Se dice que el cerebro pierde en torno a un 7% de su masa durante la gestación. Pero una vez que nace el bebé, la materia gris vuelve a la normalidad, y con una mejora: un mayor número de conexiones entre las neuronas. Estamos hablando de que, en teoría, un embarazo mejora la capacidad cerebral de la mujer.
Un experimento llevado a cabo en la Universidad de Richmond reveló que los ratones de laboratorio hembras se convierten en cazadoras expertas después de dar a luz. Aquellas que nunca han sido madres tardaron unos 270 segundos, en promedio, en capturar un grillo oculto entre un laberinto. Mientras que aquellas que ya habían parido, eran cinco veces más rápidas: localizando al grillo en apenas 50 segundos.
Otro experimento realizado por el mismo grupo, encabezado por el psicólogo estadounidense Craig Kinsley, reveló que las madres roedoras son más tranquilas que las doncellas: bajo situaciones de estrés, muestran menor actividad neuronal en el sistema límbico – el área del cerebro que dispara el miedo y la ansiedad. En resumen, además de inteligentes, los ratones hembra muestran estar más enfocadas después de tener a sus crías.
Pero vayamos al punto que nos interesa: ¿qué pasa con las madres humanas? ¿El efecto es el mismo? Veamos. Hasta ahora las investigaciones solo habían mostrado los efectos negativos del embarazo sobre el cerebro. Décadas de investigación concluyeron que las embarazadas sufren una disminución en su capacidad cognitiva – por ejemplo, experimentan más fallas en la memoria. El motivo de esto salió a la luz en 1997, cuando un estudió apuntó que el cerebro de las mujeres embarazadas pierde hasta un 7% de su masa mientras hay un producto en el útero absorbiendo los recursos de la progenitora.
Esa investigación de 1997 también reveló que el cerebro vuelve a su tamaño normal tras el parto. Pero ahora hay una novedad. Los estudios de Kinsley y de otros investigadores en ratones sugieren que esa materia gris regenerada aparece con una mayor cantidad de sinapsis, o más conexiones entre las neuronas que antes. Y que, sí, aparentemente las madres humanas experimentan el mismo progreso cerebral que las madres roedoras.
Aun no tenemos pruebas conclusivas con hembras de homo sapiens, pero existen algunas pistas. Otro estudio, esta vez de la Universidad de Bristol, reveló que las madres son mejores detectando emociones en los rostros – digamos que desarrollan una especie de “sexto sentido” para saber si otra persona demuestra miedo, alegría o ira.
Kinsley pretende llevar a cabo pruebas de cognición más amplias con madres humanas, para intentar cuantificar la mejora de ellas en el cerebro con tanta precisión como con los ratones. De cualquier forma, la razón por la que la materia gris vuelve con más sinapsis todavía es un completo misterio. Para Kinsley esto podría ser un efecto secundario positivo de la oxitocina, la hormona responsable, entre otras cosas, por la sensación de placer que la madre experimenta cuando está con el bebé. De alguna forma, la oxitocina orquesta este milagro de multiplicación de las sinapsis.
Ese incremento posparto de la inteligencia en los mamíferos, como quiera que sea, ilustra bien el trabajo de otro científico: Charles Darwin. Mientras las madres roedoras perfeccionan sus habilidades de caza para no matar a sus hijos de hambre, las madres humanas desarrollaron algo más complejo a lo largo de su evolución. Se volvieron especialistas en descifrar las emociones de sus crías. Y nada más. Si algún día te sientes mal, y te dan ganas de llamar a tu madre, recuerda: la ciencia acaba de demostrar que lo mejor siempre es llamarla.
Fuente: marcianosmx.com