en evidencia de que el sistema de salud no llega a muchos lugares y que ellas son las alternativas para muchas personas. Expusieron que durante el conflicto ellas eran secuestradas para atender partos en otros lugares.

Cantar para la vida

Otro de los elementos que integra la partería es el canto. “Cantamos en todos los momentos porque hace parte de la cosmogonía y cantamos para darle la bienvenida a un nuevo ser, para dar gracias”, explica Quiñones.

Publicado en:

http://www.eluniversal.com.co/colombia/parteria-tradicional-del-pacifico-es-declarada-patrimonio-nacional-237354


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Las parteras del pacífico, un patrimonio para salvaguardar

Por: Olga Portilla Dorado, [email protected], By Redacción on 18 de octubre de 2016 Mi Región, en: elpueblo.com

El 31 de diciembre de 1939, sobre las tablillas de una marimba de chonta, la partera que trajo al mundo a José Antonio Torres ‘Gualajo’, le cortó el cordón umbilical. Ese fue el principio de una estrecha relación entre el reconocido músico guapireño y el ‘piano de la selva’, de ahí el apelativo del maestro Gualajo: el rey de la marimba.

Como Gualajo, miles de habitantes del Pacífico no han nacido en un hospital o una clínica, sino que los ha traído al mundo una partera. El oficio milenario de las parteras lo practican mujeres, que sin ser médicas o especialistas en obstetricia, solo con mirar a una mujer en embarazo ya saben si un parto será fácil o difícil, cuántas semanas le faltan al bebé para nacer, o incluso si será niña o niño.

Oliva, tiene 96 años, y desde los 25 se dedicó a la partería. El primer parto que asistió fue cuando tuvo a su primera hija. Siendo un miércoles en la mañana, Oliva –como de costumbre- se levantó muy temprano para iniciar las labores del campo en su finca; sin embargo un dolor bajito empezó a dilatar todas las labores del día a día.

Con el pasar de las horas las contracciones se hicieron más fuertes y seguidas, el día del parto había llegado. Sola, sin alguien a quien llamar, y sin poder conseguir un carro o una moto para que la llevaran hacia el hospital de la cabecera municipal, ubicado a media hora de la vereda, Oliva no tuvo más remedio que asistir el nacimiento de su primogénita.

Ella solo recuerda que alistó agua, una sábana y un cuchillo para cortar el cordón, había visto a algunas mujeres de la zona asistir partos, así que puso en práctica lo que sus ojos habían visto por años. No recuerda exactamente cuánto tiempo estuvo en cama pujando para que la niña saliera, solo recuerda que cuando uno de sus hermanos llegó a la casa, la ‘escandalosa’ sangre le hizo pensar lo peor, sin embargo los llantos de la bebé anunciaban que había llegado un miembro más a la familia.

Así fue como aquella primeriza se estrenó como madre y como partera, oficio que siguió practicando en su vereda. En su memoria no está el número exacto de cuántos niños ha traído al mundo, lo que no olvida, es que cuando regresa a su finca, la mayoría de habitantes de la vereda le gritan: ¡allá va mamá Oliva!.

Por eso, cuando la semana pasada se enteró de que el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural había anunciado la inclusión de los Saberes Asociados a la partería afro del pacífico al Patrimonio Cultural Inmaterial del país, Oliva sintió que era un reconocimiento no solo a su labor sino a la de más de 2.000 parteras que hay en toda Colombia.

“El Consejo consideró que esta manifestación representaba un conocimiento ancestral que se mantenía activo y vigente a través del oficio de la partería. La incorporación en la Lista del Patrimonio de la nación lo visibiliza y la elaboración del Plan Especial de Salvaguardia, PES, identifica las acciones y actividades que se deben adelantar para asegurar su preservación.

Entre las primeras acciones está la de empezar a trabajar de la mano con el Ministerio de Salud para que esta práctica empiece a ser reconocida también por ellos”, afirmó Alberto Escobar, director de Patrimonio del Ministerio de Cultura.

El PES que menciona el director de Patrimonio, tardó en construirse tres años y estuvo liderado por la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico (Asoparupa), con el acompañamiento del Ministerio de Cultura y diferentes organizaciones de partería tradicional del Pacífico colombiano.

