La violencia contra la mujer nace en la crianza de una niña maltratada

 
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Vale la pena tomarse el tiempo para leer y analizar este artículo realizado por la bloguera Gianny Liranzo y publicado en su web madresconectadas.com, donde nos hace reflexionar acerca de la forma cómo criamos a nuestras hijas y la influencia que esto trae en sus relaciones de pareja.

La violencia contra la mujer nace en la crianza de una niña maltratada

"Preguntarle a cualquier ser humano con un nivel mínimo de educación, consciencia y valores si están a favor o en contra de que una mujer sea golpeada y maltratada por su pareja, probablemente sería confuso por lo “obvio” de la respuesta.

Sin embargo, la respuesta que es obvia en palabras, en la realidad apunta a que en hechos aún no lo es.

Participé en una interesantísima charla impartida por una profesional de peso y experiencia en el área, acerca de “La violencia en el noviazgo”, planteando este escenario como la plataforma donde todo comienza en materia de abuso entre parejas.

Mientras se sacaba de la manga los datos estadísticos diciendo que el 95% de los casos denunciados de violencia intrafamiliar son mujeres tratando de protegerse de sus parejas, señaló que la violencia tiene 2 características principales: aumenta con el tiempo y forma ciclos.

La forma en que la violencia escala y llega incluso hasta la muerte es digna de observar pues, no es de buenas a primeras ni de golpe, sino que empieza con “cositas”:

Primero empieza el abuso con señales de sobre protección obsesiva y mensajes de desvalorización en privado hasta que llega un momento en que pasas la vergüenza en público.

Luego viene un pellizquito, una mirada amenazante, un haloncito de cabellos y ya luego todo se vuelve más impactante. Empiezan los empujones, apretones de brazos, pasa por zarandeos, el fatídico golpe en la cara y ya entre patadas, correazos, encadenamientos, etc, llegamos en picada a la inevitable muerte cuando las cosas simplemente “se van de la mano”.

Entre anotar y escuchar me puse a reflexionar en la razón que la licenciada mencionaba como la principal para que la violencia en una relación se pueda dar: el silencio.

Y pensé, ¿Pero de dónde viene ese silencio tan profundo que permite que la situación escale día a día y una persona sea víctima y a la vez protectora de su victimario?

Tomando como referencia los datos reales de por qué llega a esos niveles, sacados de todos esos casos que están en proceso en la fiscalía, busqué su origen en el seno familiar.

¿Por qué con la gran mayoría de victimarios encuentran tierra fértil en su pareja para someterlas a la violencia?

La violencia que está llevando a los feminicidios entre parejas o ex parejas plantea las siguientes figuras:

Una figura masculina que apela a algún tipo de superioridad, generalmente física o de autoridad, imponiéndose ante una figura más indefensa, que de alguna manera está convencida o inducida a creer que no tiene derecho a enfrentar, protestar, opinar y mucho menos a denunciar o comentar pues sería desestimada, ignorada, avergonzada, intimidada, aterrorizada e incluso más severamente castigada.

Léanlo otra vez.

Ahora léanlo en otro contexto: imagínense que la figura masculina no es una pareja sino un papá y que el ser indefenso es una hija.

Qué fuerte, ¿verdad?

Esto me hizo pensar que cuando un papá, golpea a su hija, ya sea como castigo o como muestra de impotencia porque no encuentra qué otro recurso usar para “disciplinarla”, la está educando para que se grabe en su “chip” que frente al poder y a la acción de un hombre (recuerden que su papá es SU modelo de hombre) ella debe asumir una actitud sumisa, de silencio y de culpa frente a las acciones de él (yo fui que lo provoqué…) y en resumen aguantar callada.

Es probable que esto influya en que una mujer, frente a esbozos de violencia inminenente no sea capaz de verla venir: para ella es NORMAL.

Si no lo hubiera normalizado y no estuviera acostumbrada a manejar este tipo de actos, inmediatamente le llamaría la atención y la pondría en actitud alerta ANTES de que sea demasiado tarde para salir ilesa.

