La familia Ureta Wilson transformó su tristeza en alegría.
El protagonista es el niño chileno José Ignacio Ureta Wilson, quien a los pocos días de nacer, sufrió un paro cardiaco de más de media hora y una hemorragia masiva.
José Ignacio nació el 10 de julio de 2003 una hernia de intestinos a la vista, una cardiopatía congénita que mezcla la sangre venosa con la arterial y una malformación de ambos hemisferios cerebrales por alteración de la migración neuronal.
Con sólo dos días de vida, el niño fue operado para corregir la cardiopatía. Sufrió un paro cardíaco e hipotermia. Superó estos episodios y presentó tres crisis por falta de oxígeno, su pulmón izquierdo colapsó. Todo esto le causó lesiones graves en el cerebro por falta de oxigenación en la zona encefálica.
El 2 de agosto de 2003, estando en la clínica, a José Ignacio se le presentó una insuficiencia cardíaca aguda y sufrió un paro cardiaco que duró entre 30 y 45 minutos. Los médicos realizaron maniobras de reanimación con repetidas transfusiones de sangre.
Poco a poco, los médicos redujeron el ritmo de las maniobras de ventilación manual y de masaje cardiaco, pues pensaron que el niño estaba muerto.
Cuando pensaron que su vida había terminado, el corazón del recién nacido comenzó a latir de nuevo hasta alcanzar enseguida un ritmo de 130 pulsaciones por minuto. Los médicos Felipe Heusser y José Ignacio Rodríguez, que atendieron al menor, están seguros que la curación de José Ignacio no tiene explicación científica.
Los médicos pensaron que el niño sufriría graves consecuencias pero, por el contrario, las condiciones del bebé mejoraron y un mes después fue dado de alta.
Ahora, José Ignacio es un niño normal, aunque muestra algunos vestigios de sus antiguas dolencias, va al colegio, obtiene buenas calificaciones, juega fútbol y hasta es líder de su grupo.
Los padres aseguran que durante el paro cardiaco pidieron con gran fe la curación de su hijo, recitando la oración de la estampa de don Álvaro del Portillo.
Este próximo sábado 27 de septiembre don Álvaro del Portillo será beatificado como consecuencia del reconocimiento de este milagro. Para el Papa Francisco, es una ocasión para que "se ponga en evidencia el precioso ejemplo de vida" del nuevo beato.