Golosos por frituras, además de cualquier tipo de excesos, ampliamos nuestras cinturas, pretensiosos por redondear las tesituras de unos cuerpos icónicos, como figuras representativas de momentos boyantes, frente a las miradas de hambrientas criaturas angustiadas por no tener que llevar a sus bocas o simplemente por ser el objeto de nuestras burlonas sonrisas.