Un lémur puede explicar por qué dormimos los humanos

 
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Dormir es importante, eso nadie lo puede negar. El sueño puede ser plácido y reparador, y cuando hemos dormido lo suficiente y nos despertamos, nos encontramos mejor. Pero, ¿por qué dormidos? ¿Qué función cumple el sueño en los animales, especialmente en los humanos? Estas son las respuestas que se buscan en un artículo reciente, aunque no lo han estudiado en humanos sino en el lémur enano de cola gruesa (Cheirogaleus medius).

Un lémur puede explicar por qué dormimos los humanos

De media, cada uno de nosotros pasaremos un tercio de nuestras vidas durmiendo. Por lógica, debe ser una cuestión importante. Lo que ocurre es que aún no se sabe con seguridad para qué sirve. Las tres explicaciones que se dan son las siguientes: conservar la energía, ya que al dormir se gasta menos; para procesar la información y fijar la memoria, ya que durante el sueño el cerebro no tiene que ocuparse de otras cosas; o bien para deshacernos de las toxinas que generamos durante la vigilia, dejando al cuerpo que sólo se encargue de eso.
Evidentemente, estas tres funciones se dan. De hecho, ninguna de ellas excluye a las demás. Pero saber para qué surgió el sueño, cuál es la función principal por la que caemos en ese estado, es imprescindible si queremos entender nuestra biología.
Los responsables del estudio reciente se basaron en una de ellas, la del metabolismo y la conservación de la energía. Lo que pretendían demostrar es que durante el sueño profundo se realiza un ajuste homeostático. Es decir, se recalibra y regula todo el sistema de control de la temperatura y el gasto de energía.

Para ello, decidieron centrarse en una pequeña especie de lémur, por dos motivos principales. Primero porque, aunque el objetivo sea entender el sueño en humanos, experimentar con personas es complejo a nivel técnico, e impensable a nivel ético � al menos hasta que se tiene cierta seguridad de que nada va a pasarle al sujeto.
El segundo motivo, que determinó la elección concreta de lémur, es que se trata de nuestro pariente evolutivo más cercano que entra en una fase de letargo. No hiberna en sentido estricto, sino que pasa por una fase conocida como “torpor”. La diferencia fundamental es que durante el torpor no se entra en sueño profundo, mientras que en la hibernación sí. Así que la situación era perfecta para demostrar que el sueño profundo tiene como objetivo regular el cuerpo.
El experimento consistió en introducir en estos simios unos pequeños electrodos y dejarlos en libertad. Lo mismo se hizo con lémures en cautividad, para comprobar las diferencias. Los datos se recogían a distancia, y los implantes no causaban ningún perjuicio al animal.

Lo que descubrieron es que durante la fase de torpor los lémures no duermen. Es decir, entran en letargo, disminuye su metabolismo y su ritmo cardíaco cae en picado � de 160 a a penas cuatro latidos por minuto �, pero no entran en sueño profundo. Salvo en momentos muy concretos, la actividad cerebral de los lémures en libertad no entró en la fase de sueño profundo.
Y curiosamente, su temperatura corporal estaba descontrolada. Básicamente, variaba con la temperatura ambiente, en algunas ocasiones hasta en 25 grados Celsius. Este rango es muy superior al que cualquier otro mamífero puede tolerar, y en muchos casos hubiese supuesto la muerte del animal. En cambio, los individuos en cautividad, con un entorno mucho más constante, no entraron en torpor.
Así que queda claro que la regulación de la temperatura, el control del gasto energético, estuvo presente en nuestros ancestros. El debate sigue abierto, aunque esta posibilidad va ganando fuerza. Y las aplicaciones que puede tener son enormes: desde mantener en “animación suspendida” a un enfermo pendiente de un transplante o de un tratamiento efectivo, hasta los viajes espaciales.

Fuente: es.noticias.yahoo.com
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