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Por Ricardo Carossino

Santiago Maldonado: una interpelación para todos

La pregunta es simple ¿qué estás defendiendo cuando te negás a aceptar que el Estado desapareció a un ser humano por protestar por una situación que le parece injusta?
Interpelate vos también, porqué no, ¿qué defendés cuando reclamás la aparición con vida de Santiago Maldonado?
En ambas preguntas cada uno tendrá dos respuestas: la correcta (la que se dice) y la incorrecta, la que se calla y se hace desaparecer. El inconsciente es un baúl seguro para esconder cosas feas, pero cuidado porque el olor nauseabundo cuando se corta la cadena de frío, se siente.

Evolución o involución
Lo que sí queda claro y sirve para interpelarnos es cómo hemos involucionado como sociedad, a pesar de que muchos defensores correctos de la aparición con vida, supongan que "la sociedad cambió para bien porque sale a la calle a reclamar".
Es relativo. En todo caso, son los mismos de siempre los que reclaman. Sólo que entre 1976 y 1982 los secuestraban, los torturaban y los desaparecían tirándolos al Río de la Plata.
La otra parte, la que gritaba "los argentinos somos derechos y humanos" sigue ensayando la misma comedia psicótica de creer ver lo que le gusta en ese maravilloso mundo que se construyen con un "Yo" grandilocuente con una pintoresca sabiduría que según ellos, los más inteligentes, más morales y "más mejores" que los "otros". Creen que son aún más proverbiales que el resto de los mortales adictos al Estado benefactor, o por usar un término de la ultraderecha, al populismo. Esa es la grieta que no cierra.

No es la grieta estúpido
Sin duda hay dos veredas (para qué vamos a usar la palabrita que nos divide y que tanto le gusta al gran malvado de Magneto). La que de un lado pondera a Sarmiento y la que señala la verdad sobre este racista repugnante que despobló el territorio de negros, gauchos y pueblos originarios para traer población europea.
Está claro que no puede haber revisionismo histórico, porque no se puede revisar una mentira. Esa, que este sanjuanino liberal se encargó de enseñar en la enorme cantidad de escuelas que creó para disfrazar la historia y contarla como tan bien sabía hacerlo.
El Facundo está aún instalado en cada cerebrito que sale de la escuela primaria en la Argentina desde el siglo 19 (no lo escribo en números romanos porque es la matemática de un imperio, y además corro el riesgo de que alguien crea que es el talle de la ropa de Facundo o de Sarmiento).
Y si la grieta no cierra es porque no se trata de una grieta -es la realidad-. Es la lógica pura donde confrontan (hoy) 40.000.000 de verdades, de pareceres, de opiniones sobre la economía, sobre la política, sobre la historia, sobre sociedad y Nación y sobre Santiago Maldonado.
En el medio, los sectores con más llegada a la opinión pública (medios de comunicación) intentan instalar sus miradas absolutamente sesgadas por intereses económicos. Habrá algún interés ideológico (no vamos a negarlo, de ultra izquierda, de izquierda, de centro, de centro izquierda, de centro derecha, de derecha y de ultraderecha), pero "la tasa de interés” en el capitalismo, manda, porque sí, y no por otra razón.
La plusvalía de los medios es "la versión que gana", sea o no verdad. Aún si es cierta, tal o cual empresario de medios no dejará de autoponderarse como el adalid moral de la verdad y se regocijará en el placer de facturar más y tener más peso en la opinión pública.
El ejercicio del egocentrismo moderno no necesita ninguna franquicia de gimnasios con chicas curvilíneas, alcanza con apenas tres o cuatro elogios berretas de estereotipados aplaudidores.
Por otra parte, la posverdad, ese análisis intelectualoide puesto de moda para decir que un diario miente, ya fue apropiado por la ultraderecha con lo cual se terminó la era de la posverdad -c'est fini, caput, arrivederci, the end, se terminó hermano, es corta la bocha-.
Digamos mejor que entramos en la era de una rara vanguardia de la “no noticia”, que es como aquellos ya pasados de moda “no lugares” ¿te acordás?..Bueh no importa.

La catapulta de verdades
Mientras desde los nuevos castillos feudales del siglo 21, nos disparan verdades con sus poderosas catapultas, si algo no hace esa "opinión pública" es interpelarse. Encerrada en la aleccionadora “no noticia”, comen pochoclo mirando noticieros como si se trataran de patéticas comedias musicales con coros gregorianos que desafinan hasta la esquizofrenia y aturden a la gente (esa epifanía que se alimenta de “disederatum trans”.
La masa enardecida de fanáticos PRO o ANTI irán al campo de batalla -que es la realidad- gritando desaforadamente para amedrentar al enemigo.
Por encima de "la opinión pública" el Leviatán (el Estado de Hobbes), el monstruo inteligente, el Golem creado para disciplinar, "el poder" real del estructuralismo, hará su negocio redondo desde su búnker, mientras se sienta a ver el combate entre las distintas facciones de microorganismos socioeconómicos como un pibe jugando con hormigas.
Rodeados de cada vez más jóvenes ninfas y adonis, manjares exquisitos, los más exclusivos vinos del mundo y encerrados en sus castillos cibernéticos con custodia armada, estos novedosos dueños de fortunas itinerantes que son los señores feudales del siglo 21 (que acumulan el 70% de la riqueza mundial según un estudio del nobel de Economía Joseph Stiglitz), se ufanan de disfrutar de los juegos del hambre y ahora, además, acceden al manejo de los antiguos estados-nación (¿los recordas? bueh, no importa), como en Chile, Brasil, Estados Unidos y Argentina, por citar algunos ejemplos de CEOS que se apoderaron de gobiernos gracias a las “no noticias”, sus fortunas y una masa de indigentes intelectuales que esperan alrededor de los castillos con la vana esperanza de que estos gurúes del buen vivir y la abulia social le abran una hendija para que pase alguno. Sí claro, como Charlie y la Fábrica de Chocolates (esa hermosa golosina llamada dólar).
En los márgenes de este centro -que no tiene centro porque es itinerante- (como ya se dijo) está la jauría feroz, devoradora de trabajadores y desocupados que vive sintiendo cómo les tiembla el piso a medida que se acercan a la edad jubilatoria (nada tiene que ver con Júbilo), que puede ser dorada o gris.
Ese límite nos define a los pobres, a los excluidos económicos y sociales, nos marca el horizonte al cual podemos llegar, el único en realidad que tenemos: dejar de trabajar para pagar medicamentos que nos mantengan con vida hasta la desaparición forzosa de la vida.
Sí, tal cual, cómo le pasó a Santiago Maldonado.
Sólo que esta vez no fue la vida, sino el Leviatán, el responsable de la desaparición, por orden de los señores feudales del siglo 21, mientras los que sostienen la base de la pirámide se pelean por ver cuál es menos populista o más meritorio, y ni siquiera se interesan por interpelarse, al menos una sola vez en su patética existencia, dónde están, dónde esta Santiago Maldonado y qué corno defienden cuando luchan por verdad, posverdad o como sea que se llame lo que piensan los que no controlan el mundo.




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