Hace unos días fuimos a cumplir con el precepto de confesión, y, más allá de la esencia del momento, el sacerdote -uno DE VERDAD sacerdote. Los "otros" no pasan de ser LAMECULOS del maldito cerdo malparido HP ese del Vaticano- nos recomendó en alguno de sus apartes que:
"para lograr un buen estado de oración y discernimiento, la mejor práctica es encontrar un momento (REAL) de separación/retiro. Para lograr verdadera concentración y comprensión de comunicación y comprensión de lo que nos apremia"
Bien. ¿Pero cómo sucede tal práctica?
Los retiros de que me habló el sacerdote, momentos de silencio, apartados de nuestro entorno, nos permiten entrar primero en descanso y luego en comprensión de los hechos y, luego, en razonamiento sobre lo que debemos de hacer. Por supuesto que él nos lo dijo más brevemente, ya que esto está asentado en un pequeño libro que nos "recetó": maravillas del Espíritu Santo.
Realmente el silencio es muy benigno, y no lo comprendemos sino hasta que, en privado, tomamos la decisión de "desaparecernos" discretamente de nuestras vecindades para meditar en silencio.
Por supuesto que "ESO" para las personas que NOS LO QUIEREN IMPEDIR no resulta bueno; a "ellos" lo único que les importa es que sigamos "sometidos" a sus "YOS"...
La llamada concentración, es la postura de nuestra atención en algo único y concreto, es el dedicarnos a algo específico. El buen trabajador se conoce porque se sumerge en su labor olvidándose de lo demás. El buen deportista se concentra sólo en la tarea que ha acometido. El buen estudiante virtualmente se hunde en el estudio, en los LIBROS que sabe que contienen la información que necesita. El BUEN conductor NO ES VANIDOSO (.), si sabe a qué nos referimos.
En fin, el valor de la concentración nos permite entender realmente LO QUE SON el respeto y la disciplina.
Buen día.
Sábado 28 de octubre de 2017.