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La abducción de José Antonio da Silva:

 
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La abducción de José Antonio da Silva:

La abducción de José Antonio da Silva:

El 4 de mayo de 1969, el soldado José Antonio da Silva, estaba pescando en un estanque en Bebedouro cerca de Matozinhos (del estado de Minas Gerais), cuando alrededor de las 15 horas (3:00 pm), oyó un crujido en los arbustos detrás de él. Al mirar hacia atrás, observó algunas figuras entre las hierbas altas y oyó gemidos apagados poco antes de ser golpeado por una especie de fuego.

Parecía fuego, pero no era porque no se quemó. Fue un destello de luz verdoso en el centro y rojizo en los bordes.

Sintiendo calambres y adormecimiento en las piernas, él se arrodilló automáticamente dejando caer la caña de pescar y no podía caminar o reaccionar. Entonces, dos individuos pequeños de 1,20 metros de altura, lo levantaron por las axilas y lo arrastraron por el matorral pantanoso a un aparato en forma de carrete. Era un cilindro de color gris, de dos metros de altura, apoyado sobre una plataforma circular negra de 2,50 metros de diámetro que estaba en el suelo. En la extremidad superior había otra plataforma circular un poco más grande, alrededor de 3 metros de diámetro. Lo entraron por una abertura en la parte cilíndrica, en un compartimiento cuadrángulo. Estaba todo iluminado pero sin ninguna luz aparente.


La descripción de los extraterrestres:
egún José estos seres tenían el cabello largo, ondulado y rojizo, barba espesa y larga, llegando hasta el abdomen, piel pálida, ojos redondeados, grandes, con esclerótica más oscura que la piel, pupilas bien oscuras; las cejas gruesas, nariz estrecha y larga, orejas grandes, despuntadas en la parte superior, boca ancha, como la boca de un pez.

Cómo estaban vestidos:

Los tripulantes vestían con ropa clara, brillante, almidonada en las articulaciones de las rodillas y los codos. Cubriendo la cabeza, un casco de color gris mate, sin brillo como el aluminio, redondo en la parte atrás y "esquinado al frente," aplanándose en la frente, excepto en la nariz, donde había una protuberancia correspondiente. En la altura de los ojos había dos orificios redondos. Al parecer rígida, la máscara bajaba larga sobre sus hombros y no tenía ninguna conexión con el vestuario. De la parte inferior salía un tubo semejante a plástico que pasaba sobre el pecho y debajo de la axila derecha, que terminaba en un pequeño enchufe fijado en la espalda.

Era grande el contraste entre los tripulantes y José Antonio, que llevaba sólo pantalones cortos de gamuza amarilla, con un rosario grande alrededor de la cintura y un gorro de media de mujer en su cabeza, cubierta por otra malla prieta.
Mientras en la nave:

Dentro del aparato los hombres pequeños sentaron el soldado en un banco cúbico, sin patas, y colocaron en su cabeza un casco idéntico a los que ellos llevaban. También de ese casco salía un tubo, pero él no sabía si se adaptaba o se enchufaba en la espalda. Pensó que, tal vez, eso estuviese detrás del asiento, aunque él no lo ha visto.


Sentado uno en cada lado, en el mismo banco, los dos seres extraños le amarraron los pies y luego la cintura con "un material reseco, áspero." Después se amarraron ellos mismos. Entonces entró otro tripulante, sentándose frente a él en un banco aislado. Con una palanca que él agarraba hizo que la escotilla se cerrara y despegar la nave.


En el espacio:

Poco después del despegue, los tripulantes comenzaron a hablar animadamente en una lengua desconocida. A medida que el aparato subía la respiración del soldado se hacía más difícil. A cierta altura, además del abatimiento normal, su cuerpo se sentía cansado, casi paralizado. Su posición estaba cada vez más incómoda "debido, quizás a la dureza del banco, al adormecimiento de sus piernas y al peso del casco," cuyos componentes machucaban los hombros y el cuello. Ya parecía que el viaje no terminaría cuando de repente la nave se inclinó en algún lugar y se detuvo.

Los hombres pequeños se desamarraron, y después al abducido. Cerraron los orificios de la máscara en un modo que él no podía ver, sólo escuchar lo que sucedía. Enseguida lo cogieron por las axilas y lo llevaron a otro lugar donde también había un banco duro. Sólo entonces abrieron los orificios de la máscara. Él se dio cuenta de que estaba en un salón grande teniendo delante de él un individuo sin máscara y sin uniforme de vuelo, conversando alegremente con los tres tripulantes que ahora estaban sin sus cascos.

