Imagen: Rectitud , esa olvidada virtud (etf)
22 septiembre 2020
-Tengo cita telefónica con mi médico, (visita no presencial, le llaman ahora), a las diez de la mañana y me llama a las once y cinco minutos Si su retraso es de una hora con hora y media de trabajo, los que tengan cita a la una del mediodía, esta se producirá sobre las cinco de la tarde. Pienso que lo de ser Médico de Atención Primaria debe ser un horror.
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-Voy a la Farmacia pero, volviendo, paso por delante de la cafetería de la esquina y allí veo un grupo de treintañeras o algo más, haciendo las delicias de como debe aplicarse la distancia social para defendernos del coronavirus.
-Dejo el coche en el vado del edificio de enfrente, pues el acceso al mío está con cola por avería del sistema electrónico de apertura. Mientras me acerco e intento ayudar, oigo al Director General de la “Urba” que me dice: “¡Enrique, te están multando el coche!”. De nada ha servido que le diga al guardia urbano que tal o cual o que en poco tiempo cambiaré de cielo. ¡¡¡Zas!!! ¡¡¡250 €!!! – Recurra al Alcalde si no está conforme. Lo peor: Las risas disimuladas de mis vecinos y de la rubia del visillo, la que más.
-Llego al garaje y cuando cojo el manubrio de la puerta de acceso a las escaleras, noto que estoy impregnando mi mano de un líquido viscoso más parecido a un salivajo o a un moco amarillento, que a un yogur griego como hubiese querido creer.
-Llego a casa, por fin, y mi niña me pregunta: ¿Todo bien? – Mejor que nunca, cariño – le he dicho, para no hacerla llorar.
-Luego, distintos trabajos de desinfección: Lavado de manos y brazos, con jabón abundante; hidrogel desinfectante en las manos; ropa a la lavadora; lavado con agua y lejía de todos los envases de los medicamentos comprados; lavado con la misma lejía y agua, el mando del coche, la cartera, el móvil, las llaves y el cabezal del bastón. Y todo eso en menos de cincuenta y cinco minutos, contando eso de asearse, ponerse ropa nueva y sentarse para tomar aire, antes de que me de una lipotimia.
-Salir a la calle es un placer tan extraño en tiempos de pandemia, que hace que lo del confinamiento pase, de ser un deber a convertirse en pura agorafobia.
Fuente: etfreixes.blogspot.com