Ariel Pytrell, un escritor artesanal en tiempos de Internet

 
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Ariel Pytrell, un escritor artesanal en tiempos de Internet

Ariel Pytrell, nacido en 1964, es escritor multifacético: poesía, dramaturgia, ensayo, narrativa; redactor publicitario y comunicador. Y es director de teatro y formador de actores.

Su formación es ecléctica. Estudió actuación en distintas escuelas y con diversos maestros: Rodolfo Rossi, I.F.T., Hugo Marín (tragedia clásica y neoclásica), etc. Tomó clases de dirección y puesta en escena en la Escuela Municipal de Arte Dramático, EMAD y en la Universidad Nacional de Arte, UNA. También se formó como director y productor de cine y TV; en dramaturgia y guión de cine y TV. A comienzos de 1993, comienza a estudiar Griego Antiguo como oyente en la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires) y, más tarde, ingresa en la carrera de Licenciatura en Letras de dicha universidad.

Sus últimas publicaciones son Bindalinē Sombras del fin del mundo (novela) y Sócrates-Amanecer en la caverna (teatro), ambas por el sello editorial Hesiodo.





Ariel, bienvenido a Esnoticia

Ariel, nos gustaría que nos hablara un poco acerca de usted y como nace su interés por la literatura

¡Difícil tarea, eso de hablar de uno! No tengo idea de cómo nació mi interés por la literatura, sólo puedo reconocer imágenes bastante nítidas de mí mismo, desde muy pequeño, leyendo y escribiendo, y dirigiendo a niños en mis primeras piezas caseras. Supongo que determinó mi camino mi abuelo paterno, quien fue toda su vida un trabajador textil, no un intelectual, aunque incentivó y hasta protegió mi inclinación artística. Me considero un «renacentista trasnochado». Usted sabe, un artista del Renacimiento puede reconocerse por expresarse cómodamente en más de una disciplina. Bueno, supongo que estoy pensando en Leonardo o en Miguel Ángel, que se desarrollaron en pintura, escultura, ciencia, etc. Salvando la distancia, por supuesto, no puedo separar mucho la literatura con otras artes a las que me dedico, que básicamente son dos: teatro y literatura.

¿Cómo se da ese primer contacto con la escritura?

Debió de ser a los ocho o nueve años. Eran los primeros ensayos de cuentos y poemas. Recuerdo las primeras cinco palabras de una narración afortunadamente perdida: «Las nuevas prímulas de septiembre…», ja ja, eran muy malas líneas, pero tienen el sabor de un poeta en ciernes. Mi abuelo leía, aconsejaba; yo absorbía, me equivocaba con plena confianza. A veces los adultos no se dan cuenta de cuán importante es que los niños aprendan a equivocarse con la mirada cercana y paciente de los mayores: tarde o temprano, sobreviene el éxito. Me siento un privilegiado por eso, y agradecido a mi abuelo porque sé muy bien que mi vida profesional está dedicada irrevocablemente a él. Tengo bien patente en mis recuerdos sus ojos amorosos, que amaba por sobre todo, que me representaron siempre la honestidad. Y él fue, en ocasiones, terriblemente honesto pero, a la vez, inmensamente amoroso como para permitirme entender dónde estaba mi error, a veces, de gramática; otras, de estilo. Todavía me asombra su agudeza y conocimiento tan técnico para un hombre que, tengo entendido, no había leído mucho más que el periódico del día. Bueno, creo que me desvié de la pregunta, pero no puedo separar aquellos primeros días con las vivencias fundantes de mi abuelo paterno.

Cine, literatura, poesía y dramaturgia un largo camino recorrido hasta ahora, coméntenos un poco como se inicia este viaje y cuál ha sido su experiencia

