Ante los hechos concretos, que embargan de desazón, dolor e inequidad al mundo entero,
hay muchas razones que se están volviendo bastante obvias, claras y perversas,
y que al tenerlas enfrente de sus ojos y narices la humanidad no puede seguir aceptando,
ni tampoco transigiéndolas, como si no tuvieran ni trajeran consecuencias,
ellas corresponden a que el destino de todo el planeta continúe concentrado en pocos seres,
sólo, porque éstos han podido acumular, a partir de fuerza, violencia, engaños y tretas,
las mayores fuentes de riquezas, generadas por sistemas diseñados a través de todo tipo de vilezas,
provocando las certezas que hoy estamos viendo por doquier, sintiéndolas en la piel,
entre un planeta sin dossier, ya que éste está fundamentado en normas, códigos y leyes,
que, aunque parezcan serias están basadas en injusticias y aberraciones sociales,
con las cuales vienen sometiendo y dividiendo sociedades.
Cambiar los paradigmas del poder no es nada fácil, pero sí muy necesario,
porque entre más tiempo permanezca entre ellos funcionando la humanidad,
la destrucción del planeta, y de la especie humana, seguirá aumentando exponencialmente
los daños que incrementan la posibilidad de impedir medir al tiempo cronológico,
el cual le ha dado a la humanidad la capacidad de soñar, ilusionarse y tener esperanzas,
medios de confianza para actuar con fe y optimismo en unos resultados
y objetivos comunes, el resto de lo mismo y lo demás es puro egoísmo.