La mentira de las drogas

 
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Siempre me llamaron la atención las paradojas, las dualidades humanas en cuanto a lo socialmente permitido y lo moralmente definido como bueno o malo.
En una sociedad donde al consumo de alcohol se lo promueve con propagandas donde hacen ver felices a todos los que lo consumen, prohibir el consumo de marihuana es ridículo. No solo porque sus efectos son irrisorios, comparados con cualquier bebida alcohólica, sino porque sus efectos son sedantes y pueden volver a las sociedades más pacíficas.
En cuanto a las otras drogas, representan una franja muy estrecha, en relación a la que consume alcohol y pastillas, drogas permitidas, que combinadas tiene un efecto muy importante.
Lo que me parece que motiva este discurso es encontrar un culpable a males sociales que se van naturalizando y no nos dejan ver como el verdadero problema social que golpea a casi todos los países, que es el de la pobreza y la exclusión.
Según las estadísticas la población carcelaria tiene un índice muy alto de consumo de drogas en su historia de vida, pero esto también es coincidente con los estratos sociales de los presos, el 90 % proviene de hogares pobres, con muy escasa educación.
El verdadero problema es ese, la falta de oportunidades, el 90 % de los consumidores de drogas no son delincuentes, son personas comunes, trabajadores, funcionarios, amas de casa, personas que consumen un porro o unas líneas ocasionalmente, como cualquiera se toma una cerveza o un whisky sin que nadie se horrorice o sea noticia porque fue encarcelado.
Siempre es útil a los gobiernos tener un enemigo que sea mayor que ellos a quien culpar de los males y el narcotraficante, creado por las propias leyes, es uno ideal.
Cuando algo se prohíbe, ya no tenemos oportunidad de regularlo, de ponerle límites, pasa a la clandestinidad, donde todo se compra y se vende, pero bajo una cubierta de negociados donde los principales ganadores son los encargados de controlarlo.
Paradojas, estamos llenos de ellas, la próxima les voy a hablar de la diferencia entre usar una tanga en la playa y que se le levante la pollera a alguien en la oficina.
Que no se nada, disfruten la noche.
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