El día a día de la realidad que envuelve a un país como Colombia, debiendo admitir que no es una actitud de nuestra entera exclusividad, pues lo más seguro es que es algo que ocurre de manera similar, con mayores o menores niveles de eficiencia o gravedad, en el resto del planeta, siendo la confirmación del papel intrascendente, inane y anodino que estamos jugando los habitantes y ciudadanos del común durante la cotidianidad de nuestras existencias, no de otra manera se entenderían los grados de manipulación social, económica, religiosa y política que se ejercen fácilmente por parte de unos poderes fácticos tras cada una de sus actuaciones reclamando su presencia, importancia y trascendencia, en contra o a favor de los gobiernos locales, regionales o nacionales, en cuanto éstos están compuestos por una recua de funcionarios institucionales, quienes han tenido que recurrir al patrocinio o financiación de sus espurias campañas entre tanto buscan atraer incautos con unos cantos de sirenas donde ofrecen todo tipo de cambios y soluciones terminando, por simple lógica, la mayoría de ellos como obedientes y sumisos dirigentes políticos de los intereses que persiguen y mueven las organizaciones corporativas, industriales, comerciales, religiosas y hasta culturales, representadas por atractivos personajes de índole privada pero hábilmente publicitados, siempre pendientes del instructivo empresarial para dar la orden que requieren sus organizaciones capitalistas a través de ser sus cabezas visibles, vislumbrándose como actos y actitudes inconcebibles durante gobiernos progresistas.
En este enrarecido y antiético escenario nos movemos todos mientras creemos que es algo normal, siendo totalmente antinatural con la esencia de lo que se persigue como seres pertenecientes a sociedades necesitadas de equilibrios sociales, ambientales, sustanciales y elementales pero que terminan siendo subastados y vendidos al mejor postor por esos supuestos dirigentes y funcionarios estatales, indecentes individuos al ser cooptados por medio de los intereses que se manifiestan continuamente como si fueran ideales perfectos aunque estén yendo en contra de una naturaleza que está siendo despedazada, arrasada, desbalanceada, desproporcionada e injustificada con la permanencia de una especie que se autodenomina inteligente en pleno paroxismo de su inconciencia universal.