Tengo recuerdos de mis seis o siete años, cuando afirmaba que quería ser director de cine. Me parece que se debía a que quería hacer dibujos animados, y esto mismo estudié más o menos cuando tenía siete u ocho años. Pero también ha coincidido el hecho de que mi padre había comenzado a trabajar en Kodak de Argentina, de modo que tuve acceso bien temprano al material sensible de fotografía y cine (era la época del Súper-8). Recuerdo que solía «robar» la filmadora para ensayar rudimentarios efectos y animaciones que, luego, sorprendían a los asistentes de las proyecciones familiares. Ja ja, ¡maravillosa época! Recuerdo el «Cine Graf», ¡todo un hito para mí!, ese juguete que era todo un proyector de cintas que eran, más bien, cómics en papel manteca, que luego yo mismo dibujaba para entretener, principalmente, a mis hermanos. La actuación llegó muy temprano, también, pues el arte escénico es una actividad típica de clase media para aquellos que no tenían recursos para solventarse una carrera cinematográfica (carrera que estudié de mucho más grande, aunque no me dedico). Cuando era niño, dirigía y actuaba obritas con los valientes del barrio o de la escuela; eran producciones que exhibíamos en el fondo de mi casa, ¡y por la que cobrábamos una entrada! Ya a los quince, descubrí a Tolkien, los griegos y el teatro vocacional, y todo eso terminó de consolidar mi tendencia de «artista neorrenacentista», si se me permite el término. No tuve otra opción, ni siquiera cuando quise escaparme. Mi destino de artista me convenció de que «eso» era yo mismo, para deleite o decepción de algunos. A los diecinueve años, me presente al concurso literario que organizaba Colihue, una editorial muy importante en mi país, y que convocaba a jóvenes escritores de menos de veinte años. Mi cuento «Socionestesia» fue seleccionado entre los ganadores del concurso, y publicado al año siguiente en el volumen Veinte jóvenes cuentistas argentinos. Esa fue mi primera publicación oficial, desde donde comienza mi Curriculum Litterae. Es decir, que este año cumpliré treinta años como escritor profesional, ¡uau, cuánto ha pasado!

Ariel usted ha publicado varios libros títulos como; El portal de las hadas y otros relatos maravillosos, Bindalinē Sombras del fin del mundo, Antiguos mitos y leyendas de los celtas, Antes del principio Mitos y leyendas que contaron los griegos, forman parte de ese mundo de la narrativa de ficción, merecedores además de una muy buena crítica y aceptación por parte de los lectores de este género. Háblenos de lo que esto significa para usted.

Bien, si la pregunta apunta a la «buena crítica y aceptación», no tengo mucho para decir. La tarea de todo escritor se completa con el lector. A veces, estos pueden ser esquivos; otras, hostiles; y aún otras en las que lo reciben con beneplácito. Agradezco todas esas variantes. Si, en cambio, la pregunta se dirige a mi experiencia como narrador de ficción, puedo decir que me siento pleno cuando lo hago. Excepto Bindalinē-Sombras del fin del mundo, que es una novela, los otros títulos mencionados son colecciones de cuentos originales de raigambre mítica y folklórica europea, casi una especialidad en mí. Hay dos títulos inéditos a la espera de la ocasión para compartirlo con el público. En estos casos, no son sobre mitos, pero siento que me identifican muy bien con lo que quiero decir hoy, aunque algunos cuentos los escribí hace varios años, incluso décadas. Los títulos de estos volúmenes son El destramaojos y Detalles de la lenta llamarada.

Los olvidos y el Amante Milenario, un título que dice mucho. Háblenos un poco acerca de esta novela poética.

Este libro es muy especial para mí, por muchos motivos. En principio, es la única colección de poemas que publiqué (hay cuatro más que aún esperan su oportunidad). He reunido estos poemas de distintos años de realización, pero con un mismo factor común. El libro tiene su historia. Si me permite contarla, quisiera compartirla. Entre 1996 y 1997, conducía un programa radial diario en Buenos Aires que siempre abría con alguna reflexión poética antes de la cortina musical de apertura. Una noche, la producción no encontraba un texto apropiado para esa sección del programa, de modo que me pidieron que escribiera algo acorde ¡en diez minutos!, pues ya salíamos al aire. Entonces surgió un texto en prosa poética, que firmé como «El Amante Milenario». El texto tuvo su éxito, por eso repetí la operación en las entregas radiales posteriores. Pronto comprendí que tenía un material que debía desarrollar. Vi una correlación con los poemas antes mencionados, y decidí reunirlos con la prosa que escribía para el programa. Así coloqué un poema en la página impar (el lado derecho del libro abierto) y, en la par, enfrentado a aquel, su correspondiente texto en prosa. La idea era que allí, sobre el libro abierto, se representaran ambos hemisferios del cerebro: el intuitivo, emocional, lo femenino, para los versos; el racional, narrativo, lo masculino para la prosa. Entre ambos se produce un «efecto holográfico», se cuenta una historia de profundidad misteriosa, de altura casi mística. Se trata de la historia del alma de un mismo ser en sus distintas reencarnaciones, desde los tiempos remotos del sueño primitivo hasta los últimos ruidos urbanos: la historia de un Amante varias veces milenario, la búsqueda de la integración del alma en el devenir de los tiempos. Me encanta este libro, del que tomé prestada mi propia estrategia para uno de los títulos poéticos que están a la espera de publicarse. No obstante, no creo que haya tenido la debida difusión y recepción. El género poético tiene otros tiempos, es más difícil de «vender». ¿Puedo dejar una muestra de este libro? Hay que ver ambos textos —la prosa y el verso— como uno solo, fusionado, correspondientes, inseparables. A ver qué le parece:

