Isla de San Andrés: entre el abandono y la desidia.

 
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Cuando hablamos de la Isla de San Andrés se viene a la mente una serie de paisajes e imágenes paradisiacos en los cuales fácilmente se es feliz. Pero no, la decepción comienza cuando se pisa su aeropuerto y se encuentra una pista deteriorada y en claro abandono. Los músicos que lo reciben empiezan a convencerlo que el destino elegido fue el mejor; poco a poco comienzan las decepciones al mirar sus calles, sus casas y la forma tan menesterosa como se atiende al turista en unas viejas y destartaladas casetas que dan la impresión de pobreza y abandono.

Isla de San Andrés: entre el abandono y la desidia.

A medida que uno avanza se encuentra con un espectáculo deprimente en sus casas y en sus construcciones, muy lejos de aquellos edificios y construcciones que le venden en las agencias de viajes y en los medios de comunicación. Se pregunta uno si aquello es producto de un vendaval o un huracán o de la desidia administrativa de sus dirigentes. Y la respuesta es clara: los recursos en San Andrés no se sabe dónde están o en qué se invierten pues cada día la pobreza y la miseria son más notables.

Las calles, sin pavimentar y atestadas de escombros y de basuras, son el claro testimonio de una desidia que a pocos parece importarle, convencidos quizá que la pobreza los venció y la falta de liderazgo los ahogó entre la resignación y el olvido. Más lamentable aún esas estructuras de madera enmohecida y podrida que se improvisan en les playas para atender a los turistas, sin higiene, sin decoro, sin las condiciones mínimas de asepsia que garanticen tranquilidad a los turistas o que inquieten a sus gobernantes. San Andrés comienza a desdibujarse mientras la realidad se hace evidente ante los ojos de quienes tienen la oportunidad de visitarla.

Lamentable que esa imagen que los colombianos tenemos sobre San Andrés se desdibuje por culpa de sus gobernantes que parecen no ver el deprimente espectáculo que se brinda a los turistas. Las basuras abundan, las casas deterioradas y sin pintar son la característica en la isla, todo parece tocado por una especie de letargo que paralizó la voluntad y la iniciativa de sus gobernantes y sus pobladores. Termina preguntándose el turista qué se hace con los recursos millonarios producto del cobro aeroportuario que en un dos por tres se incrementó de cincuenta y cinco mil pesos a noventa mil y que no se ven por ninguna parte. San Andrés parece que vive una maldición de la cual no quiere o no puede despertar. Indudablemente que sus gobernantes y sus líderes son los grandes responsables pues en ellos recae la responsabilidad de trabajar y velar por el bienestar de su gente y propender por el progreso y cuidado de su región. La pregunta obvia es, igualmente, por qué la resignación de su gente que padece los rigores de una pobreza que se refleja en sus viviendas, en su comercio, en sus improvisadas tiendas playeras que arrancan unas cuantas dudas sobre el futuro de esta Isla. Los colombianos también hemos sido culpables de cuanto acontece en San Andrés pues nos hemos conformado con visitar la Isla, disfrutar su esplendoroso mar y hacernos los sordos y los ciegos ante el evidente clamor de su gente.

Por supuesto que en medio de este panorama tuvimos la grata sorpresa de encontrarnos con una gente amable y acogedora, que lucha por hacer de su Isla un rincón de la patria en el cual la justicia social haga presencia. Sobra decir que su mar es único e inigualable y es, sin duda alguna, el mejor recurso con el que la naturaleza los pudo regalar.

Pero no se entiende ese abandono y desidia en la Isla. La ausencia de sus gobernantes y, reiteramos, la resignación de sus pobladores. No es justo que tantos recursos se derrochen o se destinen en simple burocracia y programas que para nada contribuyen con su progreso. San Andrés merece mayor atención de los colombianos y sus gobernantes, pues la soberanía no reside exclusivamente en la figuración en un mapa, ella se expresa realmente en la inversión social, en la presencia de un Estado y en el cuidado de su gente. Bien podríamos decir que si continúa este abandono por parte de Colombia a San Andrés, sus días como territorio nuestro están contados. Hagamos real presencia en la Isla de san Andrés y acerquemos a su gente a los beneficios del presupuesto nacional. San Andrés es Colombia y requiere de un gobierno y de un Estado que le permita salir adelante en beneficio de su gente y sus valiosos recursos.


Pablo Emilio Obando
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