Según reza el documento, el declarar Patrimonio Inmaterial al oficio de las parteras, surgió de la necesidad que expresó la comunidad de parteras afro del Pacífico de “generar una herramienta que permitiera la salvaguardia integral de la partería tradicional como manifestación cultural estructural de la identidad de las comunidades negras del Pacífico colombiano”.

Por su parte, Liceth Quiñones, Directora de Asoparupa, afirmó que la declaratoria es un reconocimiento y valoración a toda una comunidad dedicada a este bello oficio. “Este un proceso social y comunitario que hoy el Gobierno reconoce, teniendo en cuenta que somos parte de una manifestación con identidad cultural y territorial, con un gran enfoque de género”.

Sin embargo, aunque es un reconocimiento importante para las parteras del Pacífico, cabe señalar que esta tradición también existe en casi todas las comunidades rurales del país; por ejemplo las indígenas Wayúu, algunas comunidades campesinas del Magdalena, Cauca o Caquetá, así como parteras afro del Caribe y Urabá.

En general, la partería tradicional es propia de zonas rurales y comunidades olvidadas, donde el hospital más cercano está a horas de camino por trocha, río o mar; pero que gracias a estas mujeres cargadas de conocimiento y que noblemente cumplen el rol que debían ejercer los centros de salud, salvan y traen esperanza de vida en estas regiones del país.

Publicado en:

http://elpueblo.com.co/las-parteras-del-pacifico-un-patrimonio-para-salvaguardar/


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(4)

Parteras del Pacífico dejan la tradición por los cultos cristianos

Por Ángela Hurtado, 20 de noviembre de 2016, en : lasillavacia.com

Las parteras del Pacífico son patrimonio inmaterial de Colombia desde el 7 de octubre, tras una lucha de casi 25 años por lograrlo. A pesar de este reconocimiento, están preocupadas por la expansión de las iglesias cristianas que han hecho que algunas de las más veteranas abandonen esa tradición.

“Es un gran golpe para nosotras ver cómo las sabedoras mayores abandonan la partería, porque en su iglesia les dicen que es hechicería”, explicó Lizeth Quiñones, presidenta de la Asociación de Parteras Unidas del Pacífico, Asoparupa.

Esta preocupación la expresaron otras cinco lideresas entre parteras y cantadoras de Nariño, Cauca y Valle del Cauca a La Silla Pacífico. También lo dijeron dos antropólogos y un especialista en estudios afro consultados para esta nota.

Además, está incluido en el Plan de Salvaguardia, un documento en el que las parteras explican su saber y cómo lo conservarán durante los próximos cuatro años.

El Plan lo empezaron en el 2012 con el Ministerio de Cultura que las apoyó con 190 millones de pesos para sus investigaciones, que incluyeron viajes a las comunidades en Colombia, Brasil, México y África para entender sus raíces y encontrar lo que las destaca entre las demás.

Fue presentado al Consejo Nacional de Patrimonio en junio, que dos meses después las declaró como patrimonio inmaterial, lo que les permitirá acogerse a las leyes de protección cultural del país.

En ese camino quedó claro que la partería es un saber ancestral de las comunidades más adentradas de las selvas del Pacífico. Para el 2010 Asoparupa contaba cerca de 1.600 parteras en la región y muchas de ellas también son cantadoras y capitanas de las fiestas y ritos de nacimiento y muerte heredados de los africanos que llegaron como esclavos.

En el Plan también habla de las amenazas para la conservación de la partería. Entre ellos está la falta de aprecio de su labor en las comunidades y algunos médicos del sistema de salud que lo ven como una práctica empírica, relacionada más con la pobreza que con la cultura.

Incluso, aún hoy las parteras no pueden certificar el nacimiento de un niño, a no ser de que tengan un título profesional en salud.

El documento también reconoce que la conservación de la partería enfrenta la inestabilidad económica de quienes la practican, pues el servicio es de pago voluntario.

Sin embargo, se mantiene vigente porque allá donde no alcanza a llegar la medicina occidental ni el Estado, está la matrona que se monta en una chalupa a cualquier hora del día para atender los partos y aconsejar a las mujeres en sus ciclos de fertilidad. “En manos de una partera los niños nacen en comunidad”, afirma Quiñones.