En los días que siguieron a mi muerte, volví a la vida. Me convertí en marino comerciante de las comarcas mediterráneas (la misma sensación, la misma angustia: a pesar de tanta agua, yo navegaba un desierto).
De pronto, me arrebató una nostalgia, una nostalgia de futuro. Oí gaitas imposibles, vi aceros lustrosos en el aire, y carruajes de ruedas cadenciosas. Supe que otra vida había pasado. Y, una vez más, me vi danzando en la guerra en pos del Trofeo Desconocido.

FENIX
Perdí mi rastro al lado de unos granos de arena.
Ya me he muerto antes en este mismo desierto.
Se precipita el todo en cada lágrima.
Se agrieta una mejilla en cada ocaso.
Me quedan pocas muertes presentidas
y algunas horas de intensos laberintos.

Despierta,
son mis ojos los que cierras.
Despiértate,
pues me soporta un aullido
estremecido, enternecido por el ahogo del abismo.
Dulce Dama de pies desnudos, descúbrete:
voy a besar tus huellas y caminar tus lágrimas.
Perdí mi rastro al lado de unos granos de arena.
Ya renaceré una vez más, y despertaré al lado
de otros hombros (pero tuyos…).

(©Ariel Pytrell, Los olvidos y el Amante Milenario, Mondragón Ediciones, 2003, pp. 38-39).

La parte en prosa de este poema es el primer texto que escribí para aquel programa de radio y que inspiró la estrategia narrativa del libro. Es una de las partes que más amo de él. Ojalá que alguna vez pueda reeditarse, pues ya está agotado.

Ariel, hablemos un poco sobre Tolkien una marca indeleble en su piel, más de veinte años de investigación en torno a uno de los primeros filólogos del siglo XX da como resultado “El profesor de los anillos y otras hiervas” Estos breves ensayos nos aportan una visión distinta sobre el creador de El señor de los Anillos lo que debió significar un verdadero desafío para usted. ¿Cómo ha sido el resultado de esta experiencia?

Ah, ¡qué pregunta! Bien, ya son más de treinta años de investigar sobre J.R.R. Tolkien. En realidad, son treinta y cinco años. A Tolkien lo conocí en mi adolescencia. Confieso que me encantó y horrorizó al mismo tiempo, una mezcla de certeza y de dolor. Y celos. Sí, celos, porque a los diez años, cuando nada sabía del creador de los hobbits, había comenzado a crear un idioma que, mucho más tarde, sería una de las lenguas que hablan las criaturas de la serie de novelas que inicia Bindalinē-Sombras del fin del mundo. Cuando vi que este señor de Oxford había inventado no una, sino más de catorce lenguas, con sus evoluciones diacrónicas, y que lo había hecho casi cincuenta años antes de que yo naciera, me decepcioné de mí mismo y acepté que él lo había hecho mejor que yo (luego lo retomé, ya más maduro y más modesto, porque sólo pude hacer la gramática de un solo idioma creado: el Danahuacal’ate, del que hay algún referencia en el cuento inserto en este libro de ensayos que dediqué a Tolkien). El mismo autor de El Señor de los Anillos me enseñó que esa habilidad de crear lenguas —que él, en una conferencia homónima, llamó «un vicio secreto»— es una tendencia propia de ciertas personas llamadas a configurar mundos fantásticos e inevitables. El libro en sí es una compilación de ensayos breves de variados temas sobre Tolkien y su obra. Un libro que me dio inmensas satisfacciones, con una recepción variada (pues trato de fundamentar mi propia crítica sobre la «tolkienmanía» y ciertas costumbres no muy «tolkienianas», a mi entender). Gracias a ese libro, que fue citado muchas veces y hasta texto de consulta para varios trabajos académicos en varios países, me hice medianamente conocido en mi país y en otras partes mundo. Hoy el texto está agotado, y preparo una versión tres veces aumentada del libro original, que se llamará El profesor y los Anillos, con material nuevo y una bibliografía mucho más ampliada, luego de más de diez años de haber aparecido por primera vez. En efecto, he dado charlas, conferencias y cursos sobre Tolkien a partir de este libro. No se agota aquí el «zumo Tolkien», pues he aplicado su teoría de la «eucatástrofe» en un aspecto de mis investigaciones sobre «neotragedia». Tolkien es mi referente constante, mi «vicio» para nada secreto.

