La vocación que no fue escuchada

 
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LA DESLEALTAD PARA CONSIGO MISMO

Afirmando el propósito de nuestros ensayos, tendiente a generar espacios de reflexión para percibir de un modo diferente lo que se vive todos los días en los lugares de siempre, queremos presentar la experiencia de la vocación personal. Comprender la propia vocación nos permite nuevas comprensiones o comprensiones más profundas sobre los hechos cotidianos, aun cuando por su carácter simple y sencillo suelen pasar desapercibidos y no se les otorgue importancia o relevancia alguna. En principio, diríamos que de acuerdo con la dirección que se le haya dado a la vocación personal, será la intensidad y la calidad como se viva y encare cada situación que se presente y que compone el extenso ámbito de la cotidianeidad.

Todo individuo posee un talento que lo distingue y hace brillar si es capaz de desplegarlo en su propia vida sin interferencias ajenas. Ese talento, expresado en capacidades, habilidades y aptitudes, constituye el potencial que, a modo de “diamante interno”, cada uno debe aprender a conocer y pulir para poderlo expresar y ofrecer al mundo circundante. Por eso, la vocación es un llamado, una voz que no viene de afuera sino desde el interior y desde los rincones más profundos de cada ser humano. De allí que cuando ese talento encuentra la dirección que responde al potencial de la vocación, el sujeto experimenta profundo placer e intensa alegría.

Si esa voz es escuchada por el sujeto y la toma como guía orientadora de su hacer y actuar en la vida, significa que aquél elige con la confianza de saber lo que efectivamente quiere y necesita su vida. Así, el individuo siembra su felicidad y siente el placer y la dicha de hacer y actuar conforme a su vocación. Pero no todos son felices con lo que han elegido para sus propias vidas y viven en un descontento habitual que incide y se transmite a cada hecho cotidiano, sea simple, sencillo, irrelevante, importante o complejo.

La diferencia entre quien logró conocer su vocación y quien todavía la ignora radica en que el primero pudo conocerse a sí mismo, mientras que el segundo no pudo escuchar el llamado de su talento. Esta desvinculación con el talento origina la deslealtad del sujeto para consigo mismo, al optar escuchar voces seductoras que le señalan la dirección opuesta a la propia vocación. Las voces de la conveniencia, de la falta de confianza en sí mismo, de la comodidad, de la ley del menor esfuerzo, de la propensión a lo fácil, de la ambición y la codicia, son voces que aturden la voz genuina de la propia vocación.

Por eso, los educadores, tanto en su rol de padres como de docentes, deben cuidar de no aturdir ni acallar las voces genuinas de una vocación que emerge con transparencia en todo niño o adolescente. El arte de educar en realidad es el arte de permitir el despliegue de la vocación, de cuidar esa energía interna para que se exprese desde sí misma como un anhelo propio, sin ser sustituida por opiniones, consejos y pensamientos ajenos a la íntima convicción.

En las mentes abrumadas por pensamientos, prejuicios y estereotipos, el diamante interno del talento personal comienza a opacarse y a perder brillo propio. Por eso, cuando se afirma que una persona es brillante en cualquier ámbito de su vida personal y social se está queriendo decir que ha podido desplegar su vocación y realzar la fuerza interna de sus capacidades. En tal caso, la alegría de vivir es la expresión de esa energía del talento que se expresa de manera creativa y sincera para el bien propio y ajeno.

Si indagamos en la historia personal de los individuos disconformes, pesimistas e insatisfechos, como así en jóvenes sin entusiasmo ni esperanza, seguramente encontraremos en cada uno un talento postergado, ignorado o no valorado por quien no le supo dar su lugar en la vida. Esa vocación no escuchada será la voz de un reclamo persistente que el sujeto insatisfecho llevará hasta que decida escuchar la voz silenciosa que proviene de la esencia íntima de su propio ser.

Quienes por falta de conocimiento de sí mismos o por falta de confianza en sus capacidades no supieron elegir de acuerdo con su vocación, hoy hacen lo que no les place hacer y se encuentran sumergidos en las sombras del lugar equivocado. Desde ese lugar, y aun en medio de insatisfacciones, el talento sigue reclamando el lugar propio, ese lugar en el que podrá desplegar su máximo potencial si el sujeto así lo decide desde su íntima convicción.

Quienes no han encontrado todavía ese espacio, tienen la oportunidad de escucharse, sea cual fuere el lugar y el tiempo en que se encuentren. Surgirá, así, el reclamo de la vida y de un talento que no necesariamente debe estar adscripto a los ámbitos de la vocación intelectual, profesional o laboral ni guardar correlato estricto con algunas actividades exitosas. De esta manera, la fuerza de la vida en su integralidad podrá abrir con las llaves del talento las diferentes celdas que mantienen a cada individuo sometido en los lúgubres lugares de una cárcel mental construida por falta de conocimientos, por debilidad de voluntad, por indecisión, por conveniencia o por influjos de una cultura impregnada de banalidad y trivialidad.

Esa fuerza vital, a través del ejercicio consciente para reconocer las celdas de la propia cárcel mental, se constituye en fuerza liberadora para el despliegue de las capacidades y el talento de cada individuo. El ejercicio consciente de ese reconocimiento existencial, seguramente coadyuvará a la superación personal y al mejoramiento de la convivencia humana.


Fuente: liderazgodeequipos.com.ar
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