También son curanderas que guardan con mucha cautela sus “secretos”, que son los rituales atados al uso de plantas, cantos y rezos para curar enfermedades del mundo espiritual y físico.

Entre ellos están el mal de ojo, causado por la mirada de una persona con energía negativa o sangripesada, como dicen en el Pacífico; el mal aire, que ocurre cuando el espíritu de un muerto entra al cuerpo de un vivo; y el espanto, una depresión provocada por una experiencia traumática.

Es justamente ese “secreto” el que choca con las prédicas de algunas iglesias cristianas, que en los municipios del litoral Pacífico ya suman 530, según el Ministerio del Interior.

“Debido a que muchas de nosotras hemos sido acusadas de brujas y hechiceras, este es un tema que difícilmente se conversa, y muchas tenemos reserva para admitir el uso del secreto como parte de nuestras técnicas curativas”, dice el Plan de Salvaguardia.

Por esa presión, las parteras se enfrentan a una encrucijada: cuando entran a las iglesias tienen que elegir si ocultar, modificar o abandonar la práctica.

“Algunas acomodan sus secretos al cristianismo y en vez de los elementales (agua, fuego, tierra y aire) mencionan a Jesús o a Dios. Otras lo practican bajo cuerda, pero en muchos casos deciden no volver a las reuniones de Asoparupa”, contó Quiñones.

La memoria oral silenciada

El “secreto” es un conocimiento que pasa de generación en generación y reposa en la memoria de las parteras. Así que si las más ancianas se van, todo el saber se pierde, explica Carlos Alberto Velasco, un investigador que lleva 20 años estudiando a las cantadoras más antiguas del norte del Cauca y sur del Valle.

“En la mayoría de casos que conocí la que renunciaba era la capitana, que es la anciana de la comunidad que lidera los cantos en las celebraciones y también suele ser partera”, explicó Velasco.

Entre sus historias cuenta la de doña Trinidad Viáfara, partera de Quinamayó, comunidad de Jamundí (Valle).

Ella se unió a una iglesia evangélica después de 50 años de practicar la medicina tradicional. “Trajo al mundo a todo el pueblo. Con solo ver una mujer le decía: vos estás preñada”, dijo Velasco.

En el 2013 el investigador quiso filmar el saber de doña Trini- que tenía 88 años- y cuando intentó grabarla, ella lo despachó con una frase sencilla: “tengo que pedirle permiso al pastor”. Ese permiso nunca llegó, porque la señora murió a los tres meses.

“Cuando una matrona es absorbida por un culto desvertebra la tradición, porque por ahí derecho se van sus hijos y sus nietos”, concluyó el académico.

Historias como la de doña Trini también la cuentan en otras zonas del Pacífico.

Por ejemplo en Tumaco, donde una lideresa e investigadora, que prefirió reservar su nombre, sufrió en carne propia esta pérdida. Su abuela, una partera muy consultada, se entregó a la Iglesia Ministerial de Jesucristo Internacional cuyo brazo político es el partido Mira.

“Me sentí muy mal. Ella ya no canta, se niega a curar el espanto aun para sus nietos”, narró. Además, su abuela se rehúsa a compartir el conocimiento con sus hijas.

De esa manera no solo se pierde el saber sino que se generan divisiones entre las familias y en las comunidades.

Ese es el caso de una comunidad del consejo comunitario La Plata Bahía Málaga de Buenaventura. Hace 9 años llegó allí el Movimiento Misionero Mundial y convirtió a cerca de 30 familias a su culto.

“Después hicieron rancho aparte y construyeron sus casas en una isla cercana a la que bautizaron Miramar”, contó Hoovert Carabalí, representante del consejo comunitario.

“Allí se nos fue una gran sabedora”, añadió una partera del puerto. Al convertirse al cristianismo la anciana modificó completamente sus hábitos y renunció a la partería. Ya ni siquiera atiende los partos de su congregación, según Carabalí y la partera consultada.

En Mosquera (Nariño) también cuenta una líder que una partera ingresó casi a los 60 años a la Alianza Cristiana y que tiempo después quemó sus objetos rituales, como estampas y yerbas, por considerar que su conocimiento era un pecado.