Ariel nos gustaría que nos hablara un poco sobre su obra Sócrates Amanecer en la caverna. Como un verdadero discípulo de Sócrates, usted nos narra los últimos momentos en la vida del filósofo.

La historia se centra en el último segundo del último minuto de vida del filósofo, cuando él ya bebió el veneno con el que los tribunales de Atenas lo condenaron. Pero él olvidó que ya había bebido la cicuta, sólo al final se le revelará que estaba muriendo. De modo que toda la obra es una secuencia de episodios de su pasado, inducidos por su Daimon —su genio tutelar, especie de ángel de la guarda avant la lettre—, quien encarnará diversos personajes, además de Daimon: Esposa, Alcibíades, Critón niño, Aspasia. Sócrates, en formato de libro, acaba de publicarse por Hesiodo (el mismo sello que publicó Bindalinē…). Este título incluye, además de la obra, un estudio posliminar de mi autoría y la transcripción de la conferencia que ofrecí en diciembre de 2014 en el 4to. Congreso Helénico Internacional Nostos, organizado por la Universidad de Belgrano, de Buenos Aires. En el prólogo del libro, como el interesado verá en las páginas que ofrece la librería Amazon.com, cuento la génesis de su escritura. En síntesis, durante varios años fue creciendo en mí esta pieza teatral, pero nunca me había hecho tiempo para escribirla. Hasta que en 2013, la Embajadora de Grecia, Eleni Leivaditou, me sugirió montarla, y entonces la escribí en tres días. Finalmente, la Embajada de Grecia en Argentina, más la asociación Encuentros con Europa auspiciaron la producción, con el patrocinio del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La obra subió a escena, con mi dirección, el 27 de mayo de 2014 en el Centro Cultural San Martín, con Pedro Di Salvia como Sócrates y Laura Lebedinsky, como los demás personajes. Esperamos reponerla en 2015.

Para Ariel Pytrell, que representa lo espiritual

¡Uffff! Representa el origen y el final, el camino y lo inefable. Me representa a mí, a mis hijos, a mis amigos, a mis enemigos; a la Promesa, a la Certeza y, también, al Viaje, a la puerta trasera del Infierno, al Beso olvidado y, de cierta manera, a quien lee estas líneas. Ya lo decía Dante: «Lo cielo i vostri movimenti inizia». No puedo concebir nada de este mundo concreto y material que no contenga o represente algo espiritual. Más o menos esto trato de investigar en la saga de novelas que inicia Bindalinē-Sombras del fin del mundo. Pero hablo de lo espiritual, no de facciones religiosas, por favor, que se entienda bien. Lo espiritual nos atraviesa a todos, lo aceptemos o no, lo cultivemos o no. Aunque respeto profundamente todos los credos, me parece mezquino limitar lo espiritual a parcelas doctrinarias de una cosmovisión determinada, pues cada religión es una parte; en cambio, todas las religiones juntas dan cuenta más acabada de lo que usted ha denominado así, de manera sustantivada, «lo espiritual». Creo que las religiones mantienen dividido lo que está, en realidad, unido como un todo. Me parece que es debido a esto que seguimos separando lo espiritual de lo material como categorías diferentes cuando, en realidad, y sin que se interprete esto como mero animismo, son perspectivas de un mismo evento que llamamos «realidad». La fantasía, el mito, la poesía —que, hasta cierto punto, para mí funcionan como sinónimos— me ayudan a comprender la mecánica humana de «lo espiritual».

¿Cómo define Ariel Pytrell su trabajo?
En proceso sin fin. Me importa mantenerme como creador artesanal; es decir, hablarles de a uno a los lectores o espectadores, no importa cuán efectivo sea el mecanismo masivo de difusión. Eso me place.

