l que seamos miembros de una especie incapaz de interpretar mensajes de advertencia, como los que no se ha cansado de enviarnos la naturaleza desde el mismo momento en que dimos inicio a la industrialización, nos coloca al mismo nivel de una ameba soportando su definida función en el estanque que ha creado la evolución, dándole razón y cabida a la argumentación de los pocos seres convencidos que no tenemos distinto poder al de destruir lo que tenemos y somos.