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¿Quién mató a Gaitán?
César Castaño, capitán (r)*
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9 de abril de 2024
El 7 de febrero de 1948, el líder liberal Jorge Eliécer Gaitán Ayala encabezó una marcha por medio de la cual se protestaba en contra del gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez por la matanza de campesinos liberales. Ante una multitud de más de cien mil personas, que colmaban la Plaza de Bolívar y sus alrededores, el caudillo pronunció (en medio de un silencio ensordecedor) su famosa ‘Oración por la paz’.
Más que una plegaria pasiva, pronunciada en tono de sumisión e impotencia, fue un manifiesto, un reclamo a la dirigencia política por su indiferencia frente a la violencia: “[…] Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado, sin embargo, un solo grito, porque en el fondo de los corazones solo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades, la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y esta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen” (Oración por la paz, 1972).
El discurso de Gaitán iba más allá de un alegato populista. Las élites conocían la fuerza de un verbo que amenazaba con socavar las estructuras tradicionales del poder político. Su elocuencia tribunicia, su carisma y la cercanía a los votantes alentaban, como ninguno, las energías populares.
El 9 de abril de 1948, pasada la una de la tarde, Gaitán salió confiadamente de su oficina, pues, según decía, “no había oligarca que asumiera el riesgo ni se hallaría hombre del pueblo capaz de matarlo” (Alape, 1984). Lo acompañaban cuatro amigos: Plinio Mendoza Neira, Jorge Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz. La intención era la de celebrar la absolución (proferida unas horas antes por un jurado de conciencia) del teniente del Ejército Nacional Jesús María Cortés Poveda (su defendido), quien, alegando legítima defensa del honor, había asesinado de dos disparos (diez años atrás) al periodista Eudoro Galarza Ossa, director de la Voz de Caldas en Manizales (La Patria, 1938). Según el juez Pedro Pérez Sotomayor, la “defensa fue proporcional a la agresión”. Con más oratoria que argumentos jurídicos, Cortés quedó en libertad (Cadavid, 2013). Aquel juicio se convirtió en un acontecimiento de gran trascendencia, al punto que las audiencias eran transmitidas por radio y seguidas con atención especial en los cuarteles (Gaitán, 1972).
Visiblemente cansado, producto de la celebración del veredicto (que se extendió hasta las primeras horas del 9 de abril) en el Grill Morocco (Bogotá, calle 24 carrera 9ª) por invitación de los militares, Gaitán alcanzó la calle junto a sus contertulios tomado del brazo de Mendoza Neira. En aquel instante, cayó herido por cuenta de tres impactos de revólver —calibre 32 corto— y falleció poco después en la Clínica Central. Un agente de policía que estaba presente en el quirófano (con una corneta como ‘arma’ de dotación), se abrió paso entre la muchedumbre adolorida para ejecutar el toque fúnebre que anunció la muerte del caudillo. La noticia corrió como pólvora, el país estalló en llamas y las multitudes iracundas se volvieron turbas sin control.
A diferencia de magnicidios posteriores en los que se descubrieron los autores intelectuales y materiales, en el caso de Gaitán aún perdura un misterio que inspira todo tipo de especulaciones. Una versión, poco conocida, devela una trama compleja de espionaje y sabotaje que apunta al entonces ministro del Interior de Hungría: László Rajk. Este personaje, antiguo miembro del Komitern (Internacional Comunista), supuesto responsable ante el Kremlin de la organización del comunismo en Latinoamérica, fue acusado por el espía yugoslavo Mizo Rujitch de haber planeado el asesinato del líder liberal, desde agosto de 1947, en Budapest (Mackenzie, 2007).
Por su parte, Gloria Gaitán Jaramillo, hija del líder inmolado, señaló a la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y al coronel Virgilio Barco Céspedes, director de la Policía Nacional, como partícipes de un complot para asesinar a su progenitor. Adicionalmente, acusó a Mendoza Neira (padre del escritor y periodista Plinio Apuleyo Mendoza) como el traidor que sirvió de señuelo para su asesinato (Gaitán, 2014). Este, a su vez, como testigo más cercano del crimen, se refirió a la presencia en el lugar de los hechos de un detective (que había sido organizador de grupos de ‘pájaros’ en el norte del Valle y luego trabajó para el gobierno) identificado como Pablo Emilio Potes, quien sería pieza clave del homicidio. Potes fue quien desarmó a Roa Sierra una vez hirió al caudillo y azuzó a la muchedumbre para lincharlo (Mendoza, 2013).
