Venimos siendo testigos de una permisividad absoluta, aunque sea absurda, nivel permitido sólo para personajes perdidos entre su propio egoísmo y vanidad, considerándolos ejemplos y objetivos a seguir para moldear sociedades inmersas en la mayor inequidad posible, donde los individuos se atacan sin piedad, porque les han educado a poseer lo que el otro tiene, permitiendo que sea el más fuerte y violento el que despedace al inteligente, decente y amable, estamos viviendo en una escala de desarrollo humanitario que es la antesala del desbalance progresivo, faltando un solo paso para el ingreso al caos social total.