Los festejos por las bodas de oro o de diamante se volvieron más comunes en este último tiempo, en un fenómeno que tiene varias causas pero en el que subyace el aumento en la expectativa de vida como factor clave. ¿Existe el amor para siempre? ¿Es posible la convivencia con la misma persona por más de 50 años?
Hay una ocurrencia que, risueña, una gerontóloga platense suele decir cada vez que le consultan sobre el amor y los matrimonios longevos: “Decir hasta que la muerte los separe es casi una incitación al homicidio”. Gracia aparte, el de las parejas que superan los 50, 60 o hasta 70 años de casados no parece por estos días un fenómeno tan extraño sino más bien una tendencia que, lo reflejan las páginas de este diario con frecuencia, se ha vuelto cada día más usual. ¿Triunfo del amor? ¿Hazaña de quienes apuestan por la convivencia en las buenas y en las malas y contra lo que sea? ¿Apenas otra artista de un fenómeno más amplio que tiene a la longevidad como motor principal de su marcha?
Sea una cosa o la otra, o acaso todas a la vez, lo cierto es que cada vez hay más personas que llegan a edades que hubieran sido impensables hace sólo algunas décadas. Tanto que en algunos países ya no se habla de “pirámide” sino de “rectángulo” poblacional: hay casi igual número de chicos y jóvenes que de adultos mayores. ¿Y el amor?
“casi toda una vida afrontando juntos las buenas y las malas y las tristezas y las alegrías no podría ser posible si no existen lazos de afecto y tolerancia y la posibilidad de diálogo”
“Hablamos de modelos de otra época -sostiene la psicóloga Analía Torrone, especialista en terapia de pareja-. Quienes celebran sus 50 o 60 años de casados son matrimonios formados en otra época y, por lo tanto, bajo otros preceptos. No se puede hablar de un amor eterno porque nada lo es. El amor es una construcción, y como tal siempre depende de los códigos y los valores morales con los que se quiera afrontar esa construcción”.
Una mirada similar aporta la psicogerontóloga Virginia Viguera, para quien “casi toda una vida afrontando juntos las buenas y las malas y las tristezas y las alegrías no podría ser posible si no existen lazos de afecto y respeto y, por supuesto, de tolerancia y la posibilidad de diálogo, algo que en esta época parece muy difícil”.
SECRETOS
Hay quienes pueden pensar que la clave de un matrimonio para siempre son las cenas románticas, la prosperidad económica, el saber escuchar y acompañar y, por supuesto, el buen sexo, pero las últimas estadísticas en la materia también apuntan para otro lado: casarse a una edad madura y tener hijos, se sostiene, son cuestiones que ayudan a mantener una pareja unida en el tiempo. Esas, al menos, son las conclusiones de un estudio divulgado por el Centro de Control de Enfermedades (CDC, en inglés), una agencia del Gobierno de EE.UU. El nombre puede despistar, pero no es que el matrimonio sea una enfermedad sino que varias investigaciones demuestran que las personas casadas viven más tiempo y sufren menos dolencias físicas y mentales que los que evitan decir el “sí, quiero”.
El secreto de un matrimonio longevo, por tanto, no es sólo una cuestión de felicidad sino también de supervivencia: el CDC se encaminó a descubrir ese secreto mediante un análisis de una encuesta realizada a más de 12.500 personas, tras lo cual concluyó que la madurez de los novios eleva las probabilidades de que el matrimonio dure.
En datos concretos, el informe señala que un 75% de los que subieron al altar después de los 26 años seguían casados 10 años después, comparado con el aproximadamente 50% de los que se unieron cuando eran adolescentes.
La descendencia también ayuda, ya que casi un 80% de los hombres y mujeres que tuvieron su primer hijo después de ocho meses de estar casados continuaron diez años más juntos.
El 10,2% de los argentinos tiene 65 años o más, uno de los porcentajes más altos de América latina. Se estima que en 2025 será el 12,7%, y en 2050, el 19%.
El estudio también aborda el tema de si es mejor vivir juntos antes del matrimonio o no. Allí, encuentra una ligera desventaja en la cohabitación previa a la boda, pero el resultado está dentro de su margen de error. En todo caso concluye que es más probable que sobreviva la relación de las personas que se casan que la de los individuos que simplemente viven juntos. Un 78% de los matrimonios duran como mínimo cinco años, frente al 30% de las cohabitaciones.
LONGEVIDAD
Gerontólogos, psicólogos y psiquiatras suelen coincidir en una razón de fondo a la hora de explicar el fenómeno de los matrimonios longevos: la expectativa de vida creció y modificó no sólo aspectos sociales básicos, sino cuestiones culturales que han ido mutando a ritmo lento pero sostenido.
“La mayor longevidad hace que la sociedad deba afrontar cambios significativos -sostiene Viguera-. No sólo se modifica la salud, la previsión social, la educación, la economía o la medicina. El aumento en la expectativa de vida también repercute en lo biológico y lo psicológico”.
En números concretos, hay que decir que entre 1950 y 2000 el número de personas de entre 0 y 14 apenas llegó a duplicarse, mientras que el de la población adulta mayor se multiplicó por 3,6. Según datos del Censo 2010, el 10,2% de los argentinos tiene 65 años o más, uno de los porcentajes más altos de América latina. Se estima que en 2025 será el 12,7%, y en 2050, el 19%. Las proyecciones indican que para ese momento habrá más personas de 65 y más años que de 15.
En este contexto, donde los hombres y mujeres festejan las bodas de oro o de diamante como si fuese algo de lo más natural, muchos creen incluso que ser alguien centenario en la Argentina actual no es algo tan excepcional, como sí podía suceder algunas décadas atrás. De acuerdo al último censo, ya hay 23.483 personas de entre 95 y 99 años, y 3487, que tienen 100 y más.
“La longevidad de la población es un elemento clave a la hora de analizar los matrimonios duraderos -dice Torrone-, aunque no puede ser el único. El compromiso que asumió una persona de otra generación no puede ser analizado de la misma manera que se sopesa el compromiso que asumen las parejas actuales. Hoy cualquiera puede decir que se casa para toda la vida porque sabe que si no se cumple no será la muerte de nadie. Antes, esa promesa era un contrato que se hacía no sólo con el otro sino con uno mismo, un convenio moral que ahora está en desuso”.
La especialista remarca además que los movimientos sociales del siglo XX, sobre todo el de la emancipación de la mujer, tiene un rol clave en la incidencia del fenómeno. “Hablamos de parejas constituidas en una época donde la palabra compromiso tenía otro peso, pero son a la vez parejas que han ido creciendo al calor de las nuevas conductas sociales, y a su compromiso original le han ido sumando aspectos fundamentales como la intimidad, el respeto por el otro, el dejar elegir elección o el permitir libertades que tal vez antes parecían imposibles, todas cuestiones que se convirtieron en conceptos cargados de contenido. Y las parejas que se prolongaron en el tiempo, creo, fueron potenciadas por estas nuevas razones”
Fuente: www.eldia.com
