Adolescentes combativos frente a educadores confundidos

 
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Cuando el docente inexperto no sabe qué hacer

En el contexto actual del escenario escolar, aparece el adolescente combativo y convencido de que tiene que librar una lucha. Sea para hacer valer sus derechos ante las autoridades escolares que no lo comprenden, sea para negociar satisfactoriamente el acceso a beneficios razonables o inaceptables, sea para buscar la equidad de una calificación, sea para querer zafar con picardía, sea para lo que sea, en todos esos casos se requiere que los educadores, tanto en su papel de padres como de docentes, no se sientan confundidos y sin saber qué hacer.
Algo que detesta la frescura y la sinceridad juvenil es ver adultos que, en su profesión educadora, no sepan qué hacer. Y cuando un adulto no sabe qué hacer frente al niño y adolescente, apela a dos recursos siniestros e intelectualmente repugnantes: o se impone con autoritarismo sin dejar pensar o simula escuchar y dejar libre el consumo de la demagógica cultura del vale todo. En ambos casos, daña la inteligencia en formación y provoca el rechazo de quien, en definitiva, está reclamando un trato conforme a su dignidad personal.
Las situaciones hostiles, agresivas, y hasta reñidas con lo ético y con el trato humanitario que se observan a diario en las escuelas y que configuran el bullying que otrora permanecía oculto, no condicen con la existencia de docentes confundidos y que no sepan qué hacer por falta de experiencia, conocimientos o destrezas. El clima de intimidación y burla que sufren niños y adolescentes exige profundizar en el modelo mental y en las estructuras cognitivas y emocionales que provocan agresiones por mero placer y sadismo. Este es un trabajo causal de aguas profundas; de lo contrario, los adultos permanecerán presenciando el oleaje en la playa descriptiva de los efectos sin poderlos ni siquiera atenuar.
Cualquier incidente o situación conflictiva se inscribe en el plano de los efectos y consecuencias. Para llegar a su resolución, la institución, a través de sus directivos y docentes, debe promover procesos de aprendizaje a partir de los mismos. Generar aprendizajes aún con la presencia de hechos de violencia, reclamos insistentes, agresiones y faltas de respeto, requiere un método y una actitud que forman parte del arte de educar. Si los estudiantes observan a educadores confundidos y a expertos del contenido en lugar de artesanos de la inteligencia que enseñen a reflexionar y a pensar, el conflicto no resuelto promoverá más caos y discordia.
Este escenario predispone a la fatiga docente y al tan temido burnout, sometiendo a quien lo padece a un estado de pasividad, desgano y falta de confianza para resolver los diversos incidentes cotidianos de la vida escolar. Si bien agrava el cuadro de situación, es válida la conjetura de que a menor disponibilidad de recursos mentales y de reservas internas, cualquier docente, aún con un dominio impecable de los contenidos, quedará más vulnerable, más indefenso y sin lucidez para generar aprendizajes en situaciones hostiles frente a jóvenes que no quieren ser espectadores pasivos ni permanecer al margen de su propio proceso formativo.
Aprovechar la oportunidad de aprendizaje y mejora personal que ofrece toda crisis, incrementa en el docente su capacidad creativa y la confianza para trabajar en aguas profundas. Al aceptar el desafío de enfrentar los conflictos y resolver con solvencia la hostilidad de los sucesos inciertos, desplegará una creatividad directamente proporcional a la gravedad de aquéllos.

http://barcaglioni.blogspot.com.ar/
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