La defensa de la vida humana es transversal. Cuestión de honestidad

 
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La defensa de la vida humana es transversal. Cuestión de honestidad

Citar las diversas organizaciones pro vida ciertamente no es el propósito de esta columna. Lo interesante es que cada vez son más las agrupaciones que se van organizando en torno a la defensa de la vida con prescindencia de color político o religión o cultura. Existe una transversalidad evidente, lo que da cuenta que la dignificación humana va más allá de una etiqueta.

Existen tres instancias relevantes para comprender la manifestación pro vida:

Uno es el Manifiesto de Madrid, del año 2009, que fue apoyado por más de 2000 científicos, profesores e intelectuales, uno de cuyos párrafos señala

“Que existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación: la Genética señala que la fecundación es el momento en que se constituye la identidad genética singular, la Biología celular explica que los seres pluricelulares se constituyen a partir de una única célula inicial y la Embriología describe el desarrollo embrionario y fetal, revelando cómo se desenvuelve sin solución de continuidad; que el cigoto, luego embrión y luego el feto, no forman parte de ningún órgano de la madre, sino que es la primera realidad corporal del ser humano, un ser nuevo y singular, distinto de su padre y su madre; que un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino la «interrupción de una vida humana”

El otro tiene relación con la Declaración de Dublin del año 2012, realizada y firmada por más de 900 especialistas, ginecólogos, médicos, enfermeros, matronas, y pediatras, el cual consigna

“Como investigadores y médicos experimentados en Ginecología y Obstetricia, afirmamos que el aborto inducido – la destrucción deliberada del no nacido – no es médicamente necesaria para salvar la vida de una mujer. Sostenemos que existe una diferencia fundamental entre el aborto y los tratamientos necesarios que se llevan a cabo para salvar la vida de la madre, aún si aquellos tratamientos dan como resultado la pérdida de la vida del niño no nacido. Confirmamos que la prohibición del aborto no afecta, de ninguna manera, la disponibilidad de un cuidado óptimo de la mujer embarazada.”

Finalmente, en el año 2014, más de 300 juristas españoles crean un manifiesto donde apelan al Estado en orden a proteger la vida como un derecho esencial:

“El concebido es un ser individual, distinto de la madre aunque alojado en el seno de ésta, como señaló el Tribunal Constitucional en su Sentencia 53/1985, que está protegido por el art. 15 de la Constitución en todas las etapas de su desarrollo, de manera que el Estado debe establecer un sistema de normas -incluidas las penales- que tutelen la vida del concebido y no nacido. [...] De acuerdo con la doctrina constitucional y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos el aborto no es un derecho de la mujer. Del derecho al respeto de la vida privada y familiar, reconocido en el Convenio de Roma, no deriva un presunto derecho a abortar. El propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha señalado que "el derecho a la vida privada de la mujer debe ser ponderado con otros derechos en conflicto, incluyendo los derechos del niño no nacido", siendo los Estados libres de proporcionar el más elevado grado de protección a la vida del concebido”

En Chile, por su parte una agrupación de Médicos formularon un Manifiesto en defensa de la vida ( Ver link adjunto)

Como sea, debemos comprender que, aunque se pretenda establecer que los movimientos o individuos pro vida son y tienen su fundamento en el cristianismo, ello no es así, aun cuando existan aquellos en que si. Decir que el problema de la vida y su defensa se debe a concepciones dogmáticas o teologales es desconocer la trascendencia del ser humano y reducirla a un ámbito que ciertamente no es único.

La defensa del derecho a la vida es, como se confirma, transversal y de carácter amplio, va más allá de la carga de etiquetas que nos pretendan imponer. Nuestro respaldo científico no deviene de subjetividades y mucho menos arbitrariedades.

La ciencia no es dogma; el resultado de las investigaciones científicas no dependerá del credo, color político o etiqueta del científico. Basta de engaños, de jugar con el ser pensante. La mayor gravedad de los proabortistas es ver a la sociedad como ignorante de fácil manipulación mental.

Fuente: www.aciprensa.com
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