Veintiséis niñas de la institución educativa Espíritu Santo del Carmen de Bolívar, población distante a una hora de Cartagena en Colombia, empezaron a sentir ”dolor de cabeza, dolor en el pecho , adormecimiento en las piernas y brazos y dolor en la cadera”, muchas sufrieron desmayos y se encuentran en centros hospitalarios recibiendo atención médica. Para los padres de familia la razón es evidente y no admite discusiones: reacciones adversas de la vacuna contra el papiloma humano, que les fue inoculada en su escuela a niñas de cuarto y quinto de primaria. Para las autoridades sanitarias las razones son varias y diferentes, desde intoxicación por consumo de alimentos hasta manipulación de la tabla ouija o consumo de sustancias sicoactivas. Lo único cierto es que estas niñas empezaron a sentir como sus cuerpos se quebraban, sus piernas se negaban a responder, sus huesos se debilitaban y caían una a una en una cama impedidas de cualquier movimiento o actividad. Para muchas de estas pequeñas su vida cambió radicalmente, tuvieron que retirarse de su escuela, dejar a un lado sus juegos infantiles, afrontar graves y continuos dolores y sentir como su organismo se deteriora al extremo de impedirles tan solo un pequeño movimiento.
Delegados del ministerio de salud, según los padres de familia y videos existentes, niegan tajantemente la incidencia de la vacuna del papiloma humano en sus pequeños organismos y declaran que no existe rastro alguno de tóxicos en los informes de supuestos exámenes médicos que nadie ha visto y que se niegan reiteradamente a mostrar a los angustiados padres que exigen una explicación a los males de sus niñas. Lo cierto es que para los habitantes del Carmen de Bolívar el origen de los males que afectan a sus niñas no es otro que la vacuna del papiloma humano que les fue aplicada días atrás, que coincide con los síntomas presentados en otras niñas del mundo entero y que empieza con cefaleas, dolores articulares, dificultad para mover sus extremidades, parálisis facial o total. La población se levantó como protesta contra la aplicación de esta vacuna exigiendo conocer la verdad que permita brindar la ayuda pertinente y necesaria a sus hijas que cada día sienten y padecen sus efectos adversos.
Pero mientras las autoridades niegan lo que parece evidente y se enfrascan en explicaciones largas, tediosas, inútiles e innecesarias los síntomas en las niñas aumentan y la preocupación crece por cuanto cada día aparecen reportes de más niñas con los mismos síntomas. Una de la madres de las niñas afectadas, doña Zamira Peñalosa Correa nos expresa su preocupación y la de todos los suyos: “buenas tarde señor Pablo, hoy es un día que no sé qué hacer, mi niña estaba un poquito tranquila porque la niña pequeña no la había repetido pero anoche jugando con unos primitos mi niña le repitió y la grande también voy a apartarles una cita y me dicen que mañana y que la dan para 8 días…”, situación que se repite en cada una de las víctimas, que no se les brinda un diagnóstico adecuado ni se les brinda la atención medica que requieren en casos como este. Niñas que prácticamente se encuentran solas en un trance tan difícil y doloroso; acompañadas únicamente de sus madres que tratan de dar alivio a los dolores intensos que las aquejan.
Preocupante que el ministerio de salud, el gobierno nacional, centros médicos y hospitales jueguen de esta manera con las niñas del Carmen de Bolívar dejándolas a su suerte, embolatándolas con argucias que dejan entrever su indolencia e indiferencia; lo mismo ocurre con los grandes medios de comunicación que únicamente dejan conocer la versión de quienes ostentan el poder y ocultan una realidad que Colombia entera debe conocer. Bastaría este solo incidente para que en nuestro país se inicie un debate sobre los efectos adversos de la vacuna del papiloma humano como ya se ha hecho en otras partes del mundo, pero que a nadie parece importarle mientras los casos de niñas afectadas siguen apareciendo ante la indiferencia de autoridades y gobernantes. Sabemos que en Carmen de Bolívar el defensor del pueblo está actuando de una manera seria y aportando elementos que conduzcan a esclarecer los hechos, lo mismo la fiscalía seccional de quien recibí una llamada solicitando información periodística al respecto tendiente a aportar pruebas que permitan comprometer a los verdaderos responsables de esta tragedia nacional.
Recordamos el caso de la niña Yumis Baleta, de Sincelejo, una de las afectadas, y que nos permitió realizar una denuncia internacional. Se encontraba sola, abandonada a su suerte, sumida en sus dolores y postrada en una cama de su casa, solo cuando dimos a conocer su caso la prensa regional se interesó en ella y se pudo exigir asistencia médica. Igualmente traemos a la memoria colectiva el caso de la menor Laura Sofía Torres, hija de Claudia Elena Restrepo, víctima de esta vacuna y una vocera de las afectadas internacionalmente. De la pequeña Shaira, víctima mortal y de quien la gran prensa guardó un completo silencio.
Nos duele tanto dolor, pero más nos duele la indiferencia de medios, de autoridades, de opinión pública, de periodistas y funcionarios que se limitan a difundir la versión oficial de los hechos, negándose a ver una realidad que compromete el futuro y la vida de tantas niñas y de tantas familias colombianas. Que lo ocurrido en Carmen de Bolívar permita un debate sobre los efectos adversos de la vacuna contra el papiloma humano (lo exigimos una vez más), que su dolor contribuya a evitar el de cientos de niñas colombianas. No podemos guardar silencio ante su clamor, ante su angustiada voz de dolor que tan solo exige una explicación razonable para entender y mitigar en algo su sufrimiento. No más silencios ni engaños, la niñez de Colombia merece una respuesta clara a su terrible sufrimiento, nuestra solidaridad con las niñas y las madres y padres de Carmen de Bolívar en Colombia.
PABLO EMILIO OBANDO ACOSTA
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