La tristeza es una de las emociones básicas (no natales) del ser humano, junto con el miedo, la ira, el asco, la felicidad y la sorpresa. Estado afectivo provocado por un decaimiento de la moral. Es la expresión del dolor afectivo mediante el llanto, el rostro abatido, la falta de apetito, etc. A menudo nos sentimos tristes cuando nuestras expectativas no se ven cumplidas o cuando las circunstancias de la vida son más dolorosas que alegres. La alegría es la emoción contraria.
La tristeza puede ser un síntoma de la depresión, que se caracteriza, entre otras cosas (abatimiento general de la persona, descenso de la autoestima y sentimientos de pesimismo, desesperanza y desamparo), por una tristeza profunda y crónica. En psiquiatría se habla de tristeza patológica cuando hay una alteración de la afectividad, que se produce un descenso del estado de ánimo, que puede incluir también pesimismo, desesperanza y disminución de la motivación. La tendencia alternativa entre las emociones de alegría y de tristeza es la labilidad emocional. Los síntomas más evidentes de la tristeza en el ser humano son: llorar, nervios y decaimiento moral.
A veces te asalta la tristeza y no sabes a qué se debe. El día puede ser completamente luminoso, y sin embargo parece como si una neblina te velara los ojos, tal vez por las lágrimas que no encuentran hueco por el que brotar. Otras veces conoces a la perfección los motivos, pero no encuentras los medios para resolverlos, y te relames morbosamente en tu sufrimiento, imaginando las desdichas que esperas que ocurran al doblar el camino. Te invade la abulia y la desgana, los placeres cotidianos dejan de proporcionarte goce, reflexionas sobre tus actos y deseos, y los encuentras irreales y absurdos. Vagas por la calle con un brillo mate en la piel, y no sientes ánimos ni para llorar. La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?
Triste deriva del latín tristis, cuya etimología ha sido objeto de toda clase de especulaciones y fantasías, puesto que no parece conectada con ninguna otra palabra. Por supuesto, no faltan las asociaciones simplistas, como ya vimos al hablar de la orina, donde todo topónimo que empezaba por aur- se adjudicaba invariablemente a aurus, “oro”; en este caso, las divagaciones conducen al número tres. Por ejemplo, para algunos tristis no es más que una variación de testis < terstis < trestis, tristis, “testigo”, la cual se habría formado a partir de tri- “tres” o “tercero”, y sti- “estar, permanecer” y bla bla bla...
En lo personal difiero mucho de todo eso. Pero como de lo que se trata aquí es de orientar por donde corren las aguas pues ahí tienen, saquen sus propias conclusiones.