El término genocidio fue creado por Rafael Lemkin, jurista judeopolaco, en su libro El dominio del Eje en la Europa ocupada, para calificar la novedad de la destrucción programada de una nación o de un grupo étnico.
Franco escaparía gracias a esta acepción restrictiva.
Pero podemos encontrar los dos componentes del concepto, la voluntad programada de aniquilamiento y la designación de un sujeto pasivo identificable.
Los centenares de miles de rojos exterminados en España lo fueron en el contexto de una acción deliberada de aniquilamiento, todo ello sin contar con que España es el único país europeo con más de 100.000 desaparecidos y unas leyes que incluso después de la muerte del dictador han seguido garantizando la impunidad de sus asesinos.
Fueron personas conocidas por su laicismo, masones, socialistas, anarquistas, comunistas, sindicalistas, en una palabra, gentes de izquierda sobre la cual el dictador, en conversación mantenida en noviembre de 1935 con el embajador francés Jean Herbette, declaró la necesidad de ejecutar "una operación quirúrgica", la amputación de la parte perniciosa de la sociedad española. Genocidio político y también cultural, de destrucción de las élites que proporcionaban en la izquierda inspiración cultural y cohesión social.
No hubo piedad ni humanidad. Una vez terminada la guerra con el "Vencido y desarmado el Ejército rojo", se iniciaba una nueva escalada de terror y asesinatos con el objetivo de borrar todo el rastro de la República mediante la eliminación de todo aquel que hubiera sido un cuadro o líder de opinión. No hubo piedad ni humanidad. ¿Y aun puede algunos dudar del genocidio franquista?