Sinceridad ante la adversidad más cruel

 
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Sinceridad ante la adversidad más cruel


27 enero 2021

Pedro es uno de esos viejos amigos, compañero de profesión y de Promoción que afronta su etapa vital actual, según él mismo dice, como puede, que no como quiere. Nunca nos lo ha dicho pero tiene eso que el pueblo llano llama un cáncer de piel y lo sabemos porque el nos cuenta que se hace de vez en cuando algunas operaciones de estiramiento en la piel para parecer más joven, aunque luego no puede evitar que se le escape decir que lo operan siempre en el IVO.

Pedro es buen comedor, buen bebedor, amante de la buena vida y hasta, (por llamarlo de alguna manera), de la sutil y más inexplicable belleza del cuerpo humano y muy especialmente la del sexo femenino. No se le conocen infidelidades manifiestas pues siempre ha sido un tipo comedido y muy discreto, pero lo curioso es que hace unos días, en el segundo y fresco paseo de la madrugada y habiéndose él arrimado al cuerpo tan solo un par de carajillos encubiertos en un discreto vaso corto de cristal, de repente me obligó a sentarme y sentarse en uno de esos preciosos bancos de madera noble que hay frente al mar de nuestra vida en común y me dijo:

“La iba a dejar, Enrique. Desde que le han cortado un pecho no hay quien la aguante. Se ha vuelto arisca, fría, agresiva … no para de pregonar su estado, de que ya no es mujer, de que no quiere salir a la calle, de que es un monstruo. Llevo tres días fuera de casa durmiendo en el Meliá, pero anoche me llamó. Hablamos un buen rato. Hablamos de lo suyo y de lo mío, como no, ella me reprochaba mi hermetismo a la hora de reconocer mi patología y yo su manifiesto victimismo desmesurado con la suya. Lloraba, lloramos, nos sinceramos y al final tras un largo silencio, con una voz casi imperceptible … me pedía perdón, me dijo … – ayúdame Pedro – y yo solo supe decirle … – te quiero, en un rato estoy ahí.”

Hoy he vuelto a ver a Pedro, se ha presentado con su “chica” en los cafés prohibidos de la sacristía y sin mediar palabra alguna se ha venido hacia mi y me ha dado un abrazo de esos que te pone la piel como las de las gallinas cuando ponen un huevo … he sentido … y eso es mucho para un sesentón al que como yo suelen emocionarle las emociones ajenas y hasta las propias.

Sinceridad, valor ante la adversidad y especialmente amor sin límites, un intratable remedio para muchos de nuestros males.


Fuente: etarragof.blogspot.com
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