*Por Psic. Sandra Karina Marín M.
En el programa Sapiens del Centro de Pensamiento Libre, en donde tuve el honor de ser invitada como ponente junto con especialistas de diversas ramas, hablamos de la educación en la universidad, partiendo de una tesis expuesta por el Dr. Carlos Eduardo Lagos, quien nos exhortó a plantear cómo desde nuestras especialidades podríamos aportar a las evidentes falencias existentes en las estructuras y dinámicas familiares, sociales y educativas. Aproveché esta oportunidad para extenderme en un asunto esencial en el cual trabajé durante un buen tiempo junto a mi maestro el Dr. Miguel de Zubiría, de quien aprehendí y quien ostenta años de entrega en la trasformación de la educación y la pedagogía.
Inicialmente mencioné que la educación debe evolucionar desde los colegios. ¡No podemos
continuar estancados en el siglo pasado!, esta era exige y necesita seres humanos conectados consigo mismos, personas con propósitos de vida, que sepan y puedan elegir, que se sientan a gusto con ellos mismos, que se conciban felices de lo que son, que se apasionen con lo que saben, hacen y con lo que eligen, y que consigan la felicidad a través de ellos mismos.
De manera que, enseñar ciencias, religión, tecnologías, arte, etc. Están bien, son importantes. Saber esas y otras cosas es básico para ajustarse a un sistema erradamente imperativo y homogéneo. Pero se ha abandonado lo parte más importante de la ecuación. ¿Sobre nosotros mismos quién nos enseña?
Por esta razón, todos los niños, niñas y adolescentes, deben aprender desde muy temprana edad a identificar sus fortalezas e incompetencias, a explorar sus talentos y desarrollar sus habilidades a lo largo de 12 años, en lugar de que todos sigan la misma rutina, sin que logren encontrar un sentido y dejándolos confundidos después de la graduación, llegando perdidos a la universidad y algunos incluso, sin poder descubrirse en su adultez.
En mi consulta he atendido personas que experimentan grandes sensaciones de vacíos que se les hace imposible llenar. Jóvenes sufriendo soledad, depresiones, ansiedades, fragilidad para
enfrentarse a situaciones complejas, dificultades para adaptarse, personas probando de todo aquí y allá; echando mano de conductas desadaptativas como el consumo de drogas, o la promiscuidad, o el alcohol, o la adicción al trabajo, a lo digital o redes, a la comida etc. Viven a diario como escapando de ellos mismos, evitando sentir o enfrentar lo que sienten, pero que, a su vez, se sienten perseguidos por ello.
En similares circunstancias, Jóvenes y adultos que sin saber por qué se levantan cada día para ir a su universidad o a su trabajo, que no consiguen una razón para hacerlo, que no tienen un proyecto, un propósito, metas propias que los levanten con hambre de la cama, que los motive a continuar.
Adolescentes y jóvenes con apatía, desinterés, que conocen casi nada, o nada de ellos mismos, poco saben de sus cualidades y fortalezas, o que es lo que realmente se les da mejor, y adultos que en sus procesos de introspección advierten, que han vivido solo para complacer a otros, o que no viven su propia vida y están, los que no saben cómo vivirla. ¿Y qué tienen en común todas estas personas? la respuesta es tan simple, pero a la vez tan trágica: la infelicidad.
En suma, los condicionantes psico-evolutivos de largo plazo como la soledad, siendo esta una
incompetencia interpersonal, la autodevaluación, denominada la incompetencia intrapersonal, cuyo efecto origina el tercer factor: la auto fragilidad, el cual postra a los jóvenes ante las variadas y frecuentes problemáticas escolares, personales, familiares, interpersonales, afectivas, económicas y demás que todos enfrentan y ante eventos vitales de suficiente intensidad, se activa su mecanismo suicida. Si en los planteles educativos aprendieran y enseñaran a identificar estas incompetencias, facilitaría diseñar un abordaje educativo de prevención primaria y secundaria, más allá del tratamiento clínico concomitante con la ocurrencia de los intentos de suicidios.
Por lo tanto, es preciso aludir los resultados de un estudio sobre felicidad realizado por Miguel de Zubiría a 1300 jóvenes colombianos entre 11 y 15 años. Los cuales revelaron que los jóvenes que son muy felices gozan de conexiones excelentes consigo mismo y con su núcleo familiar, amigos, compañeros, grupos y para tener excelentes conexiones, se necesita tener muchas cualidades y competencias. ¿Cuáles?, aquellas herramientas psicológicas que facilitan interacciones de calidad.
Así mismo se encontró, que poseen muy pocas incompetencias. De acuerdo a lo anterior, se infiere que estos jóvenes son muy felices.
Los datos de este interesante estudio también apuntaron a que los adolescentes y jóvenes que
padecen autodevaluación, depresión y presentan ideación suicida, carecen de conexiones con ellos mismos, con su familia, con sus amigos y con sus compañeros. ¿Por qué?, Porque tienen muy pocas cualidades y muchas incompetencias. Las cualidades son instrumentos que hacen que nuestros jóvenes sean buenos, o mejor aún, excelentes seres humanos. Las cualidades o las competencias humanas, desde una mirada estrictamente psicológica, son herramientas para interactuar gratamente conmigo mismo, con los otros y con la sociedad; de ahí que lo más importante que puede hacer un progenitor o un colegio es formar buenos seres humanos ¿qué es ser un buen ser humano?,
aquel que tiene muchas cualidades, tiene herramientas psicológicas para interactuar amable y
gratamente consigo mismo; por lo tanto, ese joven no se va a deprimir, no se va a derrumbar a sí mismo y va a establecer y conservar buenas conexiones con los otros y con las instituciones. Por tal razón, ese joven no va a sufrir de soledad, la cual es tal vez la segunda enfermedad más peligrosa del siglo XXI. Porque tiene buenos amigos, es simpático, amable, generoso, lo aprecian, cualquier persona quiere ser su amigo, ¿por qué? Por sus cualidades y competencias, aquellas que sus padres, tutores afectivos y maestros le ayudaron a construir, porque se adapta fácilmente a su sociedad, a su familia, a su colegio, a su universidad y a sus empleos y proyectos. Eso es lo máximo que los progenitores e instituciones podrían anhelar.
Citando a mi maestro Miguel de Zubiría, en los hijos se refleja todo lo que los padres le han ayudado y guiado a adquirir para que lleven la mejor vida. Vivir una vida autotélica (una vida por sí mismo), una vida intelectual satisfactoria, una vida llena de amigos, tener una sana relación de pareja, una vida interpersonal equilibrada y satisfactoria, que sea una persona sociable, abierta, amable, y que se adapte pacíficamente a los grupos sociales y a su vez, que aporten a sus semejantes. Por supuesto, esto en un gran sueño para nosotros como padres, como profesores y como psicólogos, que todos nuestros jóvenes posean y desarrollen muchas cualidades.
*Psicoterapeuta en Psicosaludencasa.