Según la antropóloga Adriana Lasso, lo que está detrás de ese fenómeno es la crisis que viven las personas de la tercera edad. “Los ancianos se van a estos cultos porque allí encuentran reconocimiento social, un nuevo tipo de familia que les da afecto y notoriedad”, explicó la antropóloga.

En el caso de las parteras esta soledad se explicaría en la separación de las familias que causa el conflicto armado, y también por la pobreza de la región que obliga a los jóvenes a irse a las ciudades en busca de oportunidades, argumentó la antropóloga.

“Los hermanos de las iglesias las visitan casi todos los días y tienen cultos tres veces a la semana. Se sienten integradas e importantes de nuevo, y libres para hablar de sus sentimientos”, explicó Paola Andrea Navia, antropóloga tumaqueña y directora de la red de cantadoras del Pacífico Sur.

Velasco opinó de igual manera y añadió que la imposibilidad de conciliar sus antiguos saberes con la doctrina cristiana estaría relacionada con sus bajos niveles de escolaridad y el poco contacto con otras culturas.

La cultura no es pecado

La Silla Pacífico entrevistó a seis pastores de diversas iglesias cristianas, incluyendo un sacerdote católico para entender cómo ven la partería y hasta dónde esas iglesias incentivan su abandono. Las respuestas fueron contradictorias.

El pastor Carlos Solís, de la Alianza Cristiana en Valle, mencionó que están incluyendo un enfoque pacífico en las ceremonias en Buenaventura en las que usan la música folclórica.

Añadió que en algunas iglesias prefieren los instrumentos occidentales como el piano o la batería en vez de los tradicionales como la marimba o los cununos (instrumentos de percusión del Pacífico) por un tema más de estilo y alejamiento con las propias costumbres. Pero afirmó que “la cultura no es pecado””.

Solís sugiere que deben investigar la cultura de los feligreses y proponer una iglesia acorde a ella.

Sin embargo, sostiene que los “secretos” como la cura del mal de ojo estarían relacionados con conjuros que la iglesia no acepta por “no ser de Dios”. “Nos tocaría hacer una depuración sin fanatismo ni permisividad”, concluyó.

En un lado más radical está el pastor Eimer Colorado, de la misma iglesia en Tumaco. Colorado está predicando desde hace seis años en el puerto nariñense y reconoce que apenas están integrando algunas tradiciones afrocolombianas de la región como la música y la danza.

No obstante, es enfático en que no apoyan los rituales de curación de las parteras. “No hay que ir donde un brujo a que nos cure el ojo. Aquí por cualquier fiebre que le da al niño dicen que lo ojearon. Todo es ojo”, comentó.

En una postura más conciliadora está el pastor Gustavo Suárez, de la Iglesia Ministerial de Jesucristo Internacional de Buenaventura, que responde que su iglesia considera que las parteras son necesarias.

“Es una labor respetable que no riñe con el cristianismo. Yo nací en hospital porque soy mellizo, pero todos mis hermanos nacieron con partera”, agregó el ministro.

Algo similar opina el sacerdote católico John Reina de la Pastoral Social, también nacido de las manos de una partera de Buenaventura. Para él la religión debe dialogar con la cultura: “decir que eso es satánico o no está en la palabra de Dios es un retroceso de la teología”, argumentó.

A pesar de esas visiones conciliadoras, las parteras denuncian que algunas personas las describen como “mujeres muy viejas que además son yerbateras o brujas”. Y dicen en el Plan de salvaguardia que esos prejuicios se han usado para desestimar su conocimiento.

Por eso, tienen como objetivo para los próximos años cambiar esas interpretaciones sobre su labor. “Entre las acciones deberemos socializar nuestro conocimiento para sensibilizar a los cultos cristianos”, planteó como solución la presidenta de Asoparupa.

A pesar de que el plan ya está en marcha y cuentan con la protección legal como patrimonio cultural inmaterial, a las parteras les queda un camino arduo.

En marzo del próximo año el Ministerio de Cultura les hará una ceremonia en Buenaventura para festejar la declaratoria, pero la alegría estará atravesada por la preocupación de que más parteras mayores abandonen su saber por la influencia de las iglesias.

Publicado en:

http://lasillavacia.com/historia/parteras-del-pacifico-dejan-la-tradicion-por-los-cultos-cristianos-58719






Fuente: m.eltiempo.com
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