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Por Manuel T. Bermúdez

Libro Relatos del Surserá lanzado el próximo 30 de mayo

Para el próximo 30 de mayo, a las 10 de la mañana, en la biblioteca Departamental de la ciudad de Cali, se hará el lanzamiento del libro de cuentos “Relatos del sur”, una compilación de cuentos y poemas de los talleres de escritura creativa Relata Nodo Sur.
Sobre el particular hablamos con Alberto Rodríguez, quien es director del taller “Écheme el cuento” en la ciudad de Cali.
“El libro “Relatos del sur”, -precisó-, es el libro-memoria del Nodo Sur de Relata. Se llama así porque tiene una doble connotación: relatos, que es algo que se cuenta y además es el nombre familiar que tienen los miembros de los talleres Relata”.
El Nodo Sur, lo integran nueve talleres de tres departamentos. En el libro de 340 páginas, se publica a 60 autores y contiene 110 relatos.
“Es la primera vez que esto se hace en Colombia, dice Alberto. No tiene antecedente y recoge el producto de la actividad de escritura de los talleristas en el 2014. Son trabajos de las personas que pasaron por los talleres, ya se fueron y esta es la muestra de su esfuerzo”.
Respecto a por qué la publicación dijo: “Primero, porque no se había hecho y resultaba importante que el Nodo diera cuenta de su trabajo y además por estimular a los autores. Es bueno aparecer publicado, que se lean los trabajos, que vayas a las bibliotecas públicas a las que se van a enviar algunos libros”.
¿Se está haciendo algún tipo de seguimiento a quienes han pasado por los talleres para saber quiénes de esos participantes se han decidido definitivamente por el camino de las letras?
“Esa es la pregunta que uno como director de un taller siempre se hace. ¿Qué va a pasar con los asistentes a un taller luego de que terminan?”.
“Yo veo que hay dos tipos de personas que asisten a los talleres: los que vienen al taller y aprenden un poco del cuento, de cómo se escribe y algunas herramientas para hacerlo, pero así mismo hubiesen podido ir a aprender fotografía o publicidad, etc.; y están los otros, que son los que yo llamo, “los condenados”, los que asisten al taller porque ya estaban escribiendo y van a tener que seguir escribiendo aprovechando algunas herramientas que se les entrega: lecturas nuevas, autores que no conocían, cosas que les ayuden, pero van a seguir escribiendo. Son los menos, es decir, los condenados”.
“El seguimiento que yo hago, es en virtud de que esos, los condenados, se mantienen en contacto conmigo. Los que definitivamente tienen que seguir escribiendo porque es parte de ellos y que, aunque no hubiesen asistido al taller escriben y escriben y seguirán haciéndolo”.
“A mí me encantaría que todos fueran así, pero sé que no va a suceder eso. Los demás, termina el taller, publican un cuento y ya. Aprendieron cómo era, la pasaron bien, conocieron gente y yo me conformaría con que al final del taller se hubiesen formado mejores lectores con todo lo poco que pudieran haber aprendido. Es decir a la mayoría, el curso de la escritura, no los ha condenado todavía”.
¿Cuál es la impulso de un taller en alguien que tiene interés real por la escritura?
“Yo, quiero suponer, que hay algunas herramientas, algunos recursos, algunos trucos, que se les puede trasmitir, así ya escriban, porque hay gente que escribe visceralmente, como hay que escribir, porque hay que escribir desde las entrañas, con el corazón. Hay que escribir con fiebre”
“Es posible que a esas personas que ya escriben el taller pueda contribuirles con algunos recursos , mostrándoles algunos autores que desconocen, enseñándoles algunos cuentos, enseñándoles a leer para criticar ya que es muy importante coger un cuento y desarmarlo,, como se desarme un reloj y mirar porqué no funciona, cómo puede funcionar, qué está fallando, qué está sobrando. Yo creo que eso les puede servir y pienso además, que en el caso de quienes ya escriben, el hecho de que se presenten a un taller y se queden en él, es porque allí están recibiendo algo, de lo contrario se irían”.
“Este taller Écheme el cuento, del 2015 hasta ahora no han habido sino dos deserciones, es decir, hay un nivel muy alto de interés, el grupo se mantiene cohesionado y entusiasta. Yo espero que de todo lo que hagamos aquí en el taller queden cinco o seis personas que luego puedan ejercer como cuentistas. Si son más…magnífico”.
¿Cuánto tiempo orientando talleres, Alberto?
“Orientando talleres en general de lectura y escritura, llevo los últimos 20 años en esto.
¿Qué nombre o nombres recuerda de esos talleristas que ha tenido y que esté en las letras en éste momento?
“De primera generación tengo alguien a quien quiero muchísimo, sigue escribiendo y nos mantenemos en contacto. Se llama Silvia Valencia y es la coordinadora del Área Cultural del Banco de la República en Cali. Ya ha publicado cuatro libros y se orientó a la franja juvenil. Es muy talentosa y ahora, -esto es una primicia-, va a entrar de directora Relata. Ha seguido publicando y está incluida en planes de lectura de diferentes colegios y es una de las autoras preferidas de la editorial Libros y Libros, es decir, se pensó en serio el oficio de escritura. De cada generación de talleristas ha quedado “un condenado” que en muchos casos no ha publicado pero seguimos trabajando ya no tan directamente sino que yo hago el trabajo de lector”.
¿Es necesario o importante, ser joven para asistir a un taller como los que usted orienta?
“Tan importante como sería estar en un taller siendo una persona madura. A determinada edad, es decir unos buenos años vividos, ya hay una experiencia, un recorrido, hay bastante lecturas, se ha escrito, volteado por la vida. Eso, es invaluable, lo que se ha acumulado en vida. De hecho, por razones cronológicas, se ha tenido mucho más tiempo de leer que los jóvenes, se han conocido más autores, eso es un activo que es insuperable; el activo de la experiencia”.
“Se tiene otra ventaja, y lo digo pensando en los talleres Palabra Mayor, que son talleres exclusivamente para personas mayores de 50 años y es que hay como un sentido más claro de lo que se quiere. Después de cierta edad, tú ya sabes exactamente lo que quieres”.
“Las experiencias con los jóvenes, en todos los casos no han sido buenas porque creen inicialmente que quieren cuento, pero luego resulta que les es más atractivo el guión, o están casándose, o terminando una carrera, o se ennoviaron, o se metieron en 10 proyectos más. Entonces, la juventud, en ese sentido, me parece que es un riesgo. Curiosamente, tienen todas las ventajas de la frescura, la inteligencia, el arriesgue, la osadía, las ventajas propias de la juventud, pero también tienen otros riesgos que los adultos ya no tenemos. Un adulto llega al taller porque quiere escribir cuentos y punto. Esa persona tiene eso claro”.
“En muchos casos, los chicos, ese sueño o anhelo, podría modificarse en el transcurso del taller o, dicen, ya no quiero cuento, eso está muy complicado, me toca gastarle demasiado tiempo etc. Es decir, la juventud tiene fortalezas inmensas, pero en el terreno de las definiciones, a veces flaquea. Yo pienso que hay fortalezas de lado y lado”





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