Ariel, como sabe Internet se han convertido en el medio de comunicación más importante en el mundo. Redes sociales como Facebook, Páginas Web entre otras, permite a los creadores una gran proyección y exposición de su trabajo. ¿Cómo ha sido su experiencia?

Excelente, excitante, maravillosa. La Internet sirve, por ejemplo, para que usted y yo nos hayamos conectado y, a través de este evento, conectarnos con el paciente lector que llegó a este momento de la entrevista. Me parece que ha ampliado las posibilidades de contacto, al tiempo que ha convertido al mundo en una megacomunidad, con las ventajas y peligros de toda gran urbe. Si tomamos la Internet —y todo hijo de la tecnología— como un medio, las posibilidades humanas, concretas y espirituales, son exponenciales. Creo que ya se dio cuenta de que me preocupa el que se tome la herramienta como un fin, ¿verdad?

¿Pueden las artes en general cambiar al mundo?

Considero que son los humanos quienes pueden cambiar el mundo, puesto que este no es más que un producto humano (hablo de «mundo», es decir, del entramado social, de la esfera humana, no de «planeta»). Si hemos sido capaces de enfermar este mundo, es posible que también podamos curarlo. Si estoy en lo cierto, si esto pudiera verificarse de alguna manera, entonces creo que toda actividad humana —sea artística, científica, deportiva, política, religiosa, etc.— tiene el potencial de transformar nuestra sociedad puntual y global. La diferencia, una vez más, no la hace la disciplina o la institución, sino el individuo mismo en situación de sociedad, honesta y generosamente. Cuando, al ejercitar nuestra libertad, proyectemos al mundo y consideremos, al menos, siete generaciones hacia delante, acaso comencemos la transformación profunda de nosotros mismos y, de allí, de nuestro mundo.

¿Qué planes hay para el futuro?

Sigo escribiendo, dirigiendo teatro, sobreviviendo. Me esperan los tomos de Enealogía, la saga de nueve libros de la que Bindalinē-Sombras del fin del mundo es el primero; y una novela de ficción, aunque no fantástica, que aborda el duro tema de los progenitores que toman a sus propios hijos como objetos para litigar contra el otro progenitor, un lamentable flagelo contemporáneo que esconde la corrupción de los tribunales de familia. En el otro extremo, traduzco del inglés un libro inédito en español del poeta bengalí Rabindranath Tagore que espero compartir pronto con los lectores, si consigo alguna editorial que se avenga a publicarlo. Tengo el guion de una miniserie, de estética ambiciosa, una especie de thriller policial, que ojalá algún productor pueda llevarlo a la TV. Trabajo en la formación de actores, dramaturgos, directores en lo que llamo «neotragedia», fruto de mis propias investigaciones para un teatro trágico original y contemporáneo. Me espera, si los cielos conspiran, la Feria del Libro de Buenos Aires, donde presentaré Bindalinē…, y la producción de mi neotragedia La tercera máscara, que este año cumplirá veinticinco desde su estreno, en esta ocasión dirigida por Graciela González, quien tuvo el doble papel de Clara/Madre en el elenco original de 1990. Acaso me espere la publicación de otra neotragedia de mi autoría, Laberintos, que estrené en 2012. En fin, estoy bastante cargado de actividad, y con la esperanza de alcanzar, al menos, un buen porcentaje de estos proyectos.

Para finalizar un mensaje para todos sus lectores y seguidores a través de las redes sociales

No tengo un mensaje ahora, tal vez porque todos mis libros llevan esos mensajes desesperados, pero no desesperanzados, a aquellos amigos sin rostro o con el rostro de Todos-los-rostros. Me gustaría, sí, que recibieran mi gratitud inmensa, pues los lectores son el destinatario de todo lo que uno escribe, la caja de resonancia de esta música que compartimos y de la que apenas somos «autores», una especie de eufemismo para decir «responsables», pero en el sentido en que solemos ser los padres: el respeto por el hijo, que siempre es un otro, con identidad propia, y a quien debemos ayudar a descubrir, primero, y a que alcance su mejor destino, después. En eso estoy.


Conozca mucho más da Ariel Pytrell a través de sus espacios en:

www.arielpytrell.com


https://arielpytrell.wordpress.com/


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Hasta la próxima
Carivano
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