Origen pagano de la navidad

 
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¿Quién No recuerda su niñez y en ella la bella época de la navidad? Los villancicos, las novenas, la torta y el confite; los exquisitos platos hechos por mamá y, por supuesto, el pesebre navideño. Días de magia y de fiesta, muñecos de nieve que en realidad nunca conocimos pero que eran la delicia de nuestros juegos infantiles. Chozas y pastores, estrellas y reyes, caminos construidos con helechos y aserrín; lagos de cisnes blancos en aguas de cristal, montañas y soles de verde atardecer junto a copos de nieve detenidos en la infinidad de un cielo iluminado.



Esta imagen de la navidad contrasta con los estudios realizados por destacados escritores y periodistas como Juan Arias, autor del libro “Jesús, ese gran desconocido” editado por el mismo autor en el año 2001. Arias se cuestiona si Jesús fue el producto de la combinación de varios pensamientos y culturas que dieron como resultado a un nuevo personaje que colmó las expectativas de unos pueblos en su anhelo de la llegada de un Mesías que acabe su dolor o su esclavitud, física y espiritual. Algunos defensores de la teoría mesiánica, como Albert Churchward y Joseph Welles, sostienen que se trató de incorporar al personaje de Jesús –que no habría existido realmente- elementos de otros dioses o personajes religiosos mitológicos de siglos anteriores a él.

Para estos autores “existen unas coincidencias interesantes entre el Jesús presentado por los cristianos y los personajes y dioses anteriores, como Horus, de Egipto; Mitra, de Persia, y Krishna, de la India. Todos nacen de una madre virgen. Horus y Mitra nacen también el 25 de diciembre. Todos hicieron milagros; todos tuvieron doce discípulos, que serían los doce signos del zodiaco; todos resucitaron y subieron al cielo después de su muerte. Horus y Mitra fueron llamados Mesías, redentores e Hijos de Dios. Y Krishna fue considerado la Segunda Persona de la Santísima Trinidad y fue perseguido por un tirano que mata a miles de niños inocentes. Además, Krishna también se había transfigurado, como Jesús, ante los tres apóstoles predilectos, fue crucificado y ascendió a los cielos. Exactamente como el profeta de Nazaret. ¿Caben mayores coincidencias?, se preguntan”. Evidentemente que no. Son ”coincidencias” tan sospechosas que aún sin proponérselo demuestran una extraña mezcla de dioses y de mitos que de alguna forma terminaron conformando a un nuevo dios que explicaría, de alguna manera, las extrañas predicciones de unos profetas hebreos y musulmanes.

Igualmente es extrañamente sospechoso que a Jesús se le hiciera nacer justamente un 25 de diciembre, fecha considerada desde la más remota antigüedad una noche sacra por ser el periodo del nacimiento del Sol. Por eso a los dioses de las antiguas mitologías se les hacía nacer el 25 de diciembre, “así ocurría con el dios Marduk, dios babilonio de origen sumerio, cuyo nombre significa Ternero del Sol”. Igual hecho aconteció con la divinidad Mitra, la deidad taurica parida por una piedra, sobre cuyo templo se levantó el Vaticano”.

Para Jorge Blaschke, autor de numerosos libros sobre Jesús, “La celebración de la navidad el 25 de diciembre es la adaptación de una fiesta pagana o la transpolación de la fecha de nacimiento de antiguos dioses míticos”. Referente a los hechos fantásticos que rodean al nacimiento de Jesús en una gruta o cueva rodeado de seres fantásticos y enigmáticos, expresa: “El resto de los acontecimientos más bien parecen sacados de los hechos de los grandes héroes, gran dosis de fantasía y motivos legendarios que incluyen ángeles, estrellas guías, escenas de matanzas de niños y nacimientos virginales que aparecen en otras culturas…”.

