......................................................... Fotografía de Erwin Blumenfeld
26 mayo 2020
– Le explicaba a unos amigos del alma, el domingo pasado, sobre que no debiéramos tener miedo a las alturas, pero sí a no saber mantenernos en ellas pues cuesta mucho subir y es muy fácil caer.
– Ellos, contestándome, me hablaban con todo el cariño del mundo, de lo que representan las emociones tóxicas al hilo del terror que produce la situación incontrolada de esta pandemia de la COVID 19 que nos acosa y que nos mantiene encerrados en casa. Es momento – insistían – de no tener un miedo obsesivo al virus, aunque sí un gran respeto, manteniendo ese espíritu mientras nuestra razón nos lo permita y con toda la dificultad emocional que ello conlleva, respetando siempre, eso sí, las normas de higiene y distancia que recomienda las autoridades sanitarias y la OMS. Cuesta, a cierta edad, perderle el miedo al dichoso virus y aún más mantenerse valiente ante él. Ese era el objetivo de mis queridos amigos, que yo lo perdiera y una vez perdido, me mantuviera en esa disposición pues el asunto va para largo. En otro caso – concluían – mi atrofia no sería solo muscular, sino emocional.
– Yo, no obstante – sin decírselo- me refería o quise referirme, a la altura moral del individuo; a la de la dignidad profesional y/o laboral; a la de la integridad; a la de la sinceridad en el amor; a la de la ética y algunos valores más, hoy tan olvidados, y que son valores que cuesta conservar, los cuales, habiendo costado mucho conseguir, es muy fácil caer en la desgracia de no saber mantenerlos por un desdichado abandono de las buenas praxis.
Fuente: etfreixes.blogspot.com