Si uno crece acostumbrado a recibir de su papá correazos, galletas, trompones, manguerazos y hasta en casos que conozco, ser golpeadas con palos y alambres eléctricos, definitivamente se dará una insensibilización y bloqueo para poder separarse emocionalmente de estos actos de violencia y humillación tan traumáticos.

Frente a esta “iniciación” es probable que cuando en el futuro, una pareja te hala de un brazo con más fuerza de la que debería, si pellizca o empuja ni siquiera te prende los bombillos.

Inconscientemente lo estarías comparando con lo que el OTRO hombre en tu vida (tu papá) te hacía y podrías hasta considerar que “eso no es nada” o que está justificado.

Poco a poco sigues sin notar esos detalles hasta que un buen día te ponen un ojo morado por cualquier razón, “real” o inventada, y ya para mantener tu silencio empieza el chantaje, la manipulación o la amenaza.

¡Qué difícil debe ser salir de ahí después de haber alcanzado ese punto!

Me da mucha tristeza la justificación que las mujeres le hacen a su victimario pero, ¿Y cómo no lo van a hacer?, si ya desde niñas están siendo condicionadas a que “se lo ganaron”, “así es que va”, “no me dejó otra opción” y peor aún, que lo hacen “por su bien”, “para que aprenda” y “porque la quieren”.

Entonces es ahí donde entramos nosotros, los padres de hoy.

La violencia va a seguir rondando nuestras vidas porque hay un sistema cultural que todavía no ha madurado lo suficiente para pararla en las formas sutiles en que se plantea.

La acción real más eficaz es precisamente sacarla de nuestros hogares de manera directa y contundente y así poco a poco podemos empezar a ver evolución, a ver los cambios reales en la sociedad.

Debemos educar a nuestros hijos con mucho cuidado, porque no sólo debemos hablarles de valorar y respetar a los demás, sino que debemos ser con nuestra pareja un modelo de relación sana, de igualdad en dignidad, de cooperación, de equilibrio y a la vez debemos enseñarles a discernir lo correcto de lo incorrecto en tantos mensajes sexistas y llenos de antivalores que se nos venden a través de la música y los productos.

Debemos lograr disciplinar con amor, con firmeza, con autoridad basada en el respeto y no en el temor. Con justicia.

Para nuestra generación esta parte será un poco más difícil que para las generaciones futuras porque a nosotros también nos dieron pelas (unos más que otros) y es cuesta arriba romper un esquema que está tan dentro de nuestra crianza.

Pero confío en que con disposición, estrategias y diálogo en familia podremos minimizar las demostraciones de abuso de poder que les presentamos a nuestros hijos cuando le “entramos a golpes” o le “damos para que se acuerde” .

A veces me pregunto, ¿Para que se acuerde de qué? ¿De la humillación, el dolor y la impotencia que sintieron o de la conducta inadecuada que fue la “causante” de ese desate de ira?. Hay que cuestionarse.

Un amigo mío dijo una vez: “¡Cuántos fuetazos habrán sido causados por problemas económicos sin tener que ver nada con el niño y lo que hizo o dejó de hacer!”

A veces los golpes a los hijos, a las mujeres, a los más débiles vienen sólo de la impotencia del que se cree más fuerte y nada más. ¿Cómo podría eso ser justo?

No soy una ilusa. Sé que esto es un largo camino por recorrer en cambio de mentalidad, de convicciones, incluso en cuanto a criterios para criar, pero luego de ir a esa charla y aprender lo que aprendí y reflexionar lo que reflexioné sería egoísta de mi parte no compartirlo y aportar una idea en medio de esta problemática.

Quién sabe si otras madres y otros padres también puede hacer sus propias reflexiones, dar un vistazo a su propia familia y empezar a generar pequeños cambios en su núcleo. Realmente esos son los cambios que hacen la diferencia.

Siento que mi mayor aporte como mamá es hacer mi mayor esfuerzo en criar unos hijos que no abusen del poder en ningún aspecto, que no humillen a sus semejantes, que promuevan una cultura de paz y una cultura de tolerancia y respeto a su alrededor. Espero estar trabajando para eso no con palabras, sino con hechos".

Autor: Gianny Liranzo

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Fuente: madresconectadas.com
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