YA VIVÍ LO QUE TENIA QUE HABER VIVIDO

 
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YA VIVÍ LO QUE TENIA QUE HABER VIVIDO


(Diario íntimo de vivencias pasadas)
Si, ya lo hice casi todo, esta vida me regalo todo lo que pudiera haber conocido,
Te doy las gracias por eso, te doy las gracias por esas mañanas frías algunas, tibias otras, en que me marcaste el camino hacia el colegio, allí me seguiste regalando el poder conocer a mis primeros amigos y a seres vestidos de blanco cuyas enseñanzas ayudaron a forjar mi destino.
Te doy las gracias vida por acercarme a mi primer amor, por hacerme conocer lo hermoso que es sentir otra boca junto a la mía, por sentir como el corazón podía dejarme en cualquier momento.
Te doy las gracias también por haberlo dejado, porque de esa manera pude conocer a otros corazones deshabitados y recorrer sus mundos íntimos.
Gracias también por mi primer día de trabajo, por permitirme ser yo mismo, por soltarme la mano y dejar que me golpeara una y otra vez, gracias por no permitir que claudicara, que baje los brazos y siguiera en busca de la dignidad que todo humano necesita.
Ya viví lo que tenía que haber vivido, es que ya nada nuevo me atrae, todo parece vago y ridículo, todo se repite y se vuelve monótono, ya no importan esos programas de TV ni los estrenos en el cine, ya vi todo lo que tenía que ver, no hay invento que no conozca, no hay imagen que uno ya no haya visto, no hay música que no haya escuchado antes…
Ya tome ese tren que me llevaba al centro de Buenos Aires una y mil veces, primero con locomotora Diésel luego vendría el eléctrico, ya viaje infinidades de veces en todas las líneas del subte, conocí los recorridos de todos los micros, viaje en taxis desde aquellos Siam Di Tella y Falcon hasta los más modernos de hoy día…desde sus ventanillas contemple el progreso agresivo que fue destruyendo obras y sueños en ese Buenos Aires que se hizo querer a fuerza olores y sacrificio.
Pude sentarme en esos bares con vista al cielo, o frente al obelisco, esa figura que marcaba siempre el lugar de citas eternas.
Conocí como era estar en Paris con solo caminar la Av. De Mayo, y sobre todo los días de lluvia,
En donde los recovecos de cada negocio servían de refugio temporario.
Ya conocí el vermut de los viernes allí, sentado contemplando la plaza San Martin mientras esperaba a Manuel, el mozo tan gentil y añejo como las aceitunas y papas que completaban los 23 platitos.
Viví a pleno la noche de la avenida Corrientes, la trasnoche de los cines del sábado, fui parte de la marea humana que recorría las calles cada fin de semana, mis ojos fueron testigos de rostros alegres y distendidos, de veredas caminadas por familias enteras buscando alegrías y esperanzas.
Ya viví lo que tenía que haber vivido…mañanas de domingo dedicadas al teatro… el Colon gratuito, o el Cervantes o el Alvear, después caminatas por la costanera, un Aeroparque en el que cientos de aviones te invitaban a despegar con ellos con rumbo incierto, un buen sándwich en esos carritos humeantes y dudosos pero a la vez sabrosos que se interponían a nuestro paso, un descanso en las escalinatas de la vieja pérgola en donde en otros años, gente igual a uno disfrutaba en libertad de otros tiempos.
Viví los bailes, esos bailes en donde debías ir vestido como ser humano, en donde cada sábado intentabas estrenar esa camisa nueva o el pantalón de moda, en donde solo había una manera de pasarla bien, respetando a los demás, en donde conseguir una chica para compartir un tema era tan difícil como detener un misil con las manos…pero que si lo lograbas te convertías en el number one del barrio.
Ya viví lo que tenía que haber vivido…descubrí el encanto de cada plaza, tome agua de sus bebederos, conocí sus bancos y sus juegos, acaricie a cuanto perro anduviera perdido por ellas y hable con cada anciano que esperaba su momento sentado en mesas de cemento, donde un tablero de ajedrez apuraba su tiempo…también pude jugar con ellos en esas canchas de bochas improvisadas en algún lugar donde el verde lo permitiera.
Conocí las disquerías en donde solía estacionarme muchos días a buscar en ellas un poco de descanso para mi alma inquieta y desordenada, es que la música siempre fue una compañera.
Recorrí casi todas las librerías, la Libertador , Hernández, la Fray Mocho en donde hice un montón de amigos, ese tal vez fue mi escondite preferido, es que me gustaba sentir ese olor a tinta, papel y tiempo que llenaba estanterías.
Los inmortales, Las cuartetas, Guerrin y Banchero, esas fueron las pizzerías preferidas, las que te ponían la porción más grande en ese plato sobre el mostrador donde comías de parado, después La Martona llego en silencio, fue otro lugar deseado, en ella, los copos de arroz dulce y la tableta de Dulce de leche era el momento de éxtasis total cuando cada tarde caía.
Ya viví lo que tenía que haber vivido, fui a la cancha a ver a mi Boca , comí esa hamburguesa rebosante de colesterol pero increíblemente rica, camine infinitas veces por el barrio, siempre me asombraba sus casas de madera, los colores alegres de sus paredes, los barcos amarrados en el muelle, su costanera empedrada , la vuelta de rocha, el museo de don Quinquela Martin…el silbato del tren que a su paso le cortaba el paso a unos distraídos turistas, la calle Caminito ,el organillero que junto a Paulina y Sara ,las dos cotorritas australianas que por dos pesos, te decían como seria tu vida, y vos le creías más que nada por su simpatía.
Buscaba la ropa en buenas tiendas, podría ser González o porque no Cervantes, Thompson y Williams, Modart o Casa Muñoz podían ser también algunas alternativas sobre todo cuando uno estaba por salir con alguna chica.
Recorrí mil veces la calle Florida, todo el, bajo porteño y hasta el Luna, un estadio lleno de historia, pude compartir noches de gloria aunque el boxeo no era de mi simpatía, pero no se algo en el me atraía, seguramente sería la gente, hombres grandes convocados por un fanatismo increíble y que te obligaban a gritar desde el primer raund.
Hasta estuve en varios canales cuando antes los programas iban en vivo y vos podías ir y tomarte prestada toda una tarde o toda una noche, sábados circulares de Mancera, sábados continuados, grandes valores y otros más que hoy mi memoria se empecina en no recordar.
Y esos helados, los que durante los veranos que antes parecían tan largos, actuaban como un aire acondicionado portátil, Cadore, El Vesubio, Tornadore son algunas que ahora quieren volver a estar presente en este diario.
Llega un momento en la vida que todo se vuelve tedio y aburrimiento, tal vez no le pase a todos pero si a muchos, uno que ya vivió casi todo y no se asombra ya de nada, ve a través de una imaginaria ventana como el tiempo se va escurriendo de entre los dedos, uno ya vio todo, ya sintió todo, fue parte de un tramo de este mundo.
Ya viví lo que tenía que haber vivido, ahora solo me resta esperar.

Julio Casati



Fuente: www.radiolashorascontadas.blogspot.com.ar
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Comentarios más recientes
Juan
Muy buen artículo amigo.
 
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