Reflexiones sobre masculinidades a partir de las discusiones sobre acoso callejero
En las discusiones sobre el acoso callejero veo dos tipos de machismo. Uno es frontal, grosero, abiertamente misógino. Otro es un machismo "light" e inconsciente de sí mismo (el machismo de las personas que piensan que no son machistas).
Cuando las mujeres expresan su rechazo al acoso callejero y su crítica a la cultura del piropo, desde la primera clase de machismo se les dice "son histéricas", "nada les viene bien", etc. Desde la segunda clase de machismo se es más políticamente correcto y en vez de insultarlas se les dice que están "exagerando" o siendo "extremistas". Incluso es paradógico como desde una posición "respetuosa" hay gente que patologiza a las mujeres que denuncian el acoso callejero diciéndoles que es un problema personal de ellas y que lo resuelvan en terapia (lo cual es mucho más violento que un insulto). En cualquier caso, tanto desde el machismo "grosero" como desde el machismo "light", el resultado es el mismo: ningunear la opinión de las mujeres sobre algo que ellas viven con el cuerpo todos los días.
Es cierto que también existen los casos donde mujeres que se han acostumbrado a necesitar de la "piropo-aprobación" para sentirse bien consigo mismas no empatizan con las mujeres que se sienten harto-invadidas y piden respeto, y hacen suya las respuestas del machismo "light". Pero creo que eso se corresponde menos al machismo y más al egoísmo "por default" que heredamos de la sociedad individualista: "a mí me va bien, si a vos te va mal es problema tuyo".
Después están quienes piensan que su opinión de qué sentirían si vivieran el acoso callejero es más importante que la de quienes efectivamente lo vivieron. Esto significa poner lo supuesto por encima de lo experimental. En el mejor de los casos, es un error metodológico. En el peor de los casos, expresa una subestimación de la persona que relata su experiencia, y fundamenta acusaciones de irracionalidad e hipersensibilidad.
Incluso cuando varias mujeres se toman el tiempo de explicar pacientemente su experiencia con el objetivo de promover que los varones se pongan en sus zapatos, muchos de ellos siguen valorando sus prejuicios por encima de esa información empírica (cosa que no aceptarían si se estuviera hablando de sus profesiones, de sus hobbies, de los deportes que practican). Que lo hagan "con todo respeto" o con modales de "caballero" poco importa.
Ya el hecho de creer que tus prejuicios o suposiciones sobre una experiencia femenina (que no podés conocer de primera mano) pueden ser tan o más válidos que el testimonio de primera mano que te dan las mujeres, indica una subestimación intelectual de las mismas, actitud que frecuentemente va acompañada de acusaciones de hipersensibilidad, de hacerse problemas por nada, sermones de "no es para tanto", etc. Cuando hacés eso no estás debatiendo ni criticando ideas: estás descalificando intelectualmente y estás diciéndole a otra persona lo que debe sentir.
Las raíces machistas de la falta de empatía en los hombres
Tanto hombres como mujeres somos criados en una sociedad machista que además es una sociedad individualista donde se fomenta el "todos contra todos". Esto tiene sus consecuencias en nuestra psique (egoísmo y falta de empatía) y varía de individuo en individuo. Sin embargo, quiero hablar de la falta de empatía en los hombres, que es donde más experiencia directa tengo. Considero que la raíz de las actitudes machista "grosera" y machista "light" en mi género está en una opresión/represión de la capacidad de empatía que resulta de la educación especial que recibimos los hombres desde que somos niños. Esta educación nos deja con una "discapacidad empática" que nos llevará años revertir o que podemos arrastrar toda nuestra vida.
Cuando somos más grandes podemos expandir nuestro universo intelectual, cambiar nuestra idea sobre cuestiones sociales, adherir a ideologías. Pero en lo emocional sigue influyendo mucho la educación que hemos recibido desde más pequeños, cuando nuestras mentes eran esponjas sin la capacidad de realizar una crítica del conocimiento, los valores y las reglas que se nos impartían.
Si los hombres que somos padres o queremos serlo no removemos ese dique, tendremos dobles estándares de crianza respecto a hijas e hijos, y criaremos a varones que serán huérfanos emocionales por parte de padre igual que nosotros. Esto puede pasarle incluso a quienes adherimos ideológicamente a la equidad de género. Si no recuperamos nuestra capacidad empática estaremos emocionalmente ausentes aun si estamos físicamente presentes.
Qué hacer
Los que ya fuimos educados con "discapacidad empática" de chicos, de grandes necesitamos hacer una "fisioterapia de la empatía" -me parece muy útil pensar en nuestras capacidades emocionales e intelectuales como músculos-.
No se trata de que los hombres nos "feminicemos" (enfoque que tiene una concepción esencialista sobre las mujeres) ni que seamos "más sensibles". Ya somos sensibles por el hecho de ser animales, lo que pasa es que se nos educa para reprimir esa sensibilidad y sus consecuencias, porque para ejercer los roles sociales que se nos exigen (los mandatos de proveer, proteger, acumular hembras/posesiones/territorio) necesitamos ser autosuficientes, imponentes, temerarios, no demostrar debilidad. Esto no solo lleva a comportamientos autodestructivos (descuidar nuestra salud y nuestra seguridad) y opresores (someter a niños, mujeres, y otros hombres). También nos lleva a destinar un montón de energía psíquica en reprimir nuestras ganas de pedir ayuda, reprimir nuestra aversión a la violencia, reprimir el reconocimiento de nuestra fragilidad (y por lo tanto, crearnos una autoimagen falsa, lo cual propicia desengaños prácticos que resultan devastadores para nuestros egos), incluso reprimir aquellas manifestaciones de nuestra sexualidad que no sean aceptadas o celebradas en nuestros entornos (y que no implican necesariamente cambiar de orientación sexual).
Propongo dejar de destinar esa energía a nuestro estancamiento y destinarla a nuestro desarrollo. Es posible vivir nuestra masculinidad de otra manera. No hay una sola manera de ser hombre, hay tantas como queramos. Cada vez existen más espacios -y más posibilidad de crearlos- donde los hombres podemos relacionarnos con otros hombres y con las mujeres desde otro lugar más genuino.
Autor: Danilo Castelli
Fuente: www.facebook.com
