Aborto ¿un mal menor?

 
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Aborto ¿un mal menor?

Hasta hoy hemos sido espectadores de un debate frente a la posibilidad de legalizar (no nos engañemos, no es “despenalizar”. A esta altura creer en esta falacia implica desconocimiento, por omisión o intencional) el aborto en Chile

Lo que nadie ha señalado es qué ocurre con la mujer, de modo inmediato y mediato, luego de abortar. Y este punto es esencial para darnos cuenta de hasta dónde llegan los promotores del aborto, ocultando información fidedigna y científica al respecto.

Una mujer que decide abortar, en términos generales y mayoritarios (sobre el 92%) lo hará llevada por un carácter de cierta ambivalencia. Dada las presiones del entorno, coacciones, abandono de su entorno y social, siente que un embarazo no deseado es una situación imposible de llevar adelante, por lo que el aborto sería la solución que le permitiría sentir alivio inmediato. Alivio sólo aparente.

Ya sea aborto quirúrgico o farmacológico, la mujer, junto a esa ambivalencia siente dolor, sufrimiento y un estado de incertidumbre respecto de ella misma. El aborto farmacológico (misoprostol y en algunos países RU-468 más misoprostol) provoca en ella un estado indeseable, dado los efectos que subyacen (vómitos, hemorragias, fuertes dolores, etc.) sumado al nulo apoyo y contención. Tanto en este tipo de aborto como en el quirúrgico el carácter traumatizante es el factor primordial.

Posteriormente se presenta una suerte de desorientación que lleva a la mujer a tener conductas evasivas tan dañinas como ingerir excesos de alcohol o recurrir a las drogas, entre otros aspectos. Pero una constante es el miedo frente a un resultado futuro: se pregunta permanentemente si con el aborto podrán ser madres cuando ella quieran, sumiéndolas en el temor de un daño para su fertilidad. Sin embargo, estudios cualitativos señalan que la característica que se repite mayoritariamente es la sensación de pena, tristeza y culpa, derivado de la conciencia de estar dando muerte a un ser gestante.

Para la mayoría de las mujeres que han abortado, éste no es un tema cerrado, simplemente el ciclo se mantiene abierto durante toda su vida y se manifiesta de diversos modos, incluso mediante sueños con su hijo abortado.

Para ellas, la única salida era el aborto, sin embargo, este criterio las sume en un estado depresivo que se puede exteriorizar de modo inmediato o muchos años después. La gran mayoría, al sentir culpa, se cuestiona cómo hubiese sido ese hijo o su propia vida y la de la familia, creando un espiral de angustia y desesperación, símil a la vivencia de un duelo o pérdida de un ser querido.

Para ellas el aborto debe ser vivido en secreto, vivir su dolor de modo privado y no puede ser liberado, tanto por vergüenza como por una suerte de estigmatización social (en países donde el aborto es legal esta realidad es tan potente como en aquellos donde se prohíbe)

Se crea, así, una dicotomía: por un lado recurren a la justificación del aborto como vía para aliviar la presión que significaría un embarazo no deseado, y por otro , la vivencia traumatizante en sí, la sensación de pérdida, duelo y un rechazo inicial a la maternidad. Esta ambivalencia persiste como parte de su vida a lo largo de los años, dentro de su psiquis.

Todo lo anterior es conocido como Trastorno de Estrés Agudo o ASD (“Acute Stress Disorder”) y Stress post traumático o PTSD (“Post Traumatic Stress Disorder”). Según estudio, después del aborto inducido, el 52,5% de las mujeres presentan ASD y un 32,5% PTSD ( Ver: Vukukelic J, Kapamadzija A, Kondic B, “Investigation of risk factors for acute stress reaction following induced abortion” Med Pregl. 2010)

Cada año en Estados Unidos se practican 1.3 millones de abortos “que provocan 260.000 nuevos casos de salud mental…Se puede llegar a psicosis depresiva, desorden bipolar, depresión neurótica o esquizofrenia “(Coleman, Priscilla K “ Abortion and mental health: quantitative synthesis and analysis of research published 1995-2009” en The British Journal of Psychiatry, september 3, 2011, p. 180-186 )

Según Vincent M Rue, codirector del Institute for Pregnancy Loss y quien contrbuyera, en 1981 con la primera evidencia clínica de la existencia del síndrome post aborto, señala que las mujeres que han abortado tienen 6 veces más posibilidades de suicidarse. Para Rue, el aborto es “un acto humano intencionalmente provocado, que está relacionado con una experiencia de muerte, sus efectos son serios y duraderos. Más del 50% de los pacientes tiene problemas crónicos a lo largo de su vida”

Estas consideraciones no son parte de una etiqueta social, cultural, política, religiosa, de educación o situación socio económica. Es transversal

No engañemos a la mujer diciéndole que el aborto es la única y mejor salida. Por el contrario, como sociedad debemos, de modo proactivo, contener, ayudar y apoyar durante todo el embarazo y posterior al nacimiento del ser en gestación a estas madres y exigir políticas públicas en orden a que el Estado garantice la satisfacción de estas necesidades fundamentales y no entregue una solución que tendrá, quieran o no, trágicas consecuencias para el resto de la vida de esas mujeres, a quienes se les negó toda ayuda que no sea terminar con la vida de su hijo.

Andrea Balbontín Nesvara
Investigadora y activista Provida
Chile
Twitter @andre_balnes

Fuente: www.eldemocrata.cl
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