La niña tiene once años y cuando vi su rostro, cuando compraba un helado para mitigar estos calores, la invité y aceptó. Pero esto no terminó ahí. Empezó a pedirme para comprar bolsas de papas, ricitos o gaseosas. Yo accedí. Sus padres no lo vieron mal, pero no falta gente de lengua viperina que lanzó la voz de alarma. Pensaron que yo era un violador o pedófilo. No es así ni tengo antecedentes ante la autoridad. Probablemente, ella contó que yo era su "novio". Muchos niños o niñas la alertan y yo me siento ruborizado, porque los dueños de negocios del mercado se quedan viendo cuando ella se acerca a mí. Pero allí no termina todo. Su tía, hermana de su padre, me empezó a seguir y a seguir a mí algunas veces y a ella- Me he hincado ante Dios para clamar por mi inocencia, pero mucha gente me mira con desprecio, como si yo la hubiera violado. Más bien la he cuidado y advertido que no ande con hombres que puedan hacerle daño. Mientras, trato de no salir mucho a las calles para que la gente no me denigre o piense que yo hice algo malo.