Entre tanto, la agencia inglesa Scotland Yard avaló la ‘teoría del autor solitario’ como versión oficial de los hechos. En un informe confidencial, desclasificado solo hasta 2002 (razón por la cual se creía desaparecido), los investigadores afirman que Roa Sierra actuó solo y por cuestiones de desequilibrio mental: “[…] nos inclinamos a creer que Roa dio muestras de anormalidad en la dirección del misticismo y la megalomanía”. Más adelante, añaden, “[…] nos convence bastante la hipótesis de que Juan Roa Sierra, el hombre asesinado por la multitud alborotada, fuera el verdadero asesino” (Valencia, 2018). La viuda de Gaitán, Amparo Jaramillo, en una entrevista publicada en El Tiempo, el 9 de abril de 1973, afirmó: “No fue el pueblo ni fue Roa Sierra quien lo asesinó, sino un tipo que estaba vestido divinamente… fue desde un café enfrente de la oficina de donde llegaron los disparos” (El Tiempo, 1973).
La autoría de Roa Sierra fue confirmada por varios testigos. Uno de ellos, fue el comerciante Manuel Vallejo (natural de Armenia), quien presenció de cerca los hechos: “Roa le disparó por tres veces consecutivas al jefe liberal por la espalda y, luego, emprendió la retirada”. Vallejo afirmó que se encontraba ‘haciendo caja’ en su café Colombia, en Bogotá, cuando sucedió la tragedia a la una de la tarde del 9 de abril de 1948. “Roa Sierra ocupó asiento en mi café desde tempranas horas del 9 de abril, el hombre vestía un traje viejo de color gris —aparentemente de dril— tomaba tinto y fumaba nerviosamente. Cuando Gaitán salió del edificio, acompañado por algunos caballeros, Roa le disparó, yo lo vi perfectamente. Roa, barroso, delgado y pálido, retrocedió con el arma humeante en la mano e hizo un cuarto disparo... tal vez, para cubrir su retirada”. El comerciante conocía con anterioridad a Roa Sierra, debido a que solía ir con frecuencia a su establecimiento. Además, declaró que “[…] una vez se emborrachó y trató de armar escándalo en el café, le llamé la atención y se calmó”. Por eso, insistió en que no le cabía duda alguna, ya que conocía al homicida de antemano y también vio su cadáver. “Solo fue él y nadie más” (Intermedio, 1956).
¿Quién mató a Gaitán? Desde hace 76 años, cada 9 de abril, ronda la misma pregunta. “No lo mató nadie. Gaitán murió ahogado, pues no había mesera bogotana que no le hubiera dado un vasito de agua en la agonía”, comentaba con ironía el periodista Iáder Giraldo. Lo cierto es que aquel día el odio fue protagonista, pero no se redujo al minuto que se dice cambió la historia de Colombia, la violencia continuó arrasándolo todo a su paso. No obstante, a pesar de estar curtidos por tantas decepciones, los colombianos guardamos la esperanza de atenuarla y poder transformarla para convivir en paz…
*Miembro de la Academias Colombiana de Historia Militar y del Quindío.
1. Alape, Arturo. (2000). El Bogotazo. Memorias del olvido.
2. Cadavid, Orlando. (2013). La defensa final de Gaitán. Manizales. La Patria.
http://www.lapatria.com/columnas/la-defensa-final-de-gaitan
3. Gaitán, Gloria. (2014). Memoria heroica popular vs guerra de baja intensidad. Universidad Distrital.
https://repository.udistrital.edu.co/handle/11349/17389
4. Gaitán, Jorge. (1972). Defensas penales de Jorge Eliécer Gaitán en los procesos de Jorge Zawadsky y el Teniente Cortés. Editorial Publicitaria.
5. Gaitán, Jorge. (1972). Oración por la paz: oración por los humildes. Selección de discursos y notas de José Félix Castro. Editorial Publicitaria.
6. Gutiérrez, Gabriel. (1973). Habla la viuda del Gaitán. El Tiempo.
7. Intermedio. (1956). El asesinato de Gaitán. Intermedio.
8. La Patria. (1938). En su oficina de redacción fue asesinado Galarza Ossa por un oficial del Ejército. La Patria.
9. Mackenzie, Eduardo. (2007). Las FARC: fracaso de un terrorismo. Random House Mondadori.
10. Mendoza, Plinio. (2013). El detective detrás de la mano asesina de Roa Sierra. El Tiempo.
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-12732142
11. Valencia, María. (2018). El 9 de abril: ¿la conjura de un solitario? En A. Ángel (Ed.), Versiones del Bogotazo. Instituto Distrital de las Artes.
Fotografía Sady González, colorización Fernando Ortíz