Cada persona sabe el dolor o el sufrimiento que lleva en su interior, la diferencia está en la actitud con la que se afronta. Si constantemente te quejas de lo que te sucede, o por el contrario, decides afrontarlo y no victimizarte.
Aunque este presidente de Estados Unidos se veía lleno de vitalidad, solo sus allegados sabían del padecimiento que debía soportar.
John Fitzgerald Kennedy se convirtió en 1960 en el presidente electo más joven de los Estados Unidos pero, pese a sus 43 años de vida y aparentar ser un hombre vigoroso y muy activo, tuvo que luchar gran parte de su existencia para sobreponerse a graves complicaciones de salud; según revela un informe de la revista ‘Journal of Neurosurgery’.
Un historial clínico del presidente número 35 de EE.UU. hasta hoy desconocido revela que Kennedy padecía un intenso dolor crónico de espalda desde sus tiempos de universidad y necesitó ser sometido a cuatro cirugías en la espina dorsal, pero ni las intervenciones ni otros tratamientos lograron aliviar el dolor que sufrió hasta el 22 de noviembre de 1963, el día que fue asesinado.
Así entonces, durante la guerra de Vietnam o la crisis de los misiles en Cuba, John F. Kennedy soportaba una constante lucha interna que solo sus allegados conocían. Casi todos los días debía someterse a una terapia que combinaba diferentes ejercicios y masajes, además de ser inyectado con procaína y en ocasiones con narcóticos o metanfetaminas intravenosas; una práctica ilegal.
Luego de su muerte, Robert F. Kennedy dijo que “al menos la mitad de los días vividos” por su hermano, padeció “un intenso dolor físico”, pero jamás lo escuchó quejarse y solo “quienes lo conocían bien sabían que estaba sufriendo”, pero el resto de personas “no detectaban nada”, unas palabras recogidas por Joan Meyers en el libro John Fitzgerald Kennedy: Como lo recordamos’.
Fuente: www.grandesmedios.com