Educar a un niño no significa explicarle cómo se debe vivir

 
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Consejos del psicólogo Mikhail Labkovsky acerca de cómo educar a un hijo y tener una relación de confianza.

Educar a un niño no significa explicarle cómo se debe vivir

Los consejos de psicólogos y educadores acerca de la crianza de los niños y la relación en familia sólo tienen sentido cuando los padres del niño están psicológicamente estables.

Si te sientes infeliz, nunca podrás construir una relación feliz con tu hijo ni hacerlo feliz a él. Cuando los padres están felices, no tienen que hacer nada en especial para que así crezca su hijo.

Muchos creen que ellos, los padres, están bien, y los hijos son los problemáticos. Y se sorprenden al darse cuenta que en la misma familia crecen dos niños completamente distintos: uno es seguro de sí mismo, exitoso, con buenas calificaciones escolares y mucha personalidad; y otro, un niño acomplejado, fracasado, que se la pasa quejándose de todo el mundo o incluso agresivo. Sin embargo, esto quiere decir que ambos niños se sentían de manera distinta dentro de su familia, significa que a uno de ellos le faltó la atención de sus padres, que ha sido más sensible y necesitaba más amor y sus padres nunca se dieron cuenta de eso.

Velar porque un niño esté bien vestido, tenga buenos zapatos y no tenga hambre son cuidados básicos que no tienen nada que ver con su crianza. Lamentablemente, muchos padres confían en que eso es suficiente.

Así como hablas con tu hijo en su infancia, te va a hablar en tu vejez.

Cuando nace tu hijo, lo ves como un milagro y estás feliz de ser padre, haces todo lo posible para que tu hijo esté bien, te alegras por poder hablar con él, admiras cada detalle pequeño... Sin embargo, cuando cumple 6 o 7, entre tu hijo y tú se interpone la escuela. No obstante, ¿qué tiene de terrible? Sí, tiene que ir a la escuela, recibir nuevos conocimientos, crecer, comunicarse con otros niños, madurar. Pero ¿por qué dejar que este proceso tan natural los separe? La escuela no es toda la vida, no dejes que afecte tu relación con tu niño.

La escuela debe enseñar no sólo matemáticas y literatura, sino la vida misma. Es importante que tu niño reciba no sólo conocimientos teóricos sino también habilidades prácticas: poder comunicarse, entablar relaciones, responder por sí mismo -por sus palabras y acciones-, solucionar problemas, llegar a un acuerdo, administrar el tiempo... Precisamente estas habilidades permiten que un niño se sienta cómodo en su vida adulta y pueda ganarse la vida.

Las preocupaciones exageradas del niño por sus malas calificaciones sólo reflejan la reacción de los adultos al respecto. Si sus padres reaccionan con calma a una nota mala o a un fracaso deportivo y le dicen con una sonrisa: «No pasa nada, cariño, no te pongas triste», el niño estará calmado, estable y definitivamente hará todo lo posible para mejorar sus calificaciones, al final encontrará algún oficio en donde todo le salga bien.

Si en la escuela básica tu niño tiene dificultades con el programa escolar, si tienes que pasar mucho tiempo ayudándole con sus tareas, el problema no es el niño sino la escuela. Hay muchos establecimientos escolares basados en prestigio que sólo piensan en sus ambiciones y en cómo sacarles más dinero a los padres. Sin embargo, recuerda que lo complicado no necesariamente significa lo mejor. Un niño no debe sentirse agotado y esforzarse más de la cuenta por cumplir con las exigencias de sus maestros. En el primer año de escuela un niño no debe tardarse más de 45 minutos en hacer sus tareas. No puede mantenerse concentrado más tiempo que eso.

Castigar a los niños se permite e incluso es necesario. Sin embargo, tienes que saber distinguir bien entre tu hijo y su acción. Por ejemplo, acordaste con él que antes de que regresaras de tu trabajo, haría sus tareas, comería y limpiaría su cuarto. Regresas a la casa y ves lo siguiente: la comida está intacta, los libros escolares siguen en la mochila de tu hijo, su cuarto es un desastre y él está mirando su tableta. Lo más importante en ese momento es que no te conviertas en una fiera, no le grites y no le digas que es un inútil bueno para nada. Sin ninguna agresión en tu voz, acercate al niño. Sonríele, abrázalo y dile: «Te quiero mucho, hijo, sin embargo, ya no tendrás tu tableta». En lugar de ese dispositivo electrónico le puedes dar algún teléfono Nokia tipo ladrillo. Sin conexión a Internet. Verás que esto lo motivará mucho más que tus gritos. No le alces la voz y no lo ofendas.

Un niño debe tener algo de dinero para sus gastos a partir de los 6 años de edad. No mucho, pero alguna cantidad que le des regularmente y que pueda distribuir por su cuenta. Es muy importante que el dinero no se convierta en un instrumento de manipulación. No controles en dónde lo gasta y no condiciones la cantidad con sus notas escolares perfectas.

No vivas la vida de tus hijos en su lugar. No decidas qué es lo que tienen que hacer, no soluciones sus problemas, no los presiones con tus ambiciones, expectativas y órdenes. Tu envejecerás, ¿cómo vivirán sin ti?

Si sobreproteges a tu hijo, no sabrá qué significa ser responsable por sus acciones, será un adulto infantil, inmaduro, que romperá restricciones con gusto. Un niño debe estar seguro de que en su familia lo quieren, lo respetan, toman en consideración su opinión y le tienen CONFIANZA; en este caso nunca buscará malas compañías y evitará muchas tentaciones ante las cuales no podrán resistir sus compañeros de familias inestables.

Cuando trabajaba en la escuela, les decía a mis alumnos que vale la pena estudiar porque por un trabajo mental pagan mucho más que por un trabajo físico. Y que al terminar los estudios, podían trabajar y ganar dinero por algo que les apasionaba hacer.

Un dormitorio de adolescente que esté desordenado corresponde a su estado interno. De esta manera se refleja el caos que tiene en su alma. Exigir que ordene sus cosas sólo es posible si están afuera de su habitación.

Educar a un niño no significa explicarle cómo se debe vivir. Esto no funciona. Los niños no aprenden de las palabras de sus padres, sólo entienden con los hechos. Es decir, si el papá dice que beber alcohol es malo y se la pasa bebiendo, hay muchas probabilidades de que el hijo también sea alcohólico. Es un ejemplo bien ilustrado, pero los niños perciben y asimilan costumbres y patrones más sutiles.

Con los hijos hay que hablar acerca de la vida, no acerca de cómo SE DEBE vivir. Si un padre sólo puede hablar con sus hijos acerca de problemas, quiere decir que está mal.

Si un niño intenta manipular a los adultos, significa que tiene neurosis. Y hay que buscar la causa raíz. Las personas sanas no manipulan, solucionan sus problemas actuando correctamente.

Conversando con tu hijo, no lo critiques, no ataques su personalidad, sólo habla de sus acciones. Habla no de él, sino de ti mismo. No digas «eres malo», sino «creo que hiciste mal». Utiliza frases como: «No me gusta cuando tú...», «Me gustaría que tú...». Critica menos, pero si lo haces, sé constructivo y positivo.

Un niño debe sentir que sus padres son unas personas buenas pero fuertes que lo podrán proteger de ser necesario, que le pueden negar algo, pero que siempre actúan por su bien y lo quieren mucho.

Fuente: genial.guru
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