José tenía un ángulo de visión muy pequeño, pero forzando la posición, vio al lado de un estrado, alineados en decúbito dorsal, a cuatro hombres desnudos. Parecían que estaban muertos. Dos de ellos eran robustos, siendo uno negro y el otro era claro. Los otros dos eran delgados y blancos. Por encima de ese estrado, él pudo ver dibujos coloreados de seres y cosas de la Tierra como; animales, casas, ciudades, árboles, el mar, automóviles, camiones y aviones.

A través de los gestos, dibujos y palabras repetidas, ellos trataron de hacerse entender. El militar se dio cuenta de que ellos querían algunas armas terrestres.

Interrumpiendo la "conversación" entró uno de ellos sirviendo una bebida amarga, de color verde oscura, que el soldado sólo tomó después de ver algunos bebiendo la droga. Beber fue una operación muy difícil, porque, para traer el vaso a su boca, tuvieron que mover su máscara y eso le hizo doler el cuello, que ya estaba lastimado. Pero después de quitarse el casco, él se sintió más dispuesto.

Entre los aspectos abordados en el intento de comunicación, José no tuvo ningunas dudas de que aquellos individuos estaban insistiendo que él les ayudara con sus intenciones hacia nuestra sociedad. El líder le ofreció llevarlo de vuelta a la Tierra, donde los últimos tres años, habían recopilado informaciones para ellos. Entonces lo buscarían para que él esté junto a ellos, con el fin de que estudiara allí en un período de 7 años. Finalmente, lo dejarían definitivamente en la Tierra, como una guía para su gente.

En respuesta, José Antonio hizo la señal negativa para indicar su recusa, manipuló el rosario y comenzó a rezar en voz alta, pero el jefe, mostrando irritación arrancó el crucifijo.

El hombre vestido como un fraile:

Súbitamente, mientras los hombres pequeños examinaban el crucifijo y las cuentas, surgió un hombre, aparentemente humano, con aproximadamente 1,70 metros de alto, con ropa oscura, similar a un hábito de fraile. Este ser, que estaba descalzo, tenía una barba y cabello largo rubio, piel clara y pecosa. Los seres pequeños que estaban ahí aparentemente no vieron la entrada de este otro y durante todo el tiempo que él permaneció ahí, ellos no demostraron que lo vieron.

La presencia de esta figura ha traído alivio a José Antonio, quien lo clasificó como "una buena persona, uno de nosotros." Él se animó aún más con el mensaje que recibió en ese momento. Según él, este ser había pasado revelaciones que deberían ser transmitidas solamente después de recibir nuevas instrucciones, unos tres años más tarde.

El viaje de regreso:

De la misma forma que el "fraile" surgió, él desapareció. Los otros seres aún parecían estar irritados. El líder dio una señal a los guardias que vendaran la máscara de José Antonio y prepararlo para el viaje de vuelta que transcurrió exactamente como en la venida. Lo dejaron cerca de un arroyo (quebrada) en una pequeña cantera donde permaneció por algún tiempo semi-consciente. Cuando recuperó todos sus sentidos al amanecer, empezó a caminar torpemente y se encontró con una carretera donde le preguntó a una persona que pasaba dónde él estaba. El ciudadano respondió que él estaba a 32 kilómetros de Vitória (en el estado de Espírito Santo) y que era el 9 de mayo.

Caminaba con dificultad, porque la pierna derecha estaba hinchada hasta la rodilla y tres heridas abiertas en los hombros y por debajo del cuello, causado por la fricción del casco pesado y le dolía bastante. Aceptó un autoestop que lo dejó cerca del pueblo de Colatina. Al llegar a una estación ferroviaria para coger el tren hacia Minas, conversó con un agente local quien le informó que el tren demoraría mucho. El agente lo llevó a su casa cercana para que se pudiera comer un aperitivo.

Al llegar a Belo Horizonte, él fue abordado por el oficial de seguridad Geraldo Lopes da Silva, a quien le contó lo que sucedió. El oficial de seguridad lo dirigió a un cuartel donde fue mandado a la residencia del Mayor Célio Ferreira.

Cuando vivió esa experiencia, José Antonio da Silva, tenía 24 años de edad, era soltero, soldado nº 33930 de la Policía Militar del estado de Minas Gerais y ordenanza del entonces Sub-comandante de Guardias de la PMMG, Mayor Célio Fernandes.

Conclusión:

Este caso tiene algún aspecto religioso ya que después de rezar con un rosario en la mano, un monje le apareció. Y aunque fue visto por él, los hombres pequeños no lo vieron. Este caso es muy conocido en Brasil, pero no tanto en el resto del continente. Esto es debido a no ser traducido del portugués al español. Lo anterior fue traducido por este escritor quien ha estudiado ese idioma que es similar al castellano e hice un gran esfuerzo para hacerlo.
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