El verdadero reto postparto: no divorciarse

 
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Hace poco escribí aquí sobre el reto del cuerpo postparto y contaba que con mi segundo embarazo no me ha sido tan fácil volver a mi peso anterior. Cuando le conté a mi marido sobre lo que estaba escribiendo, le dije que siento que a veces no soy justa con mi cuerpo que trajo dos vidas a este mundo y que 10 meses después todavía no ha vuelto a ser el de antes.

El verdadero reto postparto: no divorciarse

Así que le dije a mi cuerpo en voz alta: te perdono y te agradezco.

Mi marido, que siempre tiene una palabra para hacerme sentir bonita aunque haya días que no me sienta así, me dijo que me veo muy bien y entre chistes se nos ocurrió que el verdadero reto postparto no es el de lograr un cuerpo como el de antes. Lo dijo él, que es publicista y sabe ganarse la vida inventando frases: “el verdadero reto postparto es no divorciarse”.

Muchas veces hemos hablado de que la prueba más grande para un matrimonio es tener hijos. Vemos a los amigos que se casan con esa inocencia feliz y les deseamos lo mejor. Cuando anuncian que van a tener un bebé, les deseamos lo mejor.

Pero lo cierto es que un hijo trae otra luz a un matrimonio, una luz que deja ver muchas sombras de lado y lado. Las sombras de esas áreas de la personalidad de cada uno que no se conocían antes porque no había un bebé de por medio.

Un bebé…. La prueba de amor más grande que puede haber entre dos personas es también el catalizador y el causante de muchos conflictos, reconciliaciones y crecimiento como pareja.

Últimamente he notado que en mi círculo de amigos y conocidos, se habla de crisis, de separaciones, de que necesitan tiempo.

El matrimonio y el amor, en crisis, y los hijos de por medio.

Entonces, recordamos mi marido y yo una frase que le dijo a él un amigo: durante el primer año después de tener un bebé, no van a ser los mismos. Así que mírense a los ojos, pídanse perdón y perdónense. Digan: te perdono, porque sé que ahora estamos adaptándonos a un gran cambio en nuestras vidas.

Me cuentan de una amiga ya lejana que acababa de tener a su segundo bebé y su marido se fue con otra. Y de alguna conocida que prefirió ser mamá sola con su hijo que sola con un marido consumido en el trabajo. Y de una pareja de esas por las que nunca nadie habría apostado que se separarían, y así están.

Entonces, pienso en las miles de veces que mi marido tiene que viajar por su trabajo, varios días con sus mañanas, tardes y noches; en las veces que me enfurece que no llegue temprano a casa a darme una mano (aunque sé que está trabajando por nosotros); en los momentos en que él sale a eventos de su trabajo sin mi compañía, porque no tenemos niñera ni una tribu de familiares y amigos que puedan quedarse con mis dos hijos (a veces me pregunto si pensarán que su esposa es imaginaria), en las conversaciones que tenemos sobre el futuro, sobre la compra de una casa, sobre el colegio de mi hija, sobre cómo ganar más para preocuparnos menos.

En que envidio que él pueda darse una ducha sin que nadie grite su nombre; que pueda dormir a pierna suelta mucho más que yo; que no le toquen la puerta del baño cuando va a hacer pipí.

Hablo con una amiga que anda con el matrimonio pendiendo de un hilo porque su esposo y ella no se ponen de acuerdo en cómo educar a los hijos.

Pienso que el matrimonio es difícil y que no es un viaje en crucero cuando se tienen hijos. Es una ola que se agranda y hay que aprender a surfear con amor, paciencia y respeto.

Es una gran prueba en un mundo en el que los hombres no tienen permiso para ser papás.

Pienso en que todo es culpa de no tener una tribu…En que todo es culpa de los trabajos que no tienen en cuenta que sus empleados tienen derecho a más tiempo con su familia. En que el mundo está diseñado al revés.

Pienso en que es un regalo para mi que él llegue a temprano a la casa, en que me alegro infinito cuando me cuenta que cancelaron un viaje de trabajo, en que me emociono porque se va a tomar un día libre.

Y aunque no podamos estar mucho tiempo él y yo solos, celebro tenerlo para mí, para mis hijos. Celebro que la verdadera razón por la que a veces lo quiero ahorcar es porque lo extraño, y aplaudo que por ahora, estemos superando bien el reto postparto de no divorciarnos después de 12 años de amor a primera vista.

Y aquí delante de todos le digo: te perdono y te agradezco. Y espero que sigamos juntos surfeando esta ola y que salgamos mucho más fuertes y unidos de ella. Porque el matrimonio, como el cuerpo, jamás será el mismo después de los hijos.

Fuente: espanol.babycenter.com
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