Todos los seres humanos portamos a un sibarita camuflado en nuestro interior,
al que aspiramos recurrir cuando queremos dar rienda suelta a un estilo de vida alto,
caracterizado por ser de clase elitista y ligera, estratificado hasta un nivel diez,
aunque estemos viviendo en la propia inopia del nivel cero,
fundamentándose en el confort por los gustos materiales, con lujos, joyas, yates,
además, si es del caso, acompañados también de todo tipo de placeres terrenales,
los cuales nos han vendido como el ideal a perseguir,
por aquellos seres que se apropiaron, desde hace rato, de los medios de producción,
alegorizándolo a través de sus medios de comunicación,
partiendo de los partidos políticos puestos a su disposición, mientras lo ponen en práctica,
sobre los cuerpos fundidos de los pobres y muertos que van provocando,
saliendo entonces a insinuar que quienes no alcanzan a llegar al nivel de disfrutarlo,
son los vagos, ineptos, brutos e incapaces de los que se ha venido llenando el planeta,
sin considerar que existe una opción sine qua non,
y es que son ellos mismos quienes parasitan el esfuerzo que hacen los demás
haciéndoles querer intentar alcanzar un modelo de vida irreal,
porque la Tierra es incapaz de sostener para todos, pero que les han incrustado en sus ideas.