El soldado nazi más temido era una mujer

 
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“Hay que ejecutar de manera inmediata a esa mujer”.

El soldado nazi más temido era una mujer

Este mensaje se escribió un día de 1944 en Londres. Su destino: la Resistencia francesa. Aquella orden hablaba de la hiena de la Gestapo, de quien se decía que disfrutaba delatando y torturando a sus prisioneros… Aquella misiva hablaba de Violette Morris, la colaboradora nazi más temida en la Francia ocupada por el ejército de Hitler

Nacida en Francia en el año 1893, su vida parece escrita en algún estudio de Hollywood, y sin embargo ocurrió; es real. Y apasionante. Tras pasar su adolescencia en un convento, se casó con un hombre en 1914. No tuvieron que ser fáciles ambas cosas para una persona como ella. Como tampoco parece la más cómoda de las ideas servir en los frentes del Somme y Verdún de la I Guerra Mundial. Y ahí estaba Violette conduciendo ambulancias.


Todavía no se había separado de su marido cuando ya estaba compitiendo en lanzamiento de peso y disco y jugando al fútbol en dos equipos diferentes de París. Serían sólo algunos de los deportes en los que destacaría. Violette hizo waterpolo, hípica, lucha grecorromana, natación, tiro con arco o boxeo, donde peleó contra hombres.

Pero Violette desarrollaría una pasión deportiva más radical: para caber mejor en los estrechos coches de carreras, llegaría incluso a extirparse los pechos. Violette conseguiría grandes marcas al volante.

“Lo que puede hacer un hombre, lo puede hacer Violette”



Como si de una liberación premonitoria se tratara, se había divorciado en 1923. Entonces comenzaría a vestirse como un hombre y a no esconder su bisexualidad. Según testimonios de la época, fumaba tres paquetes de tabaco al día y su lenguaje no era el que la sociedad esperaba de una mujer.

La opinión pública no parecía importarle a Morris, cuyo lema era “lo que puede hacer un hombre, lo puede hacer Violette”.


A partir de aquí, su historia da un volantazo. Su notoriedad llega a la federación olímpica francesa, que le prohíbe participar en los primeros Juegos Olímpicos, los de 1928, en los que hay mujeres deportistas. ¿Su delito? Atentar contra la moral pública.

La mastectomía trajo consigo una nueva ruptura sentimental con un hombre. Luego el crack del 29 remató la demolición moral que la opinión pública y la federación francesa no habían terminado: el taller de coches que Violette había puesto en marcha en París se arruinó.

Bajos fondos, rudeza, necesidad de venganza… En diciembre de 1935, la Sicherheitsdienst, la agencia de inteligencia de las SS nazis, contactó con ella. Querían que fuese invitada de honor en la Olimpiada de Berlín del 36, que Hitler utilizaría como vehículo de propaganda mundial.

Necesitada de reconocimiento, Violette aceptó. Y en Alemania cayó rendida a los pies del nazismo…


La hiena de la Gestapo

De vuelta en su país, comenzó a hacer de espía para los nazis. Mapas de París, informaciones sobre el tanque Somua 35 y material top secret referente a la Línea Maginot (la defensa militar construida por Francia para prevenir una invasión alemana) pasaron al régimen nacionalsocialista.

En mayo de 1940, Alemania traspasó la Línea Maginot y atacó Francia. Un mes más tarde, los nazis tomaron París y la foto de Hitler ante la Torre Eiffel aterrorizaba al mundo. Violette tenía un nuevo trabajo: infiltrarse en la Resistencia para neutralizarla.


Su eficiencia al delatar y sus métodos brutales en interrogatorios le valdrían el apelativo de “la hiena de la Gestapo”, la policía secreta nazi.

El nombre de Violette Morris se hizo tan conocido como temido tanto para la propia Resistencia francesa como para el SOE, el ejército secreto creado por Winston Churchill durante la II Guerra Mundial. Su muerte se convertiría en objetivo prioritario para los aliados.

Desde Londres se envió la orden. “Hay que ejecutar de manera inmediata a esa mujer”. El maquis de Surcouf, en la Alta Normandía, sería el encargado de cumplirla.


Entre Malditos bastardos y El Padrino

Es el 26 de abril de 1944 y la emboscada se prepara para uno de los múltiples viajes de Morris a la localidad de Beuzeville. Sin embargo, algo falla. Su Citroën 15 CV pasa tan rápido que la Resistencia no puede acertar con sus disparos.

El plan B será tan simple como eficaz: esperar a su regreso de Beuzeville. Tras una tensa guardia de horas, cerca de las 7 de la tarde aparece el coche de la espía nazi.

Ahora.

La hiena de la Gestapo es ametrallada, como si de un cruce entre Malditos bastardos y la muerte de Sonny Corleone en El Padrino se tratase. Solo que esto no era cine.

París fue liberado de los nazis 4 meses más tarde. El cuerpo de Violette, enterrado en una fosa común, nunca fue reclamado por nadie.

Su leyenda, llena de crueldad recibida y desplegada, pesa demasiado.

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