Siria: ¿una historia que se repite?

 
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La crítica situación de la población de Siria nos hace pensar que la historia es una rueda que gira en el mismo sentido y es movida por las mismas fuerzas. Es más, todo indica que las tramas y los argumentos son los mismos de Afganistán o Irak o Vietnam: un dictador, una guerra civil, barbarie y utilización de armas químicas contra grupos étnicos o religiosos diversos. El escenario no puede ser mejor para que un paladín entre en defensa de los intereses colectivos y mediante tácticas persuasivas, en primer lugar, y, posteriormente, mediante una invasión o una guerra lleve nuevamente la paz y la fraternidad entre los actores internos de la conflagración.
Lo acontecido en Irak tras la invasión por los Estados Unidos mediante sus grandes recursos bélicos y la participación de países aliados nos hace pensar que estamos ante una guerra de idénticas proporciones e intereses. El entonces presidente George W. Bush en alianza con potencias como el Reino Unido y países como España, Austria, Dinamarca y Polonia se embarcan en una azarosa y sangrienta toma de Irak en su animo de derrocar a Saddam Husein acusado de producir y tener armas químicas que en cualquier momento podría utilizar contra la inerme población civil. Después de la toma de Irak jamás se pudo comprobar la veracidad de estas acusaciones y nunca se mostró arma química alguna. Para nadie era un secreto que Estados Unidos iba tras un valioso fortín representado en petróleo y la importancia geopolítica de este país. Sunitas y chiitas fueron azuzados para realizar actos de una brutalidad extrema sin que en ello se permita la presencia de delegaciones de representación de derechos humanos.
Sobra decir que el presidente Saddam Hussein fue capturado, juzgado y ejecutado en diciembre de 2006. En aquella ocasión la guerra, o más bien, la invasión, fueron largas y violentas, dejando grandes bajas en el ejército Norteamericano y en sus aliados, pues esta comenzó en marzo de 2003 y finalizó en diciembre de 2011. El hoy presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anuncia una guerra corta y de grandes proporciones armamentistas. En Siria se enfrenta la legitimidad con grupos rebeldes que agitan la bandera de la democracia y la soberanía nacional. Una democracia que quiere imponerse a sangre y fuego y una soberanía que quiere hacerse con países y naciones extranjeros.
Quienes hemos tenido la oportunidad de mirar documentales sobre estos dramáticos y lamentables sucesos en Siria podemos decir que más que un enfrentamiento entre oponentes civiles y militares es una sangrienta y dramática manera de sembrar el odio y la muerte entre grupos que durante largos años convivieron en paz y tranquilidad. Esas escenas las vimos en otras guerras y casi que en idénticas circunstancias: fusilamientos en las calles, masacres, utilización de armas químicas indiscriminadamente contra la población, escenas públicas de barbarie y sometimiento psicológico para las partes en conflicto. Pero lo más dramático de todo esto es la clara percepción de la manipulación ideológica de la fuerza bruta para amedrentar a poblaciones enteras. Después de un tiempo de terror, sangre y barbarie la población civil ya no sabe a que fuerza apoyar en el ánimo de recuperar la tranquilidad perdida.
Igual acontece con la opinión pública mundial, se lanza, como estrategia publicitaria, imágenes de masacres y barbaries al extremo de forzarla a querer el término de ellas sin que importe quien es el causante y quienes tienen o no la razón. Pero el objetivo de las grandes potencias es sencillo y complejo: confundir para justificar una invasión y la posterior “pacificación” del país. Lo cierto es que en esta guerra, como en las anteriores, se mueven grandes intereses económicos, está como trasfondo la gran industria militar que no busca otra cosa que comercializar sus productos sin que nada importe la vida de niños, hombres, mujeres o ancianos. Y luego si, las grandes potencias, se reparten el botín y los contratos que les permite recuperar la gran inversión realizada en la guerra. Parece un juego de niños o un cuento de esos que nos leían en nuestra niñez, pero la realidad es esa monda y lironda.
Resulta que los grandes consorcios, las grandes empresas multinacionales, los grandes banqueros, los grupos económicos poderosos mueven sus fuerzas políticas para intervenir otros países y abrirse mercados y ampliar sus potenciales clientes. En Siria, no nos cabe duda alguna, se repite la historia. Únicamente unos cuantos países se resisten a hacer parte de esta nueva aventura bélica por la sencilla razón que tienen otros intereses comerciales y económicos en otras latitudes del planeta. Para los gobernantes de estos países lo que menos interesa es la moral o la vida humana, el sufrimiento de cientos de personas o el llanto de niños y jóvenes que se ven afectados por una guerra sin cuartel y sin limitación alguna.
Como nota curiosa, hoy Estados Unidos parece tener de aliado a Al Qaeda, condenado por esta potencia de ser uno de los grupos terroristas más sangrientos del planeta y por su participación en los sucesos del 11 de septiembre en los Estados Unidos. Como en el amor y en la guerra todo es valido y como para los grandes grupos económicos y empresariales lo que importa es la ganancia, lo de menos es que entre sus socios se encuentre este grupo denominado terrorista y sanguinario. Atrás quedan los resquemores del pasado y hoy parecen estrecharse las manos en su intento de apoderarse de uno de los países más importantes del oriente medio por sus recursos energéticos y por su posición geoestratégica.
Como lección de esta nueva guerra podemos decir que a estas alturas de la barbarie la opinión publica mundial ya no sabe que partida tomar, ni a quien condenar o juzgar. Las fichas están repartidas y jugadas, las cuentas claras, el conteo se hace regresivo y el paladín de la justicia y la libertad limpia sus armas para intervenir en una disputa que siente ajena y distante� su presencia es obligada y su actuar altruista. Una vez más se hace justicia siguiendo los parámetros de un Nuevo Orden Mundial que se impone mediante estrategias diversas y en connivencia con medios de comunicación, empresarios y gobernantes del mundo entero, reptiles sangrientos que agitan la misericordia para, mientras entregan la moneda, devorar las entrañas de quienes la reciben. Qué importa el llanto de esos niños, las lágrimas de esas madres, el dolor de esos hombres y el terror de esas mayorías silenciosas y temerosas. La suerte está echada, Dios vencerá a Ala, el Bush negro derrotará al dictador Bashar Al Asad. Luego el silencio cubrirá a la muerte y el mundo seguirá su curso hasta que la rueda de la historia gire sin cesar en el mismo sentido, hasta que el Nuevo Orden Mundial sea la única alternativa posible para la Historia.

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Fuente: La cr�tica situaci�n de la poblaci�n de Siria nos hace pensar que la historia es una rueda que gira en el mismo sentido y es movida por las mismas fuerza
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