La política racista, dirigida en parte contra los judíos, halla su expresión en las leyes de Nuremberg.
Los judíos son eliminados del comercio, de la banca, de las editoriales, de la administración de justicia y fiel ejercicio de la medicina. Quedan excluidos de la función pública, pierden el derecho de voto e incluso la nacionalidad alemana.
Medidas vejatorias legales siguen a las persecuciones e infortunios soportados por los judíos desde antes de 1935: obligación de llevar la estrella amarilla, prohibición de acceder a los lugares públicos.
Hasta 1938 son raras las violentas físicas ejercidas contra los judíos, pero desde esa fecha aumenta el antisemitismo: las deportaciones y las persecuciones comienzan como prólogo a una "solución final" que durante la guerra, habrá de suponer el genocidio organizado de seis millones de personas.
Las leyes de Nuremberg aprobadas en 1935 se basaban en el principio de la pureza de la sangre alemana, que debía salvaguardarse a toda costa.
La primera, la Ley para la ciudadanía del Reich, convertía a los judíos en ciudadanos de segunda clase.
La segunda, llamada Ley para la protección de la sangre y el honor alemán, establecía que la pureza de la sangre alemana era la premisa para preservar el futuro de la nación germana. Esta ley prohibía la unión o el matrimonio entre alemanes y judíos.
De acuerdo a la ideología nacionalsocialista se consideraba judío al que tenía al menos tres abuelos judíos.