En el diccionario de Mitos y Leyendas, producción del Equipo NAYA, encontramos unos datos a todas luces interesantes y de irrefutable prueba argumental. Leyéndolos podemos contemplar la inocencia de nuestros pensamientos respecto al escenario donde, supuestamente, nació Jesús y que son algo más que tentativas humanas por explicar lo inexplicable o por fomentar desde la más tierna edad el cariño, la adoración y la veneración por una figura que respondió en sus momentos a ciertas necesidades históricas pero que no revelan las expectativas humanas de nuestra época, a pesar de la aparente y supuesta aceptación por parte de grandes conglomerados de una doctrina basada en mitos, fantasías y leyendas. En este documento encontramos: “Era evidente que en diciembre y enero se daban –y se dan- las temperaturas más bajas (hasta 0,1 bajo cero, en grados Celsius) y las precipitaciones más altas (hasta 187 milímetros), de tal manera que resultaba imposible que los pastores durmieran a cielo descubierto mientras cuidaban el ganado, según escribió San Lucas -médico sirio convertido al cristianismo muchos años después de la “desaparición” de Jesús- , pues durante ésta época, incluido febrero, hombres y ganado pernoctaban bajo techo. Era entonces absurdo que el censo poblacional –decretado por Quirino, gobernador de Siria- se llevara a cabo durante estas fechas, en medio del frío, la lluvia, y los caminos anegados y resbaladizos que harían imposible el desplazamiento de los miles de peregrinos que se dirigían a sus lugares de origen. Como es el caso de José y María”.

Un dato que puede resultar interesante es que únicamente en el año 334 el Papa Julio I dictaminó que Jesús había nacido el 25 de diciembre. No era, como podría creerse, una fecha escogida al azar por cuanto dicha fecha coincidía con las festividades que se realizaban en muchos pueblos durante el solsticio de invierno: las ceremonias vikingas en honor de Odín, las Saturnalias romanas, el nacimiento del dios Indoiraní Mitra, etc. De ahí que el nacimiento de Jesús El Cristo haya sido fácilmente asimilado al retorno del sol, al regreso de la luz.

Al rito pagano del nacimiento del sol y su transformación en el nacimiento de Jesús se le fueron incorporando muchos elementos externos y propios de otras culturas, tal el caso del árbol al que muchos pueblos le rendían culto por considerarlo sagrado por distintos motivos, “el más común, desde Grecia hasta Noruega era el roble, pero con el devenir del cristianismo se cambió al inconmovible roble por el abeto pues, según los misioneros, la forma triangular de la enramada correspondía al Padre, el Hijo y el Espíritu santo. Este tres mágico caló muy bien en todas partes ya que era un numero venerado por muchos pueblos miles de años antes de la “venida” de Jesús, y de esta manera bastante singular se impuso el abeto y con el correr de los siglos el pino”.

Igual análisis podemos hacer de Papá Noel, los Reyes Magos, los animales que “rodearon” a Jesús en su nacimiento en una cueva –hecho que solo se encuentra en los Evangelios Apócrifos- y que responden, como hemos dicho, a formas de educación primitivas que obedecieron a ciertos momentos de la historia humana, enmarcados por un deseo vehemente de simbolizar sus esperanzas, deseos, frustraciones y anhelos.

Seguramente que la Navidad es un tiempo de amor, una época donde todo lo grato se hace realidad. Una festividad donde se conjuga lo divino y lo pagano, lo humano y lo celestial… época donde las caras miserables de los desvalidos atiborran las vitrinas de los grandes almacenes y donde las sonrisas son sacadas a la fuerza por la concurrencia de señuelos que prenden y apagan con el fin de encender nuestra imaginación y de abrir nuestros bolsillos a las grandes multinacionales que por estos días inundan nuestra mente con productos hermosamente inútiles que se guardarán en armarios a la espera de otro nuevo despertar de la esperanza decembrina.

Seguiremos mirando hacia lo alto, contemplando los miles de espejismos que como luces de neón se elevan en nuestro cerebro; seguiremos maravillados de la ciencia que tiene el don de extasiarnos con sus alucinaciones y sus locuras navideñas. Pero más allá de esos anhelos seguiremos esperando vanamente la aparición de un Redentor que nos redima y nos haga hermanos entre hermanos… Tenderemos una y mil veces nuestra mano para pretender alcanzar esa lejana estrella de la fraternidad humana que como copo de nieve se deshace en nuestros corazones.

¡!Navidad¡¡ bella época de amor para los miles de niños latinoamericanos que mueren inexorablemente en nuestras calles, Cristos vivos del capitalismo que con clavos salvajes de indiferencia son crucificados diariamente. Niños cuyo único delito es no conocer unas leyes de mercado y que son confinados a una muerte silenciosa en nombre de Dios para gloria de